lunes, mayo 23, 2011

En el ángulo muerto Vol. 103


Itinerante

La furgoneta que don Cecilio se comenzó a hacer casi tan famosa como él en la comarca. No es que resultase especialmente llamativa y prácticamente se descomponía a cada kilómetro que recorría pero, para atender la verdad, para los habitantes de la zona resultaba una bendición el escuchar los estallidos de su tubo de escape cuando llegaba por alguno de los caminos rurales que todos los días recorría incansablemente. La forma de trabajar del párroco, tras la enfermedad que mantuvo angustiado a todo el pueblo de Cerezo del Río, cambió de manera radical aunque, para ser sincero, no solamente alteró el desempeño de su labor sino su forma de ser. Parecía como si algo dentro de ese hombre anguloso, fuerte y un tanto taciturno se hubiese roto. Daba la impresión de que lo que había sufrido le hubiese llevado a considerar la vida de otra manera, de manera más directa.
Lo fundamental de esa extraña mutación que a todos sorprendió se refería, sobre todo, a la manera en que se relacionaba con los demás. El poco tiempo que pasaba en el pueblo, al menos cuando no tenía que preparar el oficio del fin de semana, se lo pasaba en la taberna compartiendo el vino de la tierra con los parroquianos. Incluso, los tonos rojizos que siempre le habían caracterizado se hicieron más intensos por lo mucho que parecían gustarle los chatos que se metía entre pecho y espalda. Además, y eso era lo que más había descolocado a los que le conocían, su conversación se había vuelto más abierta y chistosa, llegando a convertirse en el centro de las reuniones que siempre terminaban a carcajadas. Por supuesto esto no sucedió de la noche al día, fueron quemándose distintas etapas hasta que todo el mundo acabó por acostumbrarse a la nueva situación y personalidad de don Cecilio.
Como no podía ser de otra manera, lo que don Cecilio llamaba su labor evangélica acabó por ocupar todo el tiempo libre con el contaba y pasaba una eternidad recorriendo los pueblos, las villas y las casas de campo en pos de la imposición de los valores cristianos en los que con tanta firmeza creía. Puesto que era de sobra conocido, parece ser que allí donde había un problema procuraba presentarse para interceder de la manera más justa que podía y, por lo menos por lo que contaban los que habían asistido a sus intervenciones, resultaba increíble verle actuar pues todos los aprietos parecían evaporarse con su mera presencia. De hecho, según lo que se decía, e incluso por lo que contaba don Cecilio cuando el vino rojizo le volvía más lenguaraz, era él mismo el que se metía en la boca del lobo para perseguir al pecado y, por supuesto, lograr la redención del pobre pecador que caía en sus manos. Logró, gracias a su intervención, acabar con los problemas que se daban entre los braceros y los terratenientes de la zona, consiguió a base de su insistencia que se derribase la valla que impedía el paso del ganado por los terrenos de la aristocracia deprimida de Cerezo del Río y, por supuesto, continuó oficiando la misa todos los domingos aunque sin recuperar ese don de la palabra que tan famoso le había hecho.
Nunca más, por lo menos que se sepa, volvió a dar esos interminables paseos que parecían mantener su cuerpo y su mente en perfecta sintonía. Lo que sí hacía, y eso suponía otra de las novedades de su nueva personalidad, era desaparecer durante días sin dar señales de vida. Las señoras más beatas solían escandalizarse, más que nada por la preocupación y celos que sentían pues no tenían a don Cecilio en exclusiva, cuando volvían a escuchar los estallidos de la vetusta furgoneta del cura se alegraban y salían a su encuentro para que les comentase las novedades de su eterno peregrinar. Él, en las ocasiones que llegaba cansado, sin afeitar y descuidado se las veía y deseaba para quitárselas de encima. De hecho, comenzó a llegar cada vez más tarde y de madrugada e incluso, por lo menos eso decían las malas lenguas, tambaleándose debido a los abusos alcohólicos que parecía estar cometiendo.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Otra cosa no sé, pero la versatilidad de Don Cecilio es indiscutible...

Sergio dijo...

A estas alturas cosideró ya a Don Cecilio como uno más de la familia. Mañana me compró una furgoneta...

Saludos