jueves, enero 28, 2010

La Radio Rota de Mr. K,




Hello my Hungry Hearts friends…Os escribo desde el olvido metafísico de mis funciones más elementales. Disfruto de unas merecidas vacaciones tras un año algo agitado. Aun así, mi deshabitado cerebro es incapaz de dejar pasar las oportunidades sonoras que el tiempo nos regala.
El amigo de todos, Joaquín Sabina, publicó hace unos meses nuevo disco Vinagre y rosas. Como era de esperar, en poco tiempo se convirtió en disco de platino, éxito absoluto de ventas y por supuesto, el perro andaluz ya ha logrado cerrar más de 120 conciertos para el año que empieza.
Decir Sabina en España es decir mucho. Cuando el bardo se pone a escribir, asusta. Ya sabemos que no es el Sabina de antes, el que cerraba los bares con las manos llenas de coca y putas (él se encarga de recordarlo en cada entrevista), pero tampoco le queda ancho el traje de sobreviviente. Ese es quizás uno de los grandes problemas de sus textos actuales. ¿Qué Sabina debe hablar? ¿El ex cocainómano, el hombre que va al mercado por las mañanas o ambos a la vez?

Las letras, auténtica prueba del nueve de Vinagre y Rosas, parecen estar aquejadas de una extraña enfermedad a la que a partir de ahora podríamos denominar “Sabinitis”. Me da la sensación que el bueno de Joaquín hace un ejercicio de autoplagio con la pega de que, lo que antes rebosaba autenticidad, hoy es un ejercicio de estilo más que cualquier otra cosa.

Su último disco me resulta aburrido, desencajado y, en ocasiones, fuera de lugar. Parece que de tanto ir con Serrat se le ha pegado el mismo anquilosamiento en las grabaciones de las que hace escuela el catalán. Sabina lleva demasiado tiempo dejando recaer todo el peso de su producción musical en sus dos compinches Pancho Varona y Antonio García de Diego.
Las guitarras suenan en ocasiones a disco de Alejandro Sanz o de cualquier “baladista” del montón. Estridentes y absurdas. Las músicas remiten a algo ya escuchado anteriormente. Y no una vez, sino varias.

Sólo en una ocasión ha tenido el valor o la lucidez de probar otra cosa y, ¡sorpresa!, le tocó el premio. Grabó su mejor disco en manos de otro, la obra maestra 19 días y 500 noches, que parió junto a Alejo Stivel. Las letras y la música de esas canciones llevan la firma exclusiva de Sabina. A partir de ese momento, sus canciones las firman él y sus productores. La única razón por la puedo entender semejante encabezonamiento artístico es que Varona y De Diego son las únicas personas capaces de aguantar una grabación con Joaquín. Conocen mejor que nadie sus tiempos, su personaje, y su mala leche. Todos recordamos como acabó con Fito Páez durante la grabación de Enemigos Íntimos.

El disco contiene varias colaboraciones: Benjamín Prado, uno de esos poetas que el rock ha ido engullendo con su gran boca, se ocupa de algunos textos a pachas con Joaquín. De este pacto de caballeros ha salido el libro Romper una canción escrito por Prado donde se cuenta el proceso de construcción de las canciones y las miles de anécdotas que les sucedieron a estos dos outsiders.
La otra colaboración corre a cargo de los omnipresentes Pereza, los cuales firman increíblemente los dos mejores momentos del álbum. Los jóvenes roqueros ejercen como tales y dan un empujón al tempo general del disco. Eso sí, también nos regalan como siempre su estigma de payasos al rodar el video clip del single Tiramisú de Limón en una actitud totalmente alejada de la realidad, mostrando innecesariamente ,pues ni canción ni lugar lo requieren, todas las posiciones para tocar una guitarra de la forma más roquera posible.
Resumiendo, éste no es ni mucho menos el mejor disco de Joaquín, ni lo será el siguiente si sigue sin arriesgar. Confieso, no sin cierto reparo, que durante años le rendí pleitesía, y que seguramente por eso siga creyendo en él con el paso de los años.
En esos momentos tan íntimos me miro al espejo y la mente me dice: nadie sabe envejecer tan bien como Dylan.

Seguiremos emitiendo…


Mr.K

miércoles, enero 27, 2010

A day in the life



Wilco se suma a los músicos que recaudan dinero para ayudar a Haití. Desde su web, ofrecen en descarga dos conciertos (uno celebrado en julio en el Keyspan Park de Brooklyn, el otro es el concierto que la banda ofreció en el HMV Forum de Londres, en noviembre). Aunque la descarga es gratuita, se solicita voluntariamente un donativo mínimo de 15 dólares para OXFAM o Médicos Sin Fronteras.

Extraído de EfeEme.com

Desde aquí puedes acceder a los conciertos.

lunes, enero 25, 2010

En el ángulo muerto Vol. 44


¿Sube?

Su mano, rematada en unas garras tintadas de rojo, se interpone en la puerta, reconozco inmediatamente el enorme anillo de bisutería barata. Es la vieja del quinto. - ¿Sube? – pregunto. Ni siquiera contesta, me lanza una mirada tras sus gafas de sol que parece decir: “¿No es evidente que subo, imbécil?
Aprieto el botón de mi piso, que ella presione el suyo, ya estoy bastante harto de sus faltas de educación. Me pega un ligero codazo para acceder al panel, suspiro profundamente y los pulmones se me llenan del infernal olor proveniente de su especie de tupé cargado de laca perfumada. Despide una fragancia terrible, casi hipnótica en la que se mezcla senectud, mal gusto y un tufillo a ranciedad insoportable.
El ascenso es terriblemente lento, ella se baja en el piso anterior, vive justo debajo de mí. No deja de observarme tras sus cristales ahumados, parece estar escudriñando los secretos de mi alma, robándome mi aliento vital para devorarlo en el infierno. Viste con zapato bajo, supongo que considerara mi altura como descocada, ni tan siquiera me llega al hombro. Hay cierta perversión en su estatura, parece anclada en un mundo infantil salido de una pesadilla, de un mal sueño que me persigue. A veces me pregunto si esta mujer espera mi llegada para subir a su casa, si su única misión en la vida es hostigarme y ponerme nervioso.
Da igual, decido evadirme, controlo el ascenso vigilando los números digitales que a un ritmo tremendamente cansino van progresando poco a poco. No puedo, siento su mirada clavada en mí, parece que está indagando en mi interior. Comienzo a traspirar, la fragancia me sofoca, creo que me mareo, que estoy a punto de desmayarme. El ascensor da la impresión de un terrible sarcófago del que no podré salir, una tumba metálica de luces tintineantes que me recluirá con esta terrible mujer. Le echo una mirada que, por la expresión que la señora me devuelve, debe ser la más estúpida del mundo. Me observa con desdén, como deseando que sufra una lipotimia o algo peor. Me falta el aire, respiro con dificultad. Me sujeto el pecho con una mano, el corazón se me antoja desbocado, creo intuir una sonrisa en la comisura de sus labios. El estampado de leopardo de sus zapatos me confunde, produce que tampoco pueda dirigir la mirada hacia el suelo. Su abrigo de pelo me parece también desagradable, el conjunto no puede ser más horrible. Su cuerpo amorfo forma una especie de burbuja con su pecho hinchado y sus ridículas piernas esqueléticas, sufro una arcada.
Un piso más, no me queda nada, ¿podré aguantar? El ascensor se para un momento imperceptible que da la impresión de ser infinito, rezo por no quedarme encerrado, lo más probable es que uno de los dos acabase muerto; sospecho que sería yo el cadáver. Las puertas metálicas comienzan a abrirse, entra aire puro y la luminosidad del descansillo. Salgo de un salto, tropezando y haciendo aspavientos, tengo la sensación de haber sobrevivido a una experiencia límite. Tomo una bocanada y tengo el valor de volverme hacia las puertas que comienzan a cerrarse, tengo una última imagen de la terrible mujer que me atosiga y persigue, su rostro muestra una amplia sonrisa que no tiene sonrojo de revelar abiertamente.
Esa última imagen me perseguirá lo que resta de día, espero que no me acompañe también en mis sueños. Tengo miedo, mucho miedo.

Nacho Valdés

lunes, enero 18, 2010

En el ángulo muerto Vol. 43


Locura Transitoria II

La segunda fase del traslado fue la más complicada. Teníamos las paredes terminadas y habíamos comenzado a mover algunas cosas, parecía que todo funcionaba a buen ritmo. Aunque teníamos los dos lugares atascados, el baile de cajas y la falta de objetos en el lugar que dejábamos daban la sensación de que avanzábamos en alguna dirección. Por supuesto, no era capaz de intuir cuál era ese lugar.
Para mover los muebles y toda la mierda acumulada me pedí un día libre y alquilé una furgoneta. Ella, por supuesto, no podía dejar de lado sus tareas laborales, así que sería yo el que se manchase las manos. Lo único que delegué fue el alquiler del vehículo; supuse que algo tan sencillo como eso sería fácil de resolver, pero nada más alejado de la realidad. No sé con quién habló, parece ser que con otra tía, que le recomendó una furgoneta de mierda que me obligó a dar más vueltas que una peonza. Daba un viaje tras otro, creo que llegué a los quince trayectos, pero el caso es que con ayuda de un tipo que había contratado, me moví toda la casa en una sola jornada. Cuando ella llegó de su trabajo, fina, delicada y sin una mancha, yo estaba cubierto de mugre, suciedad y sudor. Por supuesto, nada de lo que había colocado estaba a su gusto, así que nos pasamos hasta las cinco de la madrugada moviendo y volviendo a mover los enseres para que quedasen a su antojo.
Al día siguiente llegó la limpieza, todo estaba sucio, gris y caduco, yo no podía más pero tenía que echar el resto. Esa jornada la pasamos juntos, codo con codo, yo recibiendo instrucciones y ello contribuyendo estúpidamente con cuatro cosas. El trabajo duro era cosa mía, yo fui el que rascó la pintura de los suelos y rodapiés, el que frotó sin descanso los azulejos hasta que todo parecía nuevo. Cuando llegó la noche no era persona, era un guiñapo que no podía moverse, con la espalda reventada y mil dolores pequeños que atravesaban mis extremidades. Como no podía ser de otra manera, los gritos, las discusiones y los malentendidos estuvieron presentes de manera constante, así que cuando terminamos mi cabeza y mi cuerpo parecían una caldera a punto de estallar. Salí a la terraza con una cerveza, quería que el viento me relajase, que los ruidos de la ciudad dormida me acunasen para que mi furia se fuese diluyendo poco a poco. Estaba asomado, ensimismado observando la calle y los pocos coches que cruzaban la calzada, cuando me cogió por la cintura abrazándose a mí, esto provocó que se me cayese la cerveza recién estrenada por el balcón. Era una tontería, algo estúpido, sólo tenía que acercarme a la nevera y abrir otra, pero el viaje del vidrio desde mis manos hasta su destrucción en el suelo provocó que me la imaginase haciendo el mismo trayecto. Fantaseé con la idea de cogerla, arrastrarla hasta el borde y empujarla al vacío para ver si de esta forma podía estar unos instantes en paz.
- ¿Estás bien cariño? ¿Te pasa algo? - Me sorprendí a mi mismo totalmente ido, mirando la caída que tenía delante sin prestar atención a lo que me decía.
- No me pasa nada. Siento todo lo que ha pasado hoy. – Contesté aturdido.
- Yo también lo siento.

Realmente no ocurrió nada, hoy por hoy vivimos felices en nuestro nuevo piso, incluso hemos tenido un hijo que es guapísimo y sanísimo, pero en ocasiones me asomo a la terraza, miro al vacío y todavía me sorprendo de las ideas homicidas que pasaron por mi mente. Si una conclusión he sacado de esta experiencia, es que nunca más acometeré yo sólo una tarea como la que realicé, la próxima vez contaré con profesionales, que hasta donde yo sé, no se matan entre ellos.

Nacho Valdés

miércoles, enero 13, 2010

A day in the life




El sábado 16 de enero, a las 12 del mediodía (hora española), y desde su web, Enrique Bunbury estrenará el videoclip ‘Frente a frente’, adelanto de su nuevo álbum, “Las consecuencias”. El vídeo ha sido dirigido por J.A. Bayona y cuenta con la presencia de, además del propio Bunbury, la cantante Miren Iza (Tulsa) y Jeannette.
Extraído de Efeeme

A day in the life


El suplemento NO del prestigioso diario argentino Página 12 convocó los últimos días del año una encuesta para dar con el artista más importante del país en esta última década.
El resultado ha sido la coronación de Andrés Calamaro como lider artístico del país. Asi comentaba el propio cantante su premio :

"Confío en los elementos que empujaron a estos colegas a elegirme", declaró el músico. "Fue una década donde mostré un amplio espectro de recursos humanos, patrióticos en términos de integridad rockera. Yo me siento músico de rock en lo individual y también como parte de un colectivo de músicos del mundo; fui versátil, fui narcótico, vengo del olvido y podría estar terminando la década en la cárcel o en el hospital; de hecho empecé esta década en el hospital y la terminé en el rico Luna Park".

Desde Los Tacones del Desprecio, donde nunca hemos ocultado nuestra simpatía hacia el Salmón, mandamos gracias y aplausos a tan preciado reconocimiento popular y sincero

Canciones para soportar el frío

TULSA - LA CARRETERA



TOM PETTY - THE LAST DJ



ANDRÉS CALAMARO - MIL HORAS (LIVE)

Retratos (Vol. 5)

Agitó su cabeza para hacer perder la mía poco tiempo después. Puso sus pies sobre mis huellas y echó a andar con paso lento evitando pisar las vías del tren.
Sus ojos eran a veces un nido de avispas y otras un paraíso dorado. Sentía como el aullido del motor de los coches robados dinamitaba cualquier esperanza de sueño. Esa música celestial de valientes.
Diez corazones abandonados y nada de dinero. Una mente clara junto a un acorde menor. Éramos barcos encallados en ríos caudalosos, con sus profundidades indescifrables y sus tormentas de verano.
Una noche, una sola noche, el mundo nos envidió de verdad. Supimos de verdad por qué estábamos allí. Comprendimos que nunca más volveríamos a ser los mismos.
Nos reímos….

Detrás de esto sólo hay tiempo perdido. Colmenas de edificios que aguardan para ser habitados. Rutas incandescentes para cuerpos sin gravedad. Música celestial en tiempos de guerra y hambre. Sucia espina dorsal del universo. Invento de las musas y los cuatreros. Esperanza perdida por no comprender la luz a tiempo. Ruido de ventanas siempre cerradas a las buenas palabras. Dolor y sueño.

lunes, enero 11, 2010

En el ángulo muerto Vol. 42


Locura transitoria I

Todo comenzó como una ilusión, una quimera que fue tomando forma hasta que se materializó en un bonito ático con vistas a toda la ciudad. Mi reticencia inicial fue dando paso a cierta permisividad hasta que, de un día para otro, me sorprendí viendo una casa con una chica de una inmobiliaria. El piso era una maravilla, céntrico, luminoso, amplio, aunque un tanto destartalado. Lo más atractivo era el precio, asequible para la zona y no excedía en demasía al de la casa que dejábamos atrás. A mí realmente me daba igual vivir en un sitio o en otro, pero a mi novia parecía importarle mucho la gente de la que se rodeaba. No digo que no sea significativo, aunque para mi gusto era demasiado intransigente, tachaba a nuestros vecinos de incultos o de pueblerinos, cosa que era cierta, pero no había hecho nada por entenderles o acercarse a ellos. El caso es que de la noche a la mañana me vi inserto en una mudanza, los trastos, muebles y demás enseres que habíamos acumulado durante los últimos tres años deberían moverse, limpiarse, reubicarse y demás historias que acompañan a estos eventos. Por otro lado, la casa necesitaba una mano de pintura y que se tapasen las múltiples grietas con las que contaban techos y paredes. Vamos, un trabajo de chinos en el que me embarqué sin dudar, una de estas cosas que acometes con fuerza antes de empezar pero que en cuanto te pones manos a la obra ves enseguida que te quedan grandes.

Lo primero que hicimos fue pintar. Compramos todo lo necesario y acometimos la faena, rodillo arriba y abajo, pincel para las esquinas, distintos colores dependiendo de la estancia que decorásemos. El despliegue era importante y ya comencé a sospechar que el asunto traería más cola que las meras molestias provocadas por la suciedad; la tensión era patente y, cada instante que pasaba, se hacía más evidente. Cada uno teníamos nuestra forma de trabajar. Yo me ponía música y si nadie me molestaba podía tirar durante horas a buen ritmo y sin pestañear, pero ahí estaba la cuestión, las interrupciones comenzaron a ser constantes. No podía dar un paso sin que su chirriante voz me anunciase algún drama que a mí, por supuesto, me parecía una gilipollez como una casa. – Estás manchando el suelo. - -¿Me ayudas a abrir la tapa de la pintura? – No llego a tal sitio. - - ¡Estoy harta de esta mudanza! - - ¡Este color no me gusta!- Así todos los días, durantes varias horas, con el agravante de que era después de cumplir con mi jornada laboral. Como todo tiene un límite, poco a poco, se me iban hinchando los cojones y todos los días acabábamos discutiendo y echándonos los trastos a la cabeza. Para colmo de males, la cosa no parecía avanzar y tardamos muchísimo más de lo esperado en terminar de pintar todo el piso. Los plazos comenzaban a agobiarnos y teníamos que dejar nuestro antiguo hogar, por las noches solía echarme un cigarro con una cerveza en la terraza vieja, añoraba esos días en los que todo discurría sin problemas y no tenía más complicación que ir a trabajar y cumplir con mis responsabilidades cotidianas.

Nacho Valdés

El Regreso

Regresamos engrasados y listos para el nuevo año. Con la fuerza de un tren de mercancías asaltado por pistoleros de sangre hirviendo. Atrás queda 2009 como un cadáver abandonado, seguiremos los pasos del futuro enganchados a una barra de bar, a otra canción y a algún consuelo fortuito. Creednos, somos distintos del pasado año aunque en el fondo somos iguales que siempre.
Corazones Hambrientos o Los Tacones del Desprecio ponen una vez más sus pisadas en la luna.

BUEN AÑO……………………………………..