Pólvora
El detective entró con el arma desenfundada en el edificio,
no parecía haber nadie en la primera planta y, después de escuchar unos
segundos, aparentaba estar vacío. Sonrió y apretó la culata, estaba en el lugar
adecuado y en la situación perfecta para los intereses que albergaba.
Pasó frente a la recepción, el logotipo de Promomarketing estaba presente en el
material de trabajo pero, más allá de ese detalle, parecía una oficina anodina
dedicada a gestoría. Sabía que no era así, en esas instalaciones tenía la
certeza de que se fraguaban gran parte de los problemas que había estado
persiguiendo. Con todo, lo que deseaba era hacerse con el listado que se había
llevado el tipo que se había entrevistado con don Manuel. Era solo una
corazonada pero, tenía cierta inquietud ante lo que podía encontrarse, por un
momento estuvo tentado a irse por donde había entrado y olvidarse de todo en lo
que se había visto envuelto. Sin embargo era tarde, ya no tenía marcha atrás y
sabía que debía llegar hasta el final si quería sentirse conforme y consecuente
con la investigación que había arruinado su vida cotidiana.
Se embocó hacia unas estrechas escaleras que ascendían hacia
el segundo piso, se detuvo unos instantes y recordó a su familia. Cayó en la
cuenta de que la había perdido en ese periplo que había experimentado, había
dejado atrás lo que más le importaba a cambio de humo y sombras. Estaba
realmente frustrado, incluso tenía cierto impulso de romper a llorar; era como
si en su interior se hubiese fracturado algo que sabía que nunca más
recuperaría y hubiese caído en la cuenta en ese mismo instante. Se sentó en uno
de los escalones, desolado y con la mente en blanco sin acertar a reaccionar de
ninguna manera. Un sonido proveniente del piso superior fue lo que le sacó de
su estado, dio un respingo y se puso en guardia de nuevo.
Ascendió lentamente encañonando el pasillo que se abría ante
él, la planta en la que se encontraba era tan parca en decoración como la
anterior. Le daba la impresión de que estaban intentando ocultar lo que
realmente se inventaba tras esa fachada de humildad y, aunque no tenía la
certeza, algo le decía que ahí se movía mucho más dinero que el que evidenciaba
ese estrecho corredor con una planta artificial como único ornato. Al final, giraba
a la derecha y no podía adivinar qué era lo siguiente que se encontraría,
solamente le llegaba una voz amortiguada que parecía estar hablando por
teléfono pues no escuchaba la réplica. Siguió caminando a hurtadillas y al
doblar la esquina se encontró con una puerta entreabierta, a través del hueco
que quedaba pudo divisar una mesa de despacho en la que alguien conversaba
acaloradamente con alguien que no estaba presente. Respiró hondo y se dispuso a
entrar.
Empujó la puerta con el cañón del arma, las bisagras bien
engrasadas no hicieron ningún sonido y le permitieron observar durante un
instante al tipo al que había seguido y que le había conducido hasta ese punto.
Le apuntó y se quedó unos segundos a la espera de que le descubriese, en cuanto
le vio el policía hizo un gesto que indicó que debía dejar el teléfono. El
otro, sin prácticamente inmutarse, cortó abruptamente la reyerta que estaba
manteniendo y, después de coger unos papeles que había sobre su mesa se dirigió
a una esquina de su despacho donde abrió una caja fuerte empotrada en la pared.
El detective Vázquez no tuvo tiempo de reaccionar, simplemente fue testigo de
lo que sucedía sin que su mente hilase ninguno de los cabos que tenía frente a
él. Después, como si no estuviese en peligro de muerte, el hombre volvió a su
sitio y preguntó: -
¿Qué es lo que desea?
-
La lista – contestó abrupto el oficial -, quiero
la lista que le entregó hoy don Manuel.
-
Acabo de ponerla a buen recaudo en la caja…
El tipo no pudo terminar de hablar, la habitación se llenó
con el sonido que salió de la pistola de un Vázquez que parecía haberse quedado
sorprendido con su propia reacción. El otro puso una mueca incrédula y se
desplomó sobre su escritorio mientras su camisa se empapaba con su fluido
vital.
Nacho Valdés
No hay comentarios:
Publicar un comentario