Yo, que sonreí sin reparo a las flores tristes de mi jardín esperando que ellas me devolvieran la vida y la suerte, decido ahora cambiar este traje viejo por una nueva armadura que el tiempo no oxide.
Había demasiado espacio para abarcar, con tan poca carne y hueso, en aquella extraña relación donde los latidos del corazón marcan también el paso de los amantes y su insaciable caminar en busca de algo parecido al amor.
Tú, mientras caen lunas en la playa de Zarautz, intentas iluminar esta cena barata y este amor animal sin caer en el desánimo que trae consigo la rutina y los días nublados.
Aquellos que no intentan volar acaban estrellados.
Somos aquello que nunca podremos conservar. Recuerdos en mate de calles mojadas de Madrid donde mi caminar se estancó durante seis años.
La playa de Oliva parecía una burbuja a punto de reventar y yo situado en el medio de algo que quería cambiar pero que no podía.
Mis manos temblando al atar los cordones del destino sin pensar en las consecuencias de elegir el camino incorrecto.
La vida que pasa sin saludar a los bañistas, sin quedarse a cenar a la luz de esta pena que todavía no logré curar.
Otra vez susurra el olvido: Aquellos que no intentan volar acaban estrellados.
Estoy listo para el aterrizaje, paren los motores.
4 comentarios:
Me ha encantado la vuelta de Retratos, se ve que las vacaciones han dejado posos de inspiración en tu prosa.
Enhorabuena por el escrito.
Abrazos.
Gracias amic...
precisas y preciosas palabras, brother
Gracies brod..
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