lunes, mayo 31, 2010

En el ángulo muerto Vol. 61


El músico

El comisario entró en el estudio. El piano de cola ocupaba toda una esquina de la habitación, en el otro extremo un improvisado despacho estaba cubierto de papeles y partituras. El resto de la estancia era diáfano, como en una especie de abandono aseado.
- Este desorden contrasta con el resto de la mansión. – Dijo para sí. - ¿Cómo es posible que la baronesa permita esto? – Comentó con el mayordomo que le iba guiando.
- Señor, en este sentido no tengo nada que decir. Es la señora la que nos encarga qué hacer y cómo.
- ¿Olvida usted que está hablando con un policía? Tiene la obligación de contestarme.
- ¿No me diga? – Respondió provocador.
El agente encendió un cigarro, aspiró profundo y soltó el humo en dirección a los infinitos techos de la casona.
- Le rogaría que evitase fumar dentro de la casa.
- ¿No me diga? – Respondió guasón. - ¿Va usted a responder a mis preguntas o tendré que ejercer mi autoridad? – El hombre suspiró profundamente.
- Sí no queda otro remedio.
- ¿Cuál es el motivo por el que esta habitación está en este estado?
- La señora tiene cierta permisividad para con su hijo, podríamos decirlo así.
- Y resulta que lleva más de tres días desaparecido, ¿sabe usted si dispone de ingresos?
- El señorito no trabaja, únicamente se dedica a su música. Se trata de una obsesión por la que no recibe ningún estipendio.
- ¿Es la baronesa la que le empuja a este campo creativo?
- La señora procuró buscar una ocupación para su hijo cuando vio que difícilmente terminaría los estudios básicos.
- Por lo visto su señora no ha escatimado en gastos para la formación de su hijo.
- Ya le he dicho que la señora baronesa es muy generosa con él.
- ¿Seguía lecciones o su formación era autodidacta?
- El señorito tenía el día totalmente organizado en lecciones y trabajo. La señora era bastante estricta en este sentido.
El comisario se acercó al escritorio y movió ligeramente los legajos, observó el panorama y volvió a dirigirse al servicio.
- Parece que está todo tal cual, no parece haber desaparecido nada. ¿Cómo fue la desaparición del joven?
- Estaba ensayando, como todos los días, y a la hora de la comida ya no estaba.
En ese momento apareció la baronesa, iba vestida con ropa de montar y dejaba, con sus botas embarradas en las caballerizas, un rastro de desperdicios por la tarima. El servicio se apresuró a llamar a una limpiadora mientras que la dueña de la casa miraba al policía de arriba abajo.
- Buenas tardes señora. – El comisario se acercó a besar la mano que le ofrecía la mujer.
- Buenas tardes agente. ¿Alguna pista?
- Realmente pocas, pero creo tener claro lo que ha sucedido.
- ¿Podría usted, si es tan amable, compartirlo? – La mujer puso un gesto contrariado.
- No hay problema. La cuestión es tan sencilla como esperar unas cuantas horas. ¿De cuanto dinero dispone su hijo?
- No demasiado, se lo tengo estrictamente racionado.
- Pues en cuanto se le acabe volverá a casa desde el sórdido prostíbulo en el que se encuentre.
- Esto es ofensivo, ¿y si se trata de un secuestro?
- Probablemente su hijo se habrá secuestrado a sí mismo para perderla de vista durante unos día; no se preocupe, aparecerá antes de lo que se cree.
El vetusto agente encendió un cigarro y se dio la vuelta dejando a la aristócrata con la palabra en la boca, con una sonrisa dijo: - Si no está aquí mañana por la noche vuelva usted a llamarme. Adiós.

Nacho Valdés

jueves, mayo 27, 2010

A day in the life

Hello Hungry Hearts :

No tengo mucho tiempo para el blog desde que una pelotita ha entrado en mi vida. Sin embargo, no quería dejar pasar la actualidad mucho más tiempo y me he buscado un hueco para comentaros varias noticias.

- Esta semana Bob Dylan cumplió 69 añazos y, seguramente lo celebro tocando en algun páramo perdido de los Estates por donde continua el Never Ending Tour. Además, la edición americana de la revista Rolling Stone ha nombrado a Like a rolling stone como mejor canción de todos los tiempos.

- Durante estas semanas de ausencia se han publicado varios discos que merece la pena resaltar : Jaime Urrutia ha sacado "Lo que no está escrito", Ariel Rot "Solo Rot", Calamaro está a punto de publicar "On the Rock".
Me da a mi en el hocico que Mr.K no tardará demasiado en hacernos llegar sus críticas.

- Enrique Bunbury, actualmente de gira por los Estates, nos hace llegar el estupendo vídeo de la canción "De todo el mundo"




Más información en próximas entregas.

Besos

lunes, mayo 24, 2010

En el ángulo muerto Vol. 60


David volvió al lugar que ocupaba en la increíble procesión plagada de personas de todo las procedencias imaginables. En el suelo, sobre las esterillas, estaba María entre las piernas de la gente que la rodeaba. Algunos habían seguido su ejemplo y también se habían sentado, la nieve caía con más fuerza.
- Mira lo que te he traído cariño, comida caliente.
- Muchas gracias. No sé cuánto podré aguantar esto, me parece ridículo lo que estamos haciendo. – Dijo María al tiempo que de su boca salía una columna de vaho.
- Ya me contarás cuando logremos entrar. ¡Vas a alucinar! Me han dicho que no hay nada igual, desde que era un niño tenía ganas de venir, de ver al gran Johnny Guitar en acción.
- No sé que interés puedes tener en ver a un tipo que lleva haciendo lo mismo más de treinta años.
- Pues precisamente por eso, es una leyenda, el mejor concertista de toda la historia. Ya está mayor y no podía dejar pasar la ocasión de verle en directo, en una de estas se retira o se muere.
- ¿Cómo se va a morir de un momento para otro?
- Me dijo el tipo de la comida que pasó hace nada, que murió uno de los bajistas.
- Seguro que se trata del típico rumor para meterle más morbo a este asunto.
- Tú piensa que tocan sin interrupción durante horas, incluso, en ocasiones, durante días enteros. Los artistas luchan entre ellos por comprobar quién es el que tiene más resistencia o es capaz de tocar durante más tiempo sin descansar.
- Todo esto me parece una locura.
- Pues piensa que esto lleva lleno desde que inauguró el show en los años cincuenta, son más de tres generaciones que han disfrutado de multitud de músicos y estilos. Para mí es un sueño hecho realidad. Y todo sin interrupción, sin que en ningún instante dejase de sonar la música.
- En fin, si estoy aquí es por ti. A mí me resulta una soberana estupidez, tremendamente cara y sacrificada.
- Muchas gracias cariño, por hacer el esfuerzo.
- De nada, ya me lo cobraré de alguna manera, porque esto es la mayor locura que he hecho nunca.

La gente alrededor comenzaba a tumbarse, la noche había caído y el cansancio, tras días en la calle comenzaba a hacer mella. María se había dormido acurrucada en el hombro de David, éste comenzó a dejarse vencer por el sueño y cerró los ojos.
Les despertó la claridad de un nuevo día, la nieve no había llegado a cuajar y el cielo estaba despejado. Se levantó con una sonrisa y dejó que María fuese la primera en ir a los baños públicos para asearse, él mientras esperó comiendo unas galletas que tenía entre los víveres. Pensó que no estaría mal acompañarlas por un café, se tocó el pantalón y no encontró la cartera. Respiró hondo, comenzó a mirar por el interior del saco de dormir, en la mochila, en las bolsas, en la cazadora. Cada vez estaba más nervioso, no era posible, no podía ser después de tantos días.
Después de más de quince minutos llegó María con una sonrisa en la boca, David estaba tirado en el suelo con aspecto demacrado.
- ¿Qué es lo que sucede?
- He perdido la cartera y las entradas, todos los días que llevamos aquí no han servido para nada.
- Eres gilipollas. – María no dijo nada más, se dio la vuelta y dejó a David con cara de incomprensión rebuscando entre sus bártulos.

Nacho Valdés

lunes, mayo 17, 2010

En el ángulo muerto Vol. 59


Orquesta infinito

- Deberíamos intentar colarnos. Estoy harta de esperar y tengo frío, no sé cómo has podido convencerme para venir a esto.
- Tú me dijiste que no te importaba acompañarme, si hubiese sabido que ibas a ponerte así habría invitado a algún amigo. Mira, podemos hacer una cosa; la gente no avanzará hasta el próximo pase, podemos aprovechar el tiempo que tenemos y sacar los sacos para ponernos un poco más cómodos.
- Bueno, está bien.

David se agachó hacia la mochila que estaba a sus pies, comenzó a revolver en su interior y tiró con fuerza de una esterilla y el material necesario para hacerse un pequeño refugio entre la gente que abarrotaba la avenida.
- Métete dentro, yo mientras iré a por algo caliente para comer. – Comenzaba a nevar tímidamente.
- Date prisa. – Contestó María imitando la voz de una niña pequeña.

A la vera de la interminable línea de personas que se había formado aguardando la actuación, habían florecido infinidad de puestos callejeros que vendían productos para hacer más asequible la increíble espera. Algunos, incluso, habían logrado una permanencia estable montando el negocio en alguno de los locales de la avenida.
Lo habitual era pasar más de siete días a la intemperie, aguantando todo tipo de calamidades y luchando por el sitio que en cualquier descuido podía ser ocupado por cualquiera con un poco de malicia. Los negocios ilegales se habían hecho fuertes, y era habitual el pagar a tipos de dudosa calaña que aguantaban estoicamente el turno ajeno por un módico precio. Lo mejor era acceder por la zona especial, mas se hacía necesario haber sido invitado por alguien influyente. Ese no era su caso, deberían esperar como todos los demás por el que se decía era el espectáculo más grandioso que podía ser concebido por el hombre.

- Me pone un par de bocadillos, por favor.
- No hay problema amigo. ¿Quiere algo de beber?
- Si tiene alguna sopa o algo caliente.
- Por supuesto. – El hombre del puesto se puso a trabajar en el encargo, de soslayo miraba a David. – Así que viene usted al concierto.
- Así es. – David estaba ligeramente malhumorado por la discusión que había mantenido con María.
- Dicen que es una maravilla de show…
- Eso dicen, pero realmente lo de esperar en la calle durante días está empezando a cansarme.
- Yo cuando vine me pasé más de quince días en la calle, en verano y con un calor sofocante. – La cara de David mantenía una expresión escéptica. – No me diga. – Contestó.
- Pues sí, fue a finales de los setenta, cuando se llevaban los rollos funkies y toda esa historia. Esperando conocí a mi mujer y decidimos instalarnos aquí mismo. Ahora creo que el rollo es más popero o algo por el estilo.
- ¿A qué se refiere con lo que ha dicho de instalarse aquí?
- Pues que montamos este negocio y vivimos de las migajas del concierto, no tiene ni idea de la cantidad de dinero que llega a manejarse alrededor de los músicos.
- Eso sí que es convencimiento. – David comenzaba a estar ansioso por marcharse junto a María.
- Y usted que lo diga. Quizás tenga suerte y suceda algo excepcional, el otro día dicen que murió un bajista durante la actuación, supuestamente llevaba tocando días sin descansar, sin permitir que le relevasen.
- La verdad es que no había escuchado nada.
- Ese tipo de informaciones no suele salir de aquí, lo normal es que se finja que no ha sucedido nada y que se continúe con el concierto sin darle mayor importancia.
- ¿Cuánto le queda a la sopa?
- Ya la tiene usted. – David sacó la cartera y pagó al personaje que ya comenzaba a cansarle. – Espero que se lo pase usted bien, si vuelve por aquí ya me contará. – Se despidieron con un movimiento de cabeza.

Nacho Valdés

lunes, mayo 10, 2010

En el ángulo muerto Vol. 58


Recién llegado

Cuando conseguí recostarme en la butaca mi cuerpo crujió ostensiblemente, un cansancio inabarcable inundó todo mi ser y cerré los ojos durante un instante. Cuando volví a abrirlos, convencido de que tan solo unos segundos habían transcurrido, la luz de la tarde había desaparecido. Era noche cerrada. Comprobé la hora y caí en la cuenta de que había dormido profundamente, casi sin reparar en los acontecimientos que se habían sucedido a un ritmo desenfrenado. Digo casi pues me habían asaltado diferentes sueños que no lograba recordar con nitidez, únicamente me habían dejado un extraño regusto parecido a una sensación de inseguridad.
Me acerqué a la cuna en la que descansaba el bebé, en las pocas horas de vida que tenía ya había logrado conquistarme sin proponérselo. Se me humedecieron los ojos y me sentí tremendamente orgulloso, como responsable de la belleza de la que era testigo en la penumbra. Observé a la madre, había tenido un parto complicado y estaba agotada. Su respiración y la del niño estaban acompasadas, parecían seguir conectados por una especie de cordón umbilical invisible que yo no acababa de ver. Me quedé unos minutos de pie, embelesado, con la mente fija en percibir todos los rasgos de su pequeño rostro. Concentrado en seguir todos los gestos y movimientos que tan novedosos me resultaban, tenía la impresión de que si pestañeaba me perdería algo importante y fundamental.
Llevaba sin comer horas y todas las novedades y visitas que habíamos sufrido hicieron que se despertase mi apetito, pensé que podría acercarme a una de las máquinas de recepción y comprar algo que llevarme a la boca. Salí de la habitación al pasillo mal iluminado. En maternidad, durante la noche, únicamente las luces de emergencia y algún fluorescente quedaba conectado. Avancé en dirección a la entrada de maternidad por los corredores vacíos por los que resonaban mis pasos, ningún sonido, salvo algún llanto apagado se escuchaba en todo el edificio.
La maquina repleta de comida provocaba a su alrededor un resplandor casi cegador, saqué unas chocolatinas y volví a la habitación. Caminé a paso rápido y me metí en el cuarto. Mi sorpresa fue mayúscula cuando en la butaca que había utilizado me di cuenta de que había otra persona, un hombre mayor que roncaba imperceptiblemente. Quedé paralizado frente a él, sin saber qué hacer. Miré la cuna y vi que no era mi hijo el que descansaba en su interior, tampoco la madre era conocida por mí. Froté mis ojos sorprendido y me espabilé inmediatamente, el primer impulso era el de despertar a esos extraños y pedir explicaciones, pero reflexioné en silencio unos instantes. Llegué a la conclusión de que me había equivocado, que era no era la habitación que tenía asignada, así que de puntillas me alejé intentando no despertar a nadie. De vuelta al pasillo estaba totalmente desorientado, volví sobre mis pasos y regresé a la luminosidad de la máquina. La recepción estaba desierta y la oscuridad del edificio no presagiaba que pudiese encontrar ayuda, me sentía ciertamente inútil. Las emociones del parto, de la llegada de mi hijo hicieron que no reparase en el número de la habitación ni nada por el estilo.
Regresé por el camino que había recorrido somnoliento, intentando concentrarme en recordar alguno de los detalles que me permitirían encontrar la ruta de regreso. Todo me resultaba igual, no había en ese edificio institucional nada que destacase, mismo color, mismas puertas, mismo panorama. Me presenté ante dos puertas contiguas con el convencimiento de que una de las dos sería mi destino; abrí la que me parecía más probable y penetré furtivamente. Dos ojos que miraban asustados desde la cama frenaron mi avance, me había equivocado y la mujer que descansaba después de su parto estaba a punto de gritar. Hice un gesto pidiendo perdón y salí de nuevo al exterior. Sólo podía ser el cuarto contiguo, abrí esperanzado y encontré el panorama que había dejado unos minutos antes atrás. En mi expresión se cruzó una sonrisa, aunque antes de volver a mi sitio, salí a la puerta para memorizar el número de habitación.

Nacho Valdés (Dedicado al jovencísimo Marc y a sus abnegados padres)

martes, mayo 04, 2010

A day in the life





La supuesta disputa entre Joni Mitchell y el bueno de Bob es el eje central del artículo de Diego A. Manrique esta pasada semana en El País. Y es que los artistas no tienen sentido del humor...


Por otro lado en la sala Sotheby’s de Nueva York, se subastará próximamente el manuscrito de A day in the life de John Lennon.

lunes, mayo 03, 2010

En el ángulo muerto Vol. 57


Recuerdos de un viaje

- ¿De dónde viene?
- El vuelo salió de Medellín.
- ¿Algo que declarar?
- Nada.
Roberto atravesó el detector del aeropuerto, a paso decidido se dirigió hacia la salida libre. Le cerró el camino un tipo vestido con unos vaqueros y una camiseta, un cualquiera en el que no había reparado. De forma discreta, después de sacarla del bolsillo trasero, le mostró una placa de policía. – Sígame – dijo amablemente.
Le llevó a una sala adyacente al exterior, las paredes de material prefabricado dejaban pasar el griterío de emoción de los familiares que recibían a sus conocidos. A él le sentaron en uno de los asientos, similar a los muchos que había por la terminal, y le hicieron esperar unos minutos interminables mientras comprobaban una y otra vez su pasaporte. El tipo que le había llevado a la comisaría le hizo una indicación para que se acercase al mostrador, colocó encima su maleta y comenzó el registro.
Todo parecía estar en orden, la ropa interior, unas zapatillas cómodas, unas camisas, el neceser… - ¿qué hacía por Colombia? – preguntó el agente.
- Estaba visitando a un amigo.
- He visto que únicamente se ha pasado tres días en el país, una visita rápida. ¿No?
- Nos habíamos visto hacía poco.
- Entiendo.
Con gran habilidad el policía comenzó a palpar los forros del equipaje, su cara mostraba expresión distraída, como si estuviese pensando en otra cosa mientras miraba hacia el techo. Una y otra vez pasaba sus manos expertas por el interior, se detenía unos instantes imperceptibles y continuaba como canturreando una canción. Marcó con un rotulador una de las zonas y dejó a Roberto unos segundos, un momento en el que miró con ansiedad la salida, la puerta que le permitiría entrar en el país. El tipo regresó con aspecto sonriente con una pequeña navaja en la mano, rajó la tela que cubría el interior y la sacó impregnada en algo pringoso.
- Ahora vamos a hacer el narcotest, es algo muy sencillo. – Dijo hablando solo.
- De acuerdo – contestó Roberto con un hilo de voz.
Agitó un spray y lo pulverizó sobre una tarjeta de plástico blanco, pasó a continuación el filo de la navaja e inmediatamente comenzaron a extenderse rastros azulados. – Esto contiene cocaína, ¿lo sabía usted?
- Pues no tenía ni idea – contestó con seguridad.
- Pues tendré que detenerle hasta que se solucione este asunto. ¿Recuerda usted que manipulasen su equipaje?
- No tengo constancia, aunque recuerdo que la noche anterior a mi salida estuvimos tomando unas cervezas y copas.
- ¿Y qué tiene que ver con lo que le he preguntado?
- Quizás esa noche, en mi ausencia, alguien manipuló mis cosas y metió esto en el forro – señaló con el dedo la maleta-.
- En fin, lo que vamos a hacer es hablar con mi superior. Si no le importa, por seguridad, debo esposarle.
- Lo entiendo.
Con gran amabilidad el agente le indicó que se volviese a sentar, le pidió que extendiese la muñeca y cerró las esposas en torno a su muñeca y al apoyabrazos metálico. – Será sólo un instante, ahora mismo vuelvo – dijo el policía mientras desaparecía por una de las puertas interiores. Roberto asintió tranquilamente y se recostó.
En cuanto se quedó solo comenzó a mover la mano frenéticamente, de un lado a otro aunque sin ninguna esperanza de liberarse. Sorprendentemente el armazón metálico de los asientos cedió, la barra de acero lateral se rompió por la zona de la soldadura. Roberto sacó las esposas, metió su mano en el bolsillo de la cazadora para disimular la arandela metálica de su muñeca y salió por la puerta que le devolvía la libertad. Como si no fuese con él caminó tranquilamente y levantó la mano para pedir un taxi, dio una dirección y se alejó rápidamente, ya habría tiempo de preocuparse por el pasaporte falso que había entregado.

Nacho Valdés