jueves, mayo 26, 2011

Retratos (Vol. 38)

Caminaba sobre las canciones rotas que se amontonaban por el suelo intentando mantener el equilibrio que ella había reventado en mil pedazos. Todas esas historias que sonaban por la radio iban ocupando, sistemáticamente, un lugar en la habitación.
Había canciones sobre los cuadros, en la mesita de noche, en las estanterías, bajo la alfombra inclusive las había metidas en la nevera y dentro de sus propios dedos.
Estuvo rebuscando en el dial un buen puerto al que amarrarse pero en aquel mar de ondas difusas no había tierra cercana, ni salvavidas.
A veces la música ahoga en vez de enseñar a nadar.

Agarró la guitarra, como un fusil que dispara su última ráfaga en la noche, y buscó la sonoridad familiar de una nota cualquiera.
La habitación tembló
y también lo haría Sara allí donde estuviese.
Porque los amantes son a veces barcos que se cruzan y saludan para luego seguir cada uno su ruta.

Las musas no aparecían
la sangre se parecía demasiado al mercurio
y el Chelsea Hotel estaba derruido.
Cerró los ojos ocultos en aquellas gafas de sol
que defendían la tristeza de unos ojos demasiado azules.

Poco después, se levantó
se situó frente al espejo, hizo algunas muecas
se ajustó la americana negra, la armónica, la guitarra
gruñó algunas palabras sin sentido y salió por la puerta.

El Albert Hall esperaba…

Fue la última vez.
Ya no hubo más canciones para Inglaterra.


Felices 70 Dear Bob

3 comentarios:

cristina dijo...

B uen retrato el de hoy.
O tro igual Sergio.
B ona nit.

D ías así duran siempre.
Y lo veran...tal vez
L os curiosos
A ntes del anochecer
N o?

un amigo culé.

Sergio dijo...

Cristina...
siempre entre versos acrósticos
y poemas haiku...

SALUDOS Culés o no

nacho dijo...

Supongo que siempre habrás deseado sentirte tal y como narras en este Retratos, dentro del pellejo de Dylan antes de salir al escenario.

Me uno a las felicitaciones y a los ánimos culés.

Abrazos