Reacciones
La presencia del cadáver sobre la mesa le recordaba lo que
acababa de hacer, si no fuese por ese detalle probablemente ni hubiese reparado en su última acción; era
tal su estado que por algún extraño motivo le resultaba insultantemente lógico
el haber liquidado a ese hombre. – Un hijo de puta menos –dijo entre dientes.
Su intelecto parecía haberse detenido días atrás en un punto lejano y no
terminaba de volver a su estado cotidiano, era como si se mantuviese en algún
tipo de ensoñación lúcida. Sin embargo, ese cuerpo del que todavía manaba
sangre y que pertenecía a una persona a la que no conocía y que nunca le había
hecho ningún daño terminó por despertarle del letargo. Fue como si le hubiesen espabilado
de una bofetada, algo parecido a una siesta de la que se levanta uno después de
escuchar un sonido estridente. Se sentó al borde de la mesa donde yacía el
fallecido y miró incrédulo su arma, nunca antes había hecho algo parecido y
habían sido escasas las ocasiones en las que había tenido que abrir fuego contra
alguien. La estancia se había inundado del olor inconfundible de la pólvora y
la pistola humeaba por el cañón, Vázquez miraba a sabiendas de que por ese
agujero había escapado su vida y la de su familia y que nunca podría recuperar
lo que un día había tenido.
Se percató de que había una máquina con café recién hecho en
una esquina, se acercó tranquilo y se puso una taza bien cargada que paladeó
tranquilamente mientras pensaba en cuál sería su siguiente paso. Sacó su
teléfono móvil y llamó a Eva, tal y como esperaba saltó el buzón de voz y no
fue capaz de contactar con ella. Le puso un mensaje de texto, se tomó su tiempo
y procuró dejar patente todo lo que sentía por su familia con los exiguos
caracteres con los que contaba. Nunca más volvería a verlos, lo tenía claro o,
al menos, nunca los vería como lo había hecho hasta ese momento. Terminó el
café tranquilamente mientras se asomaba a la ventana y comprobaba que no había
actividad en los alrededores.
Apartó el cadáver y lo dejó a un lado, después de registrarlo
y no encontrar nada llamativo lo cubrió con el abrigo del propio muerto por la
aprehensión que le provocaban los ojos dislocados e incrédulos con los que se
había quedado. Buscó por todas partes el listado que perseguía o algo que le
indicase la combinación de la caja, fue un tiempo perdido pues resultaba
evidente que el tipo al que había eliminado era suficientemente inteligente
como para no caer es una estupidez de ese calibre. El detective tenía claro que
lo que le interesaba estaba a buen recaudo y no contaba con el instrumental
necesario como para conseguir acceder a ese material. Tomó de nuevo su teléfono
y rebuscó en la agenda hasta que seleccionó un número que marcó:
-
Te necesito –comenzó-. Sí, ahora mismo –hizo una
pausa mientras al otro lado parecían replicar-. Me da exactamente igual –contestó
con rudeza-. Sí, ahora mismo te mando la ubicación pero te necesito
inmediatamente.
Bajó al piso de abajo y buscó en la recepción la llave de la
entrada, no fue capaz de dar con ella pero la puerta contaba con un pestillo
que echó para evitar que entrase algún despistado. Después, se sentó en la
silla que dominaba la entrada y esperó pacientemente a que llegase la persona
con la que había contactado; dejó el arma a punto sobre el mostrador, le daba
exactamente igual tener que volver a usarla. Pasó un tiempo que se le hizo
eterno hasta que, finalmente, alguien intentó abrir. El detective se puso en
guardia, se acercó sigiloso apuntando en dirección a la puerta y abrió un
resquicio por el que asomarse. De pie, en la calle y al raso de la noche, había
un tipo de mediana edad vestido con un mono de trabajo lleno de grasa que
cargaba con una caja de herramientas abollada y desvencijada.
- ¿Me vas a dejar
entrar? –Preguntó el recién llegado con desgana.
Vázquez abrió la puerta y, sin decir ni una palabra, le
llevó hasta el piso de arriba. El hombre que iba detrás silbó al ver el cuerpo
cubierto con el abrigo. –Menuda tienes aquí montada –como respuesta se encontró
una mirada de censura por parte del policía-. Entiendo, no voy a abrir la boca.
-
Ya sabes a qué has venido, ¿no?
-
Me lo puedo imaginar, déjame verla.
El detective le mostró la caja fuerte y se hizo a un lado
para que el otro echase un vistazo.
-
Esto está hecho aunque, como imaginarás, te va a
costar caro… Por el muerto, más que nada. Aunque si hablamos de la caja también
tiene su asunto, no te creas tú que es fácil reventar una de estas.
-
No te preocupes, el dinero no es problema.
-
Entonces nos entendemos.
Después de sus últimas palabras el tipo comenzó a rebuscar
con parsimonia entre su instrumental, Vázquez se sirvió otro café y se encendió
un cigarro en un intento de hacer la espera más llevadera.
Nacho Valdés
1 comentario:
Me había saltado los 3 últimos capítulos y los he leído seguidos. Decididamente prefiero leerlos de corrido, lo de la entrega semanal en una historia larga es un poco penoso...
El Vázquez está fatal, pero supongo que aún podrá empeorar.
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