Los rancheros
Los personajes que había recibido el Lord se habían situado
alrededor de la mesa principal del comedor, uno llevaba la voz cantante
mientras que los tres restantes escuchaban y mantenían una actitud sumisa
mientras el líder hablaba. Tanto Phineas como Ruth se acercaron, no tanto con
afán de servir como por saber qué sucedía con la inusual visita. Como era
habitual siempre que llegaba alguien externo a la mansión, el señor Spencer se
comportaba como si los rumores que le emparentaban con la aristocracia fuesen
ciertos y realmente tuviese algún tipo de ascendencia entre la realeza europea.
Con ademanes grotescos y exagerados pidió a Phineas que sirviese licores y a Ruth
que acercase algo de comida y, ante la sorpresa de los negros, estalló con un
grito para que acelerasen el paso. Ambos desaparecieron por la zona que llevaba
a la cocina y se afanaron en los quehaceres encomendados.
Mientras su mujer estaba en la cocina, el sirviente ya
estaba ofreciendo las bebidas. De esta forma pudo prestar atención a los toscos
hombres que habían llegado esa mañana. Se trataba de gente de campo, rancheros que habían desarrollado su
existencia entre reses y a la intemperie. Eran los que habían perdido la
guerra, los que habían salido vapuleados tras el enfrentamiento contra los del
norte. Cuando Phineas sirvió, le observaron con un odio profundo y visceral, el
negro pensó que se trataba del tipo de personajes que no dudarían en colgarlo
de una rama después de propinarle una brutal paliza. Se le hizo un nudo en la
garganta que le impidió tragar saliva, después de mucho tiempo volvió a sentir
el terror primitivo que únicamente recordaba haber experimentado cuando su
padre se emborrachaba y él era un niño.
Decidió salir rápidamente del salón principal para refugiarse
en la cocina junto a su mujer, sabía que en cualquier momento podría estallar
un enfrentamiento y él sería con toda probabilidad el blanco de los ataques.
Por lo que pudo escuchar, el tipo que se dirigía a Lord Spencer estaba
sondeando la posibilidad de adquirir su propiedad. Aunque también tenía un
aspecto grosero, estaba claro que tenía bastante más dinero que el resto y que
ocupaba una jerarquía superior. Compartió esta noticia con Ruth, ambos sabían
que si la propiedad se vendía ellos no tendrían donde ir y probablemente
acabarían malviviendo o maltratados. Aunque sospechaban que ese día podía
llegar en cualquier momento, no estaban preparados para encajarlo pues habían
nacido en esa tierra de la que nunca habían salido. Phineas, armándose de valor,
decidió salir a recargar las bebidas para ver si se enteraba de algo más.
Volvió a los pocos minutos, lívido y con mal aspecto, su mujer se preocupó
enormemente y le pidió que se sentase en una banqueta. El negro le explicó que
la situación era aún peor de lo que sospechaba puesto que el señor Spencer,
lejos de aceptar ninguna oferta, se había mostrado altanero y ofendido ante la
propuesta que le habían hecho. Los dos eran conocedores de las consecuencias
que esa negativa tendría, un viejo y dos negros en esa propiedad suponían una
presa fácil para un grupo como el que se había presentado esa mañana.
Ruth, con una sonrisa, le tranquilizó explicándole que
saldrían de esa situación pues en el pasado se habían enfrentado a cosas
peores. Después, volvió a cargar la bandeja con bebidas y le pidió que saliese
al salón para vigilar cómo iban desarrollándose los acontecimientos. Ella se
quedó cocinando, en breve tendría el almuerzo preparado y le pediría a su
marido que lo sirviese. Se la veía distendida y tranquila, incluso estaba
canturreando mientras meneaba la comida en el puchero que tenía sobre el fuego.
Phineas no era capaz de comprender su actitud, cómo era posible que se mostrase
impasible ante el problema que se les venía encima. El anciano salió de la cocina
arrastrando los pies, estaba abatido y comenzaba a valorar la posibilidad de que
su esposa hubiese perdido la razón. Al llegar al salón se quedó rezagado a la
espera de que le pidiesen algo de beber, pudo comprobar cómo la conversación
parecía subir de tono mientras el
continuaba descomponiéndose y sus rodillas comenzaban a temblar. No tenía ni
idea de a dónde podría llevar la discusión que se estaba desatando como una
tormenta lejana.
Nacho Valdés
2 comentarios:
como diría Batman: A big storm is comming...
Esperemos que Phineas y señora tenga un buen final
Yo apuesto por Ruth... algo sabe que los demás ignoran.
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