La paz duró tres días. Después volvieron a ese incómodo punto cero en el que nadie sabe muy bien qué debe hacer. Ella tenía el pelo recién cortado y, desde lejos, su color se asemejaba a un inmenso campo de trigo. Él, por su parte, guardaba en los ojos la tristeza de un batallón que huye vencido de la batalla. Ni siquiera en los momentos de más calma, como aquellos en que ella tomaba el sol desnuda en el jardín de casa, podía él frenar ese sentimiento de pérdida.
Aun así, intentaba en vano cerrar los ojos e imaginar cómo era todo antes de esos tres días. Imaginaba, por ejemplo, los brazos de ella encerrándole en una celda de deseo y sudor sin restricciones;aquella cama convertida por arte de magia en un ring de boxeo.
Al abrir los ojos de nuevo todo se desmoronaba. Ella se había convertido en una isla desierta olvidada en el océano y él, hacía tiempo ya que había perdido las ganas de navegar.
2 comentarios:
Vuelve la lírica, vuelve Nueva York sin queso. Buena descarga compañero, sigues en tu línea literaria. Enhorabuena.
Sergio es todo super triste. Es pero noticias del siguiente Nueva York pero con un final feliz.Un beso.Laura.
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