viernes, febrero 26, 2010

jueves, febrero 25, 2010

miércoles, febrero 24, 2010

La Radio Rota de Mr. K



Las Consecuencias

Lo vulnerable e implosivo del Huracán

Enrique Bunbury cerró el año 2009 en México juntando a 90.000 personas en el último concierto de la gira Hellville deluxe. Un dato que, sin duda, engordaría el ego de cualquiera pero que en el maño, tan dado al divismo y al teatro, ha recorrido un camino contrario.
Las consecuencias son inevitables… canta el músico en el primer verso del disco.
En esta nueva entrega musical, se nos muestra un artista desprovisto de cabarets, electrónica y demás alhajas. Una faceta íntima y vulnerable sobre la que hasta ahora no teníamos noticias. Quizá podría situarse el punto de partida de este nuevo camino sonoro en la luminosa canción El tiempo de las Cerezas publicada dentro del trabajo homónimo junto a Nacho Vegas.
Dicho disco se convirtió, a su vez, en la primera pieza de la trilogía Canciones desde El Puerto, que continuó con el polémico Hellville deluxe y a la que ahora pone fin Las Consecuencias.

El álbum es unidireccional, no por ello plano. Exceptuando la épica e iracunda Es hora de hablar el resto de canciones conforman un horizonte musical lineal, reposado y profundo. Hasta ahora las anteriores entregas discográficas del aragonés, aun marcando fielmente un estilo propio, guardaban una amplia diversidad de géneros musicales. En Las Consecuencias no ocurre esto. El músico lo ha definido como un disco de cámara y la verdad, es que no es una mala etiqueta. A veces da la sensación de haberse metido por la puerta de atrás en las últimas grabaciones que Johnny Cash hizo junto a Rick Rubin; como en la confesional 21 de octubre de 2006. Es muy valioso el hecho de haber mantenido para la grabación del disco a los mismos músicos que le han acompañado durante la última y exitosa gira. Se nota que hay una banda de música tocando a la vez y no sólo instrumentistas reunidos frente a frente.
Entrando ya en las canciones, sobresale la oscura y enigmática Ella me dijo que no(quizá la mejor canción de Bunbury), crónica de una ruptura sentimental. Las cosas que hace uno para vivir y no perder la cabeza canta un demolido Bunbury en la mejor parte de la canción. Destacan también el nuevo acercamiento a la figura del púgil abatido(quizá un tema ya demasiado tocado) en El Boxeador o la gótica adapatación del clásico de Manuel Alejandro “Frente a frente” con Miren Iza de Tulsa de compañera vocal. Todos los textos del álbum están cuidados. Bunbury vuelve a remitir a la sencillez de la lírica de “Pequeño” pero impregnada también con una densa oscuridad y madurez. Su voz adquiere nuevos matices gracias al carácter reflexivo del disco. Sin duda, es una de sus obras mejor cantadas.
Sirve este disco, creo yo, tanto para reivindicar el oficio del músico o el artista como la propia función de estos. No siempre hay que alegrar a la gente, a veces conviene asustar un poco nos dice Bunbury en la canción que da título al disco.
En resumidas cuentas, estamos ante un trabajo de orfebrería , profundo y maduro. Un nuevo traje a medida para el músico mañico. Por poner algún pero, encuentro algunas canciones demasiado extensas, sobre todo hacia el final del disco. Seguramente ganará más peso con el paso del tiempo.
Quiero terminar esta crónica citando a la cantante francesa Yvette Guilbert, la cual hace ya algún tiempo dijo : A veces pienso que el mundo no entiende a nadie. El artista, sea de donde sea, tiene que atravesar innumerables horas horribles y dolorosas, y si al final consigue que alguien le preste atención y le dé una oportunidad, sólo es para no entenderle.

¿Tendrá Yvette descendencia en Zaragoza?

Saludos desde el infierno.

Mr. K

martes, febrero 23, 2010

Retratos (Vol. 7)



Tico

A veces las formas más pequeñas son las que causan estragos más grandes. Y si hablamos de tamaños, no había nada tan menudo como Tico.
Llegó a nosotros como suelen llegar las mejores cosas, sin previo aviso. Y desde ese primer dia, nos dimos cuenta de que era especial.
Nos unió en un momento de extrema aspereza sentimental. Volvió a entrelazar mis manos con las de ella, consiguiendo que regresáramos juntos para andar en una misma dirección. Se convirtió en una pequeña fuente de energía alrededor de la cual todo giraba. No me equivoco si digo que, sin él hoy no estaría donde estoy, esperando un hijo que el pequeño Tico ayudó a concebir.
Toda su fragilidad despertó en nosotros el sentimiento materno y paterno. Nos hizo mejores personas. Ahora se ha ido y no logró encontrar panacea para un vacío tan grande que un cuerpo tan mínimo ha podido dejar.
Sé que no me olvidaré de él. Ni de su mirada perdida y su andar patizambo. Con el tiempo también le hablaremos a Marc de Tico y de lo que ayudó a construir. Un hogar, un amor, una familia. A fin de cuentas, una vida.

Te echo de menos.

lunes, febrero 22, 2010

En el Backstage Vol. 20


Pequeño gran hombre

La noche salió mucho mejor de lo que esperaba, cuando me dijeron que el concierto de Coque iba a ser acústico tengo que reconocer que me echó para atrás; pero que demonios, la semana anterior ya había tenido mi ración de rock duro y estaba dispuesto a dejarme llevar por el pequeño cantante. El evento se celebraba en la sala Wah-Wah, local con gran sonido y en el que ya había pasado gratas noches de concierto.
Los teloneros, Los perros del boogey, arrastraron a una legión de jovencitas que dejaron sin espacio el pequeño local. Los chicos, más que nada voluntariosos, intentaron animar el momento previo a la llegada del gran Coque. Formaban un extraño grupo en el que todo tenía cabida; desde un guitarra que quería parecerse a una especie de Loquillo, otro que iba de modernete, el batería con una estética heavy metal y, la joya de la corona, el afectado cantante y guitarrista que no paró de poner morritos, caritas y demás poses ridículas para regocijo de las adolescentes que parecían idolatrarlo. La propuesta era sencilla, un rock efectista, guitarrero y sucio con unas letras vacías y estúpidas que en ningún momento llegaron a convencerme. Los chavales ponían ganas y se ve que van teniendo tablas, pero mucho camino les queda por recorrer para llegar a ser un buen grupo. Se quedan en lo que son, un conjunto efectista y festivo que poco tienen para ofrecer.
Después de una pequeña pausa una pequeña figura se dirigió al escenario cargando con su Gibson, saludó y con la compenetración de un tal Nico, que iba a los mandos de la guitarra eléctrica, se pusieron manos a la obra. El pie del concierto fue al grano, la versión de No puedo vivir sin ti que tanto suena en televisión, abrió el recital y dejó a todo el público entregado desde el primer instante. La cosa fue un tanto inesperada y no permitió que pudiese fijarme en el aura que irradiaba el pequeño artista, con su americana y fular al cuello, con una guitarra casi tan grande como él, llenaba sin problemas el escenario con una carisma increíble que nos confirmaba que estábamos ante alguien especial.
El agobio de gente se intensificó, pero en este caso hubo un cambio generacional, las jovencitas que estaban coreando los hits de los perros se echaron a un lado para dejar paso a un público un poco más adulto. La cosa iba sobre ruedas y, a pesar de que era una tortura ir a por una copa y conseguir beberla entre el gentío, el bueno de Coque estaba dándolo todo y entusiasmándonos con su repertorio. Además, con su voz inconfundible que modulaba perfectamente y el ritmo que llevaba en sus manos, bien escudado por su guitarra solista, el concierto parecía ir rodado. A pesar de que no conocía la mayoría de las canciones, su estructura sencilla, aunque con contenido, me permitía disfrutar de todos los temas que acometía. Tenía la impresión de conocer todo lo que estaba tocando, como si ya lo hubiese escuchado antes en otras muchas ocasiones.
De repente, sin previo aviso, se destapó la caja de los truenos y el pequeño hombrecillo que estaba haciéndonos disfrutar se cabreó en sobremanera sin motivo aparente. Parece ser que algunos estaban hablando mientras tocaba y el tipo se pilló un rebote tremendo, demostró tener una gran cantidad de temperamento en un cuerpecillo realmente pequeño. Fue increíble el rebote que se pilló el bueno de Coque, no sé cómo fueron las cosas desde su punto de vista, pero desde el mío la cosa no era para tanto. En fin, creo que fue un tema de ego más que una molestia del público, aunque el asunto se solucionó sin mayores complicaciones. Después, como si nada hubiese pasado, terminó el concierto, con alguna concesión a Los Ronaldos y atendió a su gente sin que el enfado pasase a mayores. Parece ser que reconoció, había estado en otras ocasiones en el Wah-Wah, que tenía que haber ido con banda, en lugar de hacer el concierto acústico. Espero que así lo haga, pues disfruté mucho y me gustaría verle al frente de una banda. En definitiva, una gran noche y un gran concierto en el que hubo un profundo recuerdo para mi colega Sergio, espero que en la próxima ocasión podamos disfrutar juntos de este pequeño gran hombre.

Nacho Valdés

En el ángulo muerto Vol. 48


Déjame en paz con esos líos

Pedro llevaba más de media hora esperando para entrar en el despacho, sabía que al director de proyecto le gustaba hacerse rogar, era uno de sus ardides preferidos. No estaba seguro de cuál era el motivo del requerimiento, pero no tenía expectativas demasiado halagüeñas. Se recostó en la butaca de la sala de espera y fijó la mirada en uno de los fluorescentes del techo mientras repasaba mentalmente los posibles errores que podía haber cometido en los últimos días. Recapituló lentamente los acontecimientos, sí era verdad que el proyecto estaba un tanto retrasado, sí era cierto que su coordinación había producido algunas fricciones, pero aparte de esos, en su opinión, ínfimos detalles todo iba más o menos como se esperaba.
Se abrió la puerta que daba paso al recibidor anterior al despacho del director, en ese espacio estaba la secretaría que le invitó a pasar. Pedro llamó a la puerta y entró sin esperar contestación.
- Siéntese. – Pedro se acomodó en una silla frente a la enorme mesa en la que descansaba los brazos el director.
- ¿Quiere un cigarro? – Sabía de sobra que él no fumaba, pero consideró que se trataba una simple norma de cortesía. Encendió el tabaco y le dio una profunda calada, expulsó el humo en su dirección. Después le observó altivo durante unos instantes, como escudriñando en busca de alguna fisura o algo que le diese el pie para arrancar.
- ¿Sabe por qué le he llamado?
- La verdad es que no tengo ni idea. – Respondió Pedro sinceramente.
- Pues el caso es que no estoy satisfecho con la marcha del proyecto que usted coordina. Esto no dice nada a su favor. – Hizo una especie de pausa dramática. – Estoy replanteándome su situación en el organigrama de la empresa.
- Pues tengo que decirle que no estoy de acuerdo con la valoración que está realizando. – Se sentía indignado, como poseído por una especie de emoción que nunca antes había experimentado.
- En fin, los informes que he recibido contrastan entonces con su opinión. Yo creo que la cuestión estriba en su incapacidad para la dirección del grupo que le encomendé a su cargo.
- No sé de qué me está hablando. Mis relaciones con… - Fue cortado tajantemente en mitad de la frase.
- No tiene que explicarme nada. – Cortó subiendo el tono. – Tengo las referencias necesarias para tomar una decisión en este sentido.
- Como iba diciendo…
- No me interesa su opinión, la decisión está tomada. – Pedro recordó la discusión con una de las integrantes del proyecto, era guapa, joven y no descartaba usar sus encantos para medrar. Se había trabajado al jefe, ahora lo tenía claro.
- No me diga más, mi puesto será ocupado por Verónica. – Dijo en un arranque pasional que ni él se esperaba.
- ¿Cómo lo sabe?
- Eso es cosa mía. – Contestó Pedro con desdén. – Le voy a dejar las cosas claritas.
- ¿Sabe con quién está hablando? – El director se había acodado en la mesa con cara de incredulidad.
- Me la trae floja quién sea usted y a qué se dedique. Lo único que sé es que es un puto inútil cuya única motivación es echar un ojo a un escote o echar un polvo furtivo si es posible. – El director balbuceó algo incomprensible.
- Sólo le digo una cosa: como haya algún cambio en mi proyecto le aseguro que su mujer, superiores y subalternos se van a enterar de todas sus putas correrías. ¿Me ha entendido?
- Tengo que interpretar que me está amenazando.
- Resulta que es más inteligente de lo que pensaba. Sí, le estoy amenazando y todavía me estoy aguantando las ganas de cogerle de su puta corbata y apretar hasta romperle el cuello. – Pedro había levantado en tono y había enrojecido. – Debería patear su puto culo de maricón. – El director se echó instintivamente para atrás. – No sé que le habrá prometido a la zorra que intenta pisarme el terreno, pero le advierto que la quiero fuera del grupo y lejos de mí si no quiere que cumpla mis amenazas. ¿Lo ha entendido?
- Sí, sí… - Balbuceó el dirigente ante el dedo extendido en sus narices.

Pedro se levantó, se abrochó la chaqueta y salió sin despedirse por donde había entrado. Estaba seguro que su situación en la empresa mejoraría a partir de esa conversación, era una especie de pálpito que tenía.

Nacho Valdés

A day in the life

Finalmente, la discográfica EMI ha dado marcha atrás en su decisión de vender los estudios Abbey Road. Desde que la noticia saltó al candelero ha habido miles de reacciones.

Aquí os dejo una muestra :

- El Espíritu de Abbey Road por Diego A. Manrique

- Abbey Road por Adrián Vogel

miércoles, febrero 17, 2010

A day in the life


La música se muere, Abbey Road se vende.


La discográfica EMI atraviesa una de sus peores crisis. Es por ello, que ha puesto a la venta los míticos estudios Abbey Road, los cuales existen desde 1931. No hace falta recordar todo lo que esos estudios han albergado.
Sin duda, es una triste y premonitoria noticia.

martes, febrero 16, 2010

En el Backstage Vol. 19


El ruido y la furia

La bucólica y casi fallera Valencia recibió este fin de semana un terremoto musical llegado de Euskadi, los Soziedad Alkoholica recalaron en la rivera del Turia y dejaron a su paso un sinfín de desórdenes y riffs acelerados. Como no podía ser de otra manera y, a pesar de que la actitud fue más bien recaudatoria, el concierto dejó muestras del despliegue de este mítico grupo de la escena underground española.
La cosa comenzó mal cuando a mediados de semana se anunció un cambio de fecha y sala, del sábado en un local testado y más que contrastado, pasaron al domingo a una sala desconocida de la que no tenía referencias. Durante la actuación nadie se acordó de estos datos, pero los días previos estuvieron lastrados por estos condicionantes. Al final resultaron casualidades beneficiosas pues, además de utilizar el domingo para algo más que estar tirado en el sofá, descubrí un más que digno lugar de conciertos del que no tenía constancia.
Comenzó la noche con los voluntariosos The Eyes, que se quedaron en eso, en voluntad y empuje sin respaldo musical. Por lo menos su propuesta era descarada y mostraban desparpajo sobre el escenario, musicalmente, tomando como referencia lejana a los SA, quedaron al descubierto por sus enormes carencias. De todas formas resultaron un preludio divertido y entretenido para tomarse un par de cervezas.
Al rato aparecieron los míticos Soziedad Alkoholica, hacía años que no los veía fuera de un macrofestival y estaba deseoso de comprobar cómo se desenvolvían en las distancias cortas. La sala, tenía un tamaño medio y estaba con los suficientes espacios para poder disfrutar cómodamente del recital. El sonido más que digno, permitía sentir toda la contundencia de los acelerados ritmos de la banda. Además, como aliciente, la barra era de fácil acceso y resultaba especialmente cómodo pedirse una cervecita o copa para disfrutar de la actuación.
En los últimos tiempos, los SA habían vuelto al estudio para regrabar el disco negro, el primero, el más mítico y con el que alcanzaron cotas a las que nunca, en sus más de veinte años de carrera, han vuelto. Ya me había advertido un viejo amigo curtido en mil noches musicales que me iban a sorprender, que por fin vería un concierto diferente a los últimos cuatro o cinco a los que había asistido. No estaba equivocado, la excusa de la regrabación de ese primer trabajo les permitió desempolvar todos los viejos éxitos de los que no había sido testigo en directo.
Comenzaron con uno de esos himnos que recuerdo haber coreado en bares, parques y demás correrías de juventud. En cuanto sonaron los primero acordes de Perra Vida quedó claro que la cosa iba en serio, que no habían venido de paseo. Volvían a sus momentos hipercríticos con los que nos embargaban en sus primeros años, todo acompañado de una ejecución implacable en el que las guitarras afiladas, la batería contundente y la inconfundible voz de Juan nos hicieron disfrutar. Después vendría un aluvión de temazos como SHAKTALE, Civilizacion Degeneración, Cienzia Asesina, Pelota, Ya Güelen, Ratas y Tijera contra papel. De esta forma se recuperaron innumerables momentos que creía olvidados en mi particular historia; se puede decir que los Soziedad Alkoholica se han sometido a un tratamiento de rejuvenecimiento con motivo del vigésimo aniversario de la banda. Están en plena forma y hacen gala de una actitud envidiable. Sólo una cosa puedo criticar, pues sonido, repertorio, sala y demás estuvo a la altura del acontecimiento, y es que la actuación fue de algo menos de hora y media se me pasó volando. Nos quedamos con ganas de más, pero estaremos a la espera del regreso de la mítica banda de Vitoria. De toda la noche una sola duda me quedó. Sentí una extraña presencia, me pareció ver a Mr. K a lo lejos, entre la gente, acodado en la barra hablando con una bella camarera. Cuando quise acercarme ya había desaparecido, quizás solo fuesen imaginaciones mías.

Nacho Valdés

lunes, febrero 15, 2010

A day in the life

Bob canta en La Casa Blanca

El pasado miércoles Bob Dylan cantó en la Casa Blanca con motivo de un concierto por los derechos civiles. El viejo Dylan suele ser bastante huraño con este tipo de actos asi que la ocasión merece al menos un comentario. Aquí os dejo el video:

En el ángulo muerto Vol. 47


Ambición

Cuando era pequeño, como a todo niño, me daba la impresión de que el mundo rotaba a mi alrededor, de que todo se reducía a mi pequeño e infantil punto de vista. Por supuesto, con el paso de los años, cambié esta postura. Me vi obligado a abrirme al exterior y encontrarme con los demás, con el orbe, con lo que me rodeaba. Esta experiencia, lejos de cerrar mis pequeñas expectativas, las avivó. Tuve la impresión de que todo lo que estaba circundándome era mediocre, que yo estaba por encima de la media y que, de alguna manera, estaba destinado a cambiar las cosas.
Por supuesto era autodidacta en mi formación, consideraba que nadie estaba facultado para ilustrarme, que yo mismo sería capaz de lograr y alcanzar el nivel intelectual y creativo que ansiaba. La literatura era mi válvula de escape, un trabajo solitario en el que en alguna ocasión me vi recompensado en varios certámenes literarios. Realmente lo que me gustaba del mundo de la ficción era el que no tenía que juntarme con nadie, que podía, sin ayuda externa, organizarme a mi manera. Me impuse una dinámica de trabajo ardua y entregada que me llevaba hasta la extenuación, mi intención era triunfar en el universo literario y hacerme un nombre que por lo menos me permitiese vivir de mi genio. Trabajaba como camarero algunas horas para sacar adelante el piso compartido en el que vivía, pasé enormes privaciones y tuve que recibir multitud de ayudas para componer mi primera novela sustentada sobre nicotina, cafeína e insomnio.
Por supuesto fue un completo fiasco. No hubo ningún interés por ninguno de los editores con los que contacté, se puede decir que mi debut no fue demasiado halagüeño. Finalmente logré sacar la publicación adelante, tuve que pedir un préstamo a un familiar y vender mi obra como pude entre conocidos, amigos y compromisos. La crítica, que por supuesto no era especializada, no fue demasiado benévola con el trabajo que tanto esfuerzo me había costado sacar adelante. Lo achaqué a la baja capacidad intelectual reinante en los demás, a la medianía en la que estaba inmerso. Supuse que si quería alcanzar el anhelado éxito tenía que rebajar mis pretensiones, darle al vulgo lo que deseaba. No me lo pensé más y, partiendo de la base de mi innegable potencial, me puse con mi nuevo cometido.
El dinero que había sacado de mi poco rentable publicación todavía aguantaba, tenía un remanente que me permitía malvivir en mi pequeña habitación. Decidí no pedir ayuda a nadie, robaría si fuese necesario, pero no volvería a pasar por la humillación de tener que rogar una limosna para aliviar la situación que atravesaba. El plan urdido era brillante por su sencillez y austeridad; no saldría de mi cuarto más que para lo que fuese estrictamente necesario y reduciría las comidas al mínimo posible para sobrevivir. La pérdida de peso hizo que mi rostro se demacrase y mi cerebro se abotargase por los múltiples programas rosas que veía en busca de la inspiración villana que me daría el pasaporte a la fama; era un trabajo titánico pero me veía en la obligación de hacerlo, de sacar adelante la que era mi única aspiración.
Encontré el argumento y me puse a escribir de manera febril, como si algún tipo de automatismo me dominase y me llevase a la creación convulsiva. Mi genio estaba desatado, la historia era un especie de triller policíaco con tintes de romance, algo que, en mi opinión, llegaría a todos los públicos.
Cuando hube terminado, tras meses de trabajo agotador, comencé a mover la obra entre los editores a los que conocía. El interés fue inmediato, mi novela estaba respaldada y parecía que había un interés profundo por parte del público. Rápidamente los ingresos se multiplicaron y se convirtió en la referencia literaria del año, estaba pletórico. Firmé un contrato que me ataba con la editorial para tres obras más, todas siguiendo el mismo estilo y esquema que el bombazo que había escrito.
El problema llegó con las opiniones vertidas respecto a mi trabajo, fue vapuleado y destrozado por los aparentemente sesudos intelectuales que se dedican a triturar el esfuerzo de los demás. Me vi sin fuerzas para continuar, no quería labrarme un destino oscuro en el que fuese uno más de entre los mediocres escritores de best seller. Caí en una terrible depresión que me llevó al incumplimiento de contrato y a una demanda por este motivo. Hoy por hoy, estoy a la espera de juicio mientras escribo estas líneas desde el pabellón psiquiátrico en el que estoy encerrado. Parece que en lugar de cambiar el mundo, ha sido éste el que me ha devorado a mí.

Nacho Valdés

miércoles, febrero 10, 2010

A day in the life

Ringo ya tiene su estrella




El Beatle Ringo Starr tiene por fin su merecida estrella de la fama junto al edificio Capitol Records. Starr no se sentirá solo pues junto a él están sus compinches John Lennon y George Harrison
Paul Mcartney se convierte en el único Beatle sin estrella. Curiosa paradoja,¿no?

martes, febrero 09, 2010

En el ángulo muerto Vol. 46


Un tipo excepcional

Dicen que estaba mal, que bajo la aparente alegría, oculto en esa forma de afrontar los problemas, se encontraba un hombre vencido. A mí nunca me lo pareció, a pesar de que no éramos habituales, de que nuestra relación se había enfriado yo le seguía viendo como lo que siempre me había demostrado. Le consideraba un ganador. El cabrón tenía todo lo que se había propuesto, otros estábamos mucho peor para salir adelante. Quizás fue eso lo que le venció, lo que le hizo claudicar y clavar la rodilla en tierra.
Desde joven había destacado. No me preguntes porqué, pero el tío, cuando entraba en algún sitio se quedaba con todos los presentes, tenía un magnetismo especial que le hacía ser el centro de atención. En apariencia no hacía nada para lograr ser como era, todo lo contrario, parecía intentar pasar desapercibido y lograba el reconocimiento automático de la gente. Era increíble, las chicas no se le resistían, era algo alucinante como era capaz de desenvolverse, de lograr lo inalcanzable. Vamos, tenía estrella.
Yo me mantenía en un segundo plano, va más con mi carácter. De alguna forma era uno más de los que le idolatraban, de los que le veían como alguien especial y por encima de la media. Él, sin embargo, me trataba diferente, parecía como si la misma admiración que yo sentía, la experimentase él hacia mí. Formábamos un dúo, una pareja que siempre iba junta a todos los sitios. La diferencia estaba en que yo le necesitaba mucho más de lo que él me necesitaba a mí, o por lo menos eso es lo que me parecía.
Fuimos inseparables muchos años, se nos conocía prácticamente por el dueto que formábamos. Como siempre estas cosas tienen fecha de caducidad, yo me ennovié y él se fue a estudiar fuera, quería sacar rendimiento a su talento como dibujante. Manteníamos contacto y nos veíamos tres o cuatro veces al año y aunque no era lo de antes lo aceptábamos como inevitable. Creo que ambos albergábamos la esperanza de un reencuentro cuando nuestras vidas se fuesen encauzando de manera definitiva.
Nunca volvimos a unirnos como durante la juventud, llamadas y alguna visita no eran suficientes para sacar adelante la relación como en los viejos tiempos. Quizás fuese pueril y estúpido por mi parte el desear ese tipo de regresiones, pero creo que por su parte sentía lo mismo. Acabó viviendo en Bruselas y casándose. Por supuesto estuve en la boda y todos los años, de manera inevitable, yo y mi mujer íbamos a visitarle. Había logrado hacerse un nombre artístico y había montado una galería en la que no sólo ganaba dinero con su trabajo, sino que conseguía lanzar a jóvenes promesas. Parecía brillar como antes.
Cada vez que nos juntábamos y bebíamos unas copas, nos daba por lo mismo. Empezábamos a elucubrar, a proyectar un futuro común como si nuestros hijos y parejas no tuviesen cabida. Grandes historias que nunca llegaban a hacerse realidad. Por supuesto sólo servían para alimentar nuestra melancolía; luego, cada uno, seguía su camino.
Ayer me llamaron al trabajo, me interrumpieron en mitad de una de las clases que imparto en la universidad. Cuando vi la llamada desde el extranjero supe que algo tenía que ver con él, era su mujer. Al recibir la noticia tuve que sentarme, que dar por terminada la sesión. Era como si uno de mis sostenes vitales se hubiese caído, como si una certeza inamovible hubiese desaparecido. Dejé todo y cogí el primer vuelo directo, estaba abatido, como si de alguna forma fuese imposible lo que me habían dicho. Él no, no era capaz de llegar tan lejos y menos de renunciar a la vida que tanto amaba. Me dijeron que se colgó, que se hartó de vivir, aunque yo creo que esta es otra broma más de un tipo excepcional.

Nacho Valdés

jueves, febrero 04, 2010

A day in the life

Próximas adquisiciones sonoras :

- Vampire Weekend : Ínsultántemente buenos. Banda de New York con influencias africanas. Todos sus integrantes se conocieron en una escuela de cine. Estarán en Barcelona y Madrid el 27 y el 28 de febrero. Este es el single de su nuevo disco :



- Arizona Baby : A pesar del nombre, estos chicos son de Valladolid aunque no tienen nada que envidiar al sonido americano. Tienen excelentes canciones y además les produce el disco Paco Loco, el mayor especialista en este tipo de sonoridad de la península.



- Ray Lamontagne : Lleva sonando en mi casa desde que hace unos años descubrí su canción Trouble. Después ha sacado tres discos más, el último en 2009. Heredero del folk americano y de la voz de Tim Buckley. Uno de mis preferidos en los momento de soledad.

martes, febrero 02, 2010

A day in the life

Hace unas semanas os anunciábamos el estreno del videoclip de Enrique Bunbury, que servía como presentación del su nuevo disco. La canción es, en realidad, una versión del tema de Jeanette, Frente a frente. Bunbury esta arropado por la sensual voz de Miren Iza(Tulsa) tanto en la cancíon como en el video, donde hacia el final también aparece la autora original del tema.
El álbum lleva por título Las Consecuencias y se pondrá a la venta el próximo 16 de febrero.

Retratos (Vol. 6)

Sueño con Charlotte Gainsbourg cantando en una pequeña habitación de hotel. Más tarde, su cabello descansa en mi pecho mientras sus canciones han quedado ancladas a la pared. Le digo que la quiero pero no me escucha. Únicamente clava sus profundos ojos en los míos y susurra palabras que no comprendo. Siempre tuvimos el inconveniente del idioma.
Cuando por fin todo se desvanece mis ojos descubren la soledad de mi cuarto y una luz fundida. Me visto deprisa llevado por una aparatosa fuerza incontenible. Bajo corriendo las escaleras, tropiezo con vecinos que parecen venir de la guerra suplicando por la salvación del alma. No podrán conmigo. Salgo a la calle.
Entro en la tienda de discos y empiezo la búsqueda. Después de un tiempo razonable doy con ella de nuevo. Me mira de soslayo desde la portada. Una vez más le digo te quiero y ella responde: Llévame a tu casa.
Preparo el equipo de música, lo acompaño de un Whisky y quizás un porro. Me siento en el sillón de cuero y me pongo los cascos. El disco empieza a rodar como un carrusel delirante. Cierro los ojos y vuelvo a ver los suyos.
Te quiero Charlotte, cántame una nana antes de devorarte.

lunes, febrero 01, 2010

En el ángulo muerto Vol. 45


Extraños conocidos

- Te quiero. – Me dijo en cuanto entré por la puerta.
- Yo también te quiero. – Musité mecánicamente.
Estaba extrañamente mareado, me habían invitado, los compañeros y superiores, en mi último día de trabajo, a unos tragos en la cantina. Unas cervezas frescas que acabaron convirtiéndose en tequila, pasaron a los abrazos y casi a las lágrimas. Al final me tuve que escabullir, no soportaba la presión de ser el centro de atención. Un inmigrante rodeado de mejicanos cariñosos, ahora la vida volvía a abrirse ante mí, pero sin el vigor de la juventud.
Dejé todo tirado en el sofá, y reparé en que estaba especialmente bella. Se había maquillado un poco y vestía con un ligero vestido que favorecía sus formas maduras, el calor provocaba que el vaporoso tejido se ciñese involuntariamente a su piel tostada. Me miraba de forma distinta, o por lo menos yo reparaba en ello, cosa que probablemente no había hecho desde hacía mucho tiempo.
Me aflojé la corbata, y me tiré un segundo sobre mi butaca. La luz del caribe entraba por el ventanal y me provocaba cierto cosquilleo en el cuerpo, una especie de sensación de bienestar. Se acercó y me abrazó, yo no reaccioné, estaba ensimismado en el momento que inauguraba en ese instante tras el bullicio de las despedidas.
- ¿Por qué no te cambias?
- ¿Para qué? – Contesté sin mirarla.
- Hoy es un día especial. No te acuerdas que te jubilas.
- Ya lo sé, no tengo ni idea de si esto es bueno o es malo. ¿Tú que piensas? – Tenía la costumbre de preguntarle cuando no encontraba respuesta a mis atolladeros personales, ella solía tener una especial sensibilidad para solucionar ese tipo de asuntos.
- Ponte el traje de lino blanco, que estarás más cómodo. Después si quieres hablamos de todo esto. – Me dí cuenta de que la mesa estaba puesta con las mejores galas. El sol que se ponía en la bahía y la situación me provocó cierta alegría, un estado difícil de describir que no experimentaba desde hacia mucho tiempo.
- ¿Me pongo también el sombrero?
- Si quieres, estás muy guapo con él.

Me cambié en el cuarto, frente al espejo. Éste me devolvió la imagen de mi cuerpo gastado, arrugado y experimentado. No me angustiaba demasiado pero, como siempre, ella tenía razón. Ganaba muchísimo con el traje que me había dejado sobre la cama. La anterior sensación deprimente del alcohol estaba dando paso a un estado eufórico que la tarde caribeña resaltaba, me ajusté el sombrero, lo ladeé y me atusé el bigote que llevaba desde hacía más de veinte años. En el comedor se escuchaba cierto ajetreo, pensé que estaba terminando la cena o algo por el estilo.
Salí del cuarto de punta en blanco, ella estaba en el centro de la habitación, rodeada por siete mariachis que cuando vieron mi cara de pasmo comenzaron a tocar la ranchera de Sigo siendo el rey. Me quedé paralizado, en ese mismo instante, como si de una revelación se tratase, me di cuenta de que ella era lo mejor que me había sucedido en la vida, algo excepcional en lo que no siempre reparaba. Me miró a los ojos que se humedecían, no sabía qué decir ni qué hacer, se acercó y me besó en la boca. Nos abrazamos y comenzamos a girar al son que marcaban esos desconocidos que lucían amplias sonrisas. Le dije al oído con voz entrecortada: - Gracias por todo. Te quiero. – Esta vez lo dije con sentimiento mientras las lágrimas de alegría resbalaron por mis mejillas, al son de los mariachis mis incertidumbres desaparecieron. Nada importaba si estábamos juntos, nos acercamos a la terraza y escuchamos el final de la canción mientras la bahía consumía el sol que se ocultaba. Me dio la impresión de que mi vida empezaba de nuevo, la abracé y dejé que apoyase la cabeza en mi hombro mientras dejábamos que el momento se dilatase un poco más.

Nacho Valdés