lunes, julio 27, 2009

En el ángulo muerto Vol. 25


Génesis

La habitación continuaba cerrada, hacía más de tres horas que Jaime Zabala esperaba en el exterior. Daba vueltas en círculo mientras intentaba escuchar lo que sucedía al otro lado, los gemidos y los lamentos habían sido horribles pero parecía que remitían. Por fin sonó un llanto, su cara se iluminó, sabía que había nacido su tan ansiado hijo. Los militares que le escoltaban esbozaron una sonrisa, después de varios meses con él ya se habían familiarizado con el abogado y consejero. Se abrieron las puertas, salió la matrona cubierta de sangre. – Ya puede entrar, señor Zabala. – Prácticamente no le dio tiempo a apartarse, la quitó de en medio de un empujón y fue directo a la cama en la que descansaba su mujer. Estaba pálida y despeinada, había sido un parto difícil y con carencias médicas debido a la situación convulsa que se vivía. En sus manos sujetaba un pequeño montón de toallas y, de entre las mismas, asomaba la pequeña mano de un recién nacido todavía cubierto por parte de los líquidos amnióticos. Jaime Zabala no pudo reprimir la sorpresa, él era el que había concebido a ese pequeño ser que se removía con su madre, tan frágil y recién llegado a un país en plena reconversión política.
- No te parece lo más bonito que has visto nunca. – Su mujer intentaba que Jaime dijese algo, que reaccionase ante su hijo.
- Raúl… - No acertó a decir nada más, estaba embargado por la situación que estaba viviendo.
- ¿Quieres cogerlo? – Alargó los brazos para que su mujer lo posase entre ellos. – No te preocupes, no le pasará nada. Sujétale la cabeza.
- Es precioso. – Las palabras no salían de su boca, las emociones se agolpaban y lo único de lo que era consciente era del nudo en la garganta que estaba a punto de hacerle llorar.
- Te quiero. – Zabala miró a los ojos de su mujer, estaban vidriosos y acuosos.
- Yo también te quiero, cariño. ¿Qué va a ser de este niño?
- No te preocupes, estamos luchando para sacar a este país de la decadencia en la que lo habían metido.
- Pero llevamos meses de luchas, no hay más que cadáveres por las calles y está todo arrasado. ¿Tú crees que esta es la situación para que un niño crezca?
- Este niño, mi hijo, ha venido en el momento adecuado. Vamos a terminar con el gobierno, las fuerzas armadas nos apoyan completamente. Ya tenemos el músculo que necesitábamos.
- ¿Qué pasará después? ¿Qué será de todos cuando terminéis con esta lucha?
- Vamos a arreglas las cosas, no te preocupes. – La mujer parecía agotada, desganada con todo lo que estaba sucediendo. – Confía en mí, cariño. Estamos construyendo un futuro y Raúl lo disfrutará con nosotros. – La mujer rompió a llorar, estaba rota por el parto.
- Señor Zabala.
- Sí. – El tono había cambiado, giró su cabeza hacia la puerta donde estaba firme uno de los soldados.
- Perdone que le moleste. Necesito hablar con usted.
- Hable libremente.
- Es información confidencial.
- Es mi mujer y mi hijo, por Dios. Hable de una vez.
- El palacio presidencial ha caído, señor. Requieren su presencia.
- Ahora mismo salgo, espéreme fuera. – Devolvió a Raúl a su madre y se levantó. – Ves lo que te estaba diciendo, ya está hecho. Descansa cariño, volveré en cuanto pueda.
- No te preocupes, te esperaré aquí.

El señor Zabala se dirigió a paso firme hacia la puerta, con un gesto hizo que su escolta le siguiese. En su cara se intuía la doble satisfacción que estaba experimentando, acababa de ser padre y ante su horizonte se abría la posibilidad de esculpir el destino de la nación. Bajaron al garaje y se sentó en el asiento trasero del coche militar, le indicó al soldado que fuese directo al palacio presidencial, tenía la seguridad de que antes de terminar el día el panorama político sería completamente diferente.

Nacho Valdés

domingo, julio 26, 2009

El Viaje : Última Parada, Hogar

Amigos, creo que esta sección merece ya un final. Ha sido un viaje largo, hermoso y maldito. He disfrutado mucho dando el coñazo con los Wilco a todo el mundo. Quiero despedirme con una mis canciones preferidas del grupo : At Least is What you Said del discazo "A Ghost is born". Un tema que resume perfectamente el sonido Wilco y la manera de componer de Jeff Tweedy.
Alabado sea el ruido y la furia....


lunes, julio 20, 2009

En el ángulo muerto Vol. 24


Ruidos

Raúl se asomó a la ventana, el último estallido había hecho vibrar toda la habitación. Cristales, y demás los objetos que había en estanterías y repisas se movieron. Miró al exterior y no fue capaz de distinguir nada, las calles se habían sumido en la oscuridad, todo el sistema de alumbrado había dejado de funcionar. Se fijó en que sólo afectaba a su zona, unas manzanas más lejos salía el resplandor de la luz artificial. Estaba alarmado, no le gustaba la situación y, extrañamente, no se observaba, ni se oía nada fuera.
Ana volvió aseada, se había recogido el pelo y vestía con una especie de mono de trabajo. Tiró otra prenda igual a Raúl. – Póntelo, lo vas a necesitar. – Dijo imperativa.
- ¿Para qué voy a necesitar cambiarme?
- Lo necesitas encima de tu ropa, tenemos que huir y quiero mantener la ropa de calle limpia. No sabemos cuándo tendremos que pasar desapercibidos. – Raúl no parecía atender, estaba mirando al exterior.
- He visto a alguien. – Dijo. – Algo se movió en la esquina, una persona está agazapada y lleva un buen rato para moverse.
- Están buscándonos.
- Yo no he hecho nada por lo que deba huir.
- No seas ingenuo, primero dispararán y luego preguntarán.
- Pero yo no he hecho nada.
- Estás conmigo, y eso ya es suficiente. No tenemos tiempo, si quieres vivir debes venir conmigo. – Raúl se quedó mirando a Ana, lejano, como extrañado en la escena que era su propia vida. - ¡Date prisa! – Gritó Ana.

Como si un resorte se hubiese disparado en su interior se puso la ropa que le había entregado sobre la suya, prácticamente no era capaz de ver nada en la penumbra que inundaba el apartamento. – No te muevas. – Susurró Ana. Sacó de la parte trasera de su pantalón una pistola, con un gesto hizo que Raúl retrocediese, se acercó a la puerta y acercó la oreja para tratar de escuchar algo. – Seguro que ya están aquí. Haz lo que te diga cuando te lo diga, y no abras la boca para nada. – Raúl asintió, nunca se hubiese imaginado a su antigua novia como una especie de militar capaz de manejar una situación semejante. Abrió la puerta muy lentamente, prácticamente sin hacer ningún sonido. Después de observar unos instantes, sacó de su mochila una linterna. Salió al exterior pero no encendió la luz, avanzó a oscuras mientras Raúl esperaba en el interior con un temblor que recorría todo su cuerpo. Ana asomó su cabeza. – Vamos, sígueme.
Bajaron las escaleras en silencio, avanzaban lentamente y tomando todo tipo de precauciones, escudriñaban con la linterna todos los recodos. Con movimientos enérgicos indicaba a Raúl que hacer, cuando debía parar o cuando debía avanzar. Todo estaba sumido en la más profunda oscuridad y ningún sonido salía a través de las entradas de los apartamentos por los que pasaban, cada crujido o pisada parecía resonar en el enorme bloque de apartamentos. Ana se asomó por una de las ventanas del pasillo que atravesaban, la abrió y e hizo gestos para que le siguiese. Se colgó del alféizar y saltó sobre unas bolsas de basura y montones de cartones que había en la calle, Raúl se detuvo a estudiar la altura. No era capaz de descolgarse al exterior y dejarse caer, era demasiado para él, abajo Ana hacía aspavientos para que se arrojase al vacío. Raúl sacó una pierna, se quedó de rodillas sujetándose con firmeza a los marcos de la ventana. En el pasillo sonaron unos pasos, miró hacía las escaleras que daban a la entrada y vio un militar que avanzaba acuclillado. En cuanto lo vio se dejó caer, ni siquiera escuchó al soldado que le gritaba mientras disparaba en su dirección. Aterrizó sobre las bolsas, Ana lo recogió y corrieron hacia la noche. Por donde habían bajado asomó el militar que abrió fuego hacia las sombras que vio desaparecer en la oscuridad.

Nacho Valdés

jueves, julio 16, 2009

Confesiones del Comandante Stratocaster Vol. 36

Y al final… algo de blues

El Comandante va a dar unas vacaciones a esta sección, al menos durante estos calores que empantanan al cerebro en unas irrefrenables ganas de no hacer nada.

Como despedida, aunque sólo sea temporal, no viene mal reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y adonde vamos. Por mucho que estas tres preguntas sean el resumen de los misterios de la humanidad, a veces se adivinan algunas respuestas simplemente repasando lo fundamental.

Aquí queda un trozo pequeño de eso fundamental: Mr. Robert Johnson, padre, madre, tío, inspirador, agitador, influidor de muchas cosas que vinieron después.

Que paséis un buen verano.

lunes, julio 13, 2009

En el ángulo muerto Vol. 23


Disquisiciones

Ana llegó visiblemente nerviosa, sus manos temblaban y pasó directamente a la salita del apartamento de Raúl. – Cierra la puerta. – Gritó con voz sofocada. Se acercó a la ventana y se asomó discretamente al exterior, como buscando algo en la oscuridad de la noche. Raúl se acercó, pasmado por la situación, tenía la impresión de irrealidad que acompaña a algunos momentos del día, se sentía como recién levantado por la mañana, cuando el cuerpo todavía no se ha adaptado a la nueva jornada. Ana comenzó a pasear por el apartamento, a buscar entre las estanterías, a abrir cajones, incluso se tiró al suelo para escudriñar debajo del sofá.
- Estás paranoica. ¿Qué es lo que pasa? – Dijo Raúl impacientándose.
- Me están buscando…
- ¿Quién te busca? ¿De qué me estás hablando?
- Ellos, ellos me buscan.
- ¿Quiénes son ellos?
- El Gobierno, el Estado… no lo entiendes.
- No sé qué es lo que pasa, pero comienzo a estar más que harto de esta situación. Yo, antes de volver a verte llevaba una vida normal, anodina…
- En este Estado nadie lleva una vida normal. ¿Es que no te das cuenta?
- Cuenta de qué. Yo no soy una persona de acción, esto comienza a superarme. Desde que asistí sin saberlo a la reunión a la que me llevaste no han dejado de sucederse cosas que han afectado directamente a mi rutina. Antes iba a trabajar, volvía a casa y, algún día, quedaba con algún amigo o con mi familia. Ahora la ciudad está patas arriba, vino la policía a mi casa, he sido testigo de un atentado…
- Las cosas están cambiando Raúl. Más te vale que elijas el bando adecuado por que este sistema se tambalea. – Una explosión cercana provocó que los cristales vibrasen y que la luz parpadease. – Tienes que tomar partido, los años que te has pasado transigiendo y siendo testigo de lo que sucedía te han convertido en cómplice.
- ¡Escúchame bien! – Raúl había subido el tono ostensiblemente. – Yo nunca he participado en nada de lo que me arrepienta, nunca he sido el brazo ejecutor o el cómplice de nada de lo que deba arrepentirme. Tengo la conciencia muy tranquila. – Su cara se había enrojecido por la irritación que sentía contra la que en otro tiempo había sido su amiga.
- Tengo entendido que en el despacho de tu padre se trabaja para el Estado, que muchas de las penas capitales o de las condenas a las que se somete a parte de la población pasan por sus manos.
- ¿Cómo sabes tú eso?
- Sabemos muchas más cosas de las que crees, ya de dije que estamos organizados y que no somos una pandilla de inútiles. Este va a ser el golpe definitivo, o ellos o nosotros.
- Estáis locos, estáis asesinando a gente, a civiles. Yo mismo casi muero en el atentado de hoy, la explosión casi me lleva por delante. Estáis dando al Estado la excusa perfecta para la represión, para tomar cartas en este asunto y arrasar con todo el que se cruce en su camino. – La indignación de Raúl se había rebajado, parecía decepcionado, abatido por lo que estaba viviendo. En la calle sonó el traqueteo de una ametralladora, mientras la radio continuaba con el mensaje grabado que avisaba del inminente fin del estado de excepción.
- Esa represión es la que nos va a llevar a la victoria. Cuanto mayor y más agresiva sea la reacción de los cuerpos de seguridad, mayor será la respuesta de la comunidad. No es posible vivir bajo la bota de los militares durante toda la vida, esto tiene que acabar y nosotros estamos poniendo la primera piedra.
- Vais a morir todos, os van a capturar y os van a ejecutar.
- Nos van a ejecutar. – Rectificó Ana.
- ¿Qué es lo que quieres decir? – Raúl había cogido a Ana violentamente por las muñecas, apretaba furioso intentando exprimir una respuesta.
- ¡Suéltame! ¡Me haces daño! – Raúl aflojó la presión, se dio cuenta de que estaba siendo superado por todo lo que estaba viviendo.
- Respóndeme, qué es lo que quieres decir.
- Estás quemado, nuestra inteligencia me ha informado de que te han relacionado con nosotros. Estás dentro o muerto, es tu elección. Tú mismo lo has dicho, el Estado será el encargado de acabar contigo. Creía justo que lo supieras, he venido a por ti, a llevarte a algún lugar más seguro. – Entre los dos se hizo un silencio mientras los combates seguían escuchándose en la oscuridad. – Piénsatelo. Si no te importa me voy a dar una ducha y a cambiarme de ropa, cuando termine me iré contigo o sin ti. – Ana se dirigió al cuarto de baño después de recoger la pequeña mochila que había llevado.
- Haz lo que te dé la gana. – Raúl se quedó sentado en el sofá, sujetando su cabeza entre sus manos como si fuese víctima de un terrible dolor de cabeza. La radio cesó su emisión repentinamente, tras unos segundos de interferencias comenzó a sonar un mensaje de las fuerzas rebeldes que aseguraba que el Gobierno estaba arrinconado y que animaba a la población a unirse a ellos. – No puede ser. – Susurró Raúl.

Nacho Valdés

Te espero con la guitarra en el ropero....


Lucinda nos cita el viernes en Zaragoza. Alli estaremos.
I`m comming......

jueves, julio 09, 2009

Confesiones del Comandante Stratocaster Vol. 35

Como ligar en los ’60 – Capitulo 3 y final

El siguiente paso podía ser muy variable pero siempre con un elemento en común: había que pasar a la acción y hacer algo. El Ligue de Barra no funcionaba si uno no se movía nunca de la Barra. Era la parte más dura, en la que el aventurero abandonaba su refugio y la seguridad de la manada de amigos para penetrar en lo profundo de la jungla. Esos amigos, cumpliendo también con el sagrado deber de ser crueles y sanguinarios, quedaban pendientes del resultado para organizar el correspondiente cachondeo en caso de rechazo.

Existe un mito urbano que asegura que se utilizaban frases como “¿Estudias o trabajas?”, “¿Vienes mucho por aquí?” y cosas por el estilo. Falso. Jamás de los jamases se podía iniciar una conversación con tamañas gilipolleces. No digo que nadie las usara (de algún sitio habrán salido), pero sería más tarde, cuando los recursos flojearan y no se supiera que decir.

Ese preámbulo, como le ocurre a muchas canciones, podía condicionar el resto ¿Cuántos éxitos están basados en el “riff” de entrada? Pues eso, había que ir y desarrollar un buen riff. Simpático, pero no cómico, agradable pero no pringoso, con autoconfianza, pero sin desdén.

Si estabas en una discoteca en algún momento podías invitar a bailar a la chica, pero la cosa no podía ser un simple “¿Bailas?” como si estuvieras en una romería de pueblo. Eso probablemente te colocara en la Clase Paleto y no sólo la respuesta era “No”, sino que te dejaba marcado en esa zona de forma permanente. Así que había que echarle más imaginación y la frase tenía que ser más redonda. Por cierto, tampoco valía lo de invitar a una copa así de entrada, eso era parte de una siguiente fase.

A partir de ahí ya todo dependía de cómo llevaras la conversación y qué tan interesante resultaras. Uno de los secretos de ser un buen conversador es dejar que sea el otro el que hable. Es decir, en lugar de contar tus historias, escucharlas. Es mano de santo, aunque, como es lógico, no está exento del riesgo de que te coloquen una paliza del 15.

Si esa conversación languidecía podía hacerse algún comentario sobre la música que estuviera sonando… pero sólo una vez. Pongamos que hablamos de The Byrds.

martes, julio 07, 2009

En el ángulo muerto Vol. 22


Desconcierto

Los atacantes fueron reducidos rápidamente, policía y ejército comenzaban a hacerse visibles por todas partes. No tenía ni idea de cómo lo había logrado, pero a pesar de estar cubierto de los restos de la explosión, magullado y dolorido había conseguido llegar a su apartamento utilizando el metro que comenzaba a estar congestionado. La población, en cuanto se levantó el estado de excepción, había abandonado sus trabajos y sus tareas y se había lanzado en estampida a sus hogares, buscando la irreal seguridad de las cuatro paredes que habitaban. Raúl se había abierto paso y nadie parecía haber reparado en él, pese a que a cada instante que pasaba se hacía más patente la presencia de la seguridad estatal. En cada vagón, cada esquina, había militares y guardias ataviados para el combate y con armamentos que no solían verse a menudo. Por sus actitudes estaban nerviosos, miraban en todas direcciones y se acumulaban en grupos que daban la impresión de mayor abrigo. La fuerza se utilizaba de forma discrecional, en el trayecto hasta su casa fue testigo de cacheos, detenciones, golpes y abusos de todo tipo. En cierto modo justificaba esta actitud, cualquiera podía estar armado, un ciudadano anodino podía ser uno de los terroristas que habían provocado el ataque.
La megafonía de la ciudad que se utilizaba en contadas ocasiones difundía el nuevo estado de excepción; se anunciaba que cualquier persona que fuese vista fuera de su hogar durante las horas marcadas sin salvoconducto podría ser detenido o ejecutado sumariamente si se resistía, se permitían los registros domiciliarios, se prohibía el uso de teléfonos o cualquier otro elemento de comunicación, no se permitían las reuniones. Como colofón, se indicaba que esta normativa sería puesta en práctica por los Cuerpos de Seguridad del Estado, que como el mensaje grabado indicaba, eran dirigidos por los líderes sociales para el restablecimiento del orden.
Raúl llegó a su apartamento antes de que anocheciese, la caída del sol era la señal para un toque de queda indeterminado que las autoridades se encargarían de levantar. Intentó cerrar su puerta destrozada por la patada del policía, consiguió encajarla después de grandes esfuerzos. Conectó la televisión y no se veía nada, sólo nieve y el molesto sonido que la acompañaba, bajó el volumen y la dejó conectada a la espera de noticias. Sacó una de las cervezas de baja calidad que repartían con las cartillas y conectó la radio buscando algo de información, únicamente sonaban canciones populares e himnos militares y patrióticos. Aunque odiaba este tipo de emisiones no tuvo más remedio que aguantarla, la confusión era total y no tenía capacidad de discernimiento ante la situación que estaba desencadenándose. Pensó que quizás no fuese para tanto, que quizás fuese un acto de agitación particular y que se había magnificado, no tenía ni idea de a qué era a lo que se enfrentaba el orden social que conocía. Inmerso en sus meditaciones pasó frente a un espejo que tenía en la salita, se dio cuenta de que ni tan siquiera se había limpiado la sangre y el polvo que le cubría, decidió darse una ducha comprobando que no tenía ninguna herida digna de ser atendida.
Cuando salió recién aseado, vestido con ropa limpia, ya había anochecido. Prácticamente sucedió al mismo tiempo, los primeros disparos sonaron en la noche junto con la emisión radiofónica estatal. En la ciudad se reproducían los combates de la mañana, mientras que la locución preparada para la emisión asegurada que los elementos disidentes estaban bajo control y que la situación volvería a la normalidad en pocas horas. Raúl estaba seguro de que el mensaje era falso, sonaban todo tipo de armas, algunas cercanas y otras lejanas. Daba la impresión de que el amparo de la noche o la prohibición propuesta desde los poderes de la patria habían levantado aún más a los disconformes. Repentinamente retumbó una gran explosión, su apartamento se quedó a oscuras. Asustado se acercó a la ventana, una columna de humo inmensa aparecía a lo lejos, en medio de la ciudad. Las bombillas temblaron, la electricidad volvió renqueante, provocando pequeñas subidas y bajadas de tensión. Estaba aterrado, no sabía qué era lo que iba a suceder con la población civil o si de alguna extraña manera le relacionarían con la situación que se estaba desencadenando. No sabía bien que desear, si volver a la situación anterior o si era necesario algún tipo de avance, algo que hiciese cambiar las cosas.
Alguien llamó a su puerta, los golpes sonaron claros por encima de las luchas que se producían en la noche, en la oscuridad de la ciudad que se convulsionaba. Raúl se acercó a la entrada, temblaba sin poder controlar los espasmos de sus músculos, se situó a un lado recordando la patada que le había llevado a él también por delante y preguntó: - ¿Quién es? – Pensó que quizás fuese algún vecino asustado, alguien que necesitaba ayuda. La persona que estaba al otro lado dilató su respuesta unos instantes. –Soy Ana. Ábreme, por favor. – Pálido como un cadáver Raúl abrió la puerta rápidamente para evitar miradas indiscretas.

Nacho Valdés

jueves, julio 02, 2009

Confesiones del Comandante Stratocaster Vol. 34

Como ligar en los ’60 – Capitulo 2

Una vez aclarado que jamás debía parecer que se buscaba ligue, lo siguiente más importante que había que hacer era, obviamente, buscar ligue.

Hay que distinguir entre los distintos terrenos de batalla que se podían presentar, ya que cada cual exigía tácticas diferentes. Así, por ejemplo, podemos tener el Ligue de Campo Abierto, especialidad difícil que se practicaba antes de tener edad para entrar en las discotecas. Más tarde ya se entraba en el Ligue de Barra, apropiado para lugares cerrados y de poca visibilidad. Entremedias entre uno y otro nos encontramos con el Ligue de Guateque que tuvo su época dorada más o menos por mitad de los ’60.

El más arriesgado, sin duda, era el de Campo Abierto y hay que decir que, aunque conocí a especialistas que realizaban verdaderas obras de arte, la tasa de fracasos era muy alta.

Mucho más agradecido era el Ligue de Barra, sobre todo porque, consecuentemente con la primera regla, lo que más se hacía era tomar copas con los amigos y pasárselo bien. Al tiempo que se mantenía la conversación y con una frecuencia que no te delatara, había que dar un amplio giro visual a la sala y comprobar el “statu quo”. Si se localizaba un statu quo interesante, entonces había que fijar la presa, cosa que no consistía más que en insistir hasta que se estableciera un contacto visual directo. Jamás se debía abrir la descubierta sin que ese contacto visual fuera mínimamente esperanzador.

¿En qué consiste un contacto visual esperanzador? No hay una regla fija. En los casos claros podríamos decir que una sonrisa, pero eso casi nunca ocurría, entre otras razones porque las chicas estaban aún más obligadas que los chicos a no parecer que buscaban ligue. Pero las miradas hablan por sí mismas. No es lo mismo un cruce de miradas casual que un cruce de miradas con un milisegundo de pausa. Los milisegundos son eternos cuando se está suficientemente despierto.

Mientras tanto, una Tina Turner que hoy creeríamos irreconocible, cantaba con su marido que, además del apellido, dicen que le dejó algún otro recuerdo….

17 años sin arrugas en la voz


Hoy se cumple el decimoséptimo aniversario de la muerte de Camarón. Como siempre desde C.H rendimos un sincero y obligado recuerdo.