martes, octubre 16, 2012

En el ángulo muerto Vol. 164


Los rancheros

Los personajes que había recibido el Lord se habían situado alrededor de la mesa principal del comedor, uno llevaba la voz cantante mientras que los tres restantes escuchaban y mantenían una actitud sumisa mientras el líder hablaba. Tanto Phineas como Ruth se acercaron, no tanto con afán de servir como por saber qué sucedía con la inusual visita. Como era habitual siempre que llegaba alguien externo a la mansión, el señor Spencer se comportaba como si los rumores que le emparentaban con la aristocracia fuesen ciertos y realmente tuviese algún tipo de ascendencia entre la realeza europea. Con ademanes grotescos y exagerados pidió a Phineas que sirviese licores y a Ruth que acercase algo de comida y, ante la sorpresa de los negros, estalló con un grito para que acelerasen el paso. Ambos desaparecieron por la zona que llevaba a la cocina y se afanaron en los quehaceres encomendados.
Mientras su mujer estaba en la cocina, el sirviente ya estaba ofreciendo las bebidas. De esta forma pudo prestar atención a los toscos hombres que habían llegado esa mañana. Se trataba de gente  de campo, rancheros que habían desarrollado su existencia entre reses y a la intemperie. Eran los que habían perdido la guerra, los que habían salido vapuleados tras el enfrentamiento contra los del norte. Cuando Phineas sirvió, le observaron con un odio profundo y visceral, el negro pensó que se trataba del tipo de personajes que no dudarían en colgarlo de una rama después de propinarle una brutal paliza. Se le hizo un nudo en la garganta que le impidió tragar saliva, después de mucho tiempo volvió a sentir el terror primitivo que únicamente recordaba haber experimentado cuando su padre se emborrachaba y él era un niño.
Decidió salir rápidamente del salón principal para refugiarse en la cocina junto a su mujer, sabía que en cualquier momento podría estallar un enfrentamiento y él sería con toda probabilidad el blanco de los ataques. Por lo que pudo escuchar, el tipo que se dirigía a Lord Spencer estaba sondeando la posibilidad de adquirir su propiedad. Aunque también tenía un aspecto grosero, estaba claro que tenía bastante más dinero que el resto y que ocupaba una jerarquía superior. Compartió esta noticia con Ruth, ambos sabían que si la propiedad se vendía ellos no tendrían donde ir y probablemente acabarían malviviendo o maltratados. Aunque sospechaban que ese día podía llegar en cualquier momento, no estaban preparados para encajarlo pues habían nacido en esa tierra de la que nunca habían salido. Phineas, armándose de valor, decidió salir a recargar las bebidas para ver si se enteraba de algo más. Volvió a los pocos minutos, lívido y con mal aspecto, su mujer se preocupó enormemente y le pidió que se sentase en una banqueta. El negro le explicó que la situación era aún peor de lo que sospechaba puesto que el señor Spencer, lejos de aceptar ninguna oferta, se había mostrado altanero y ofendido ante la propuesta que le habían hecho. Los dos eran conocedores de las consecuencias que esa negativa tendría, un viejo y dos negros en esa propiedad suponían una presa fácil para un grupo como el que se había presentado esa mañana.
Ruth, con una sonrisa, le tranquilizó explicándole que saldrían de esa situación pues en el pasado se habían enfrentado a cosas peores. Después, volvió a cargar la bandeja con bebidas y le pidió que saliese al salón para vigilar cómo iban desarrollándose los acontecimientos. Ella se quedó cocinando, en breve tendría el almuerzo preparado y le pediría a su marido que lo sirviese. Se la veía distendida y tranquila, incluso estaba canturreando mientras meneaba la comida en el puchero que tenía sobre el fuego. Phineas no era capaz de comprender su actitud, cómo era posible que se mostrase impasible ante el problema que se les venía encima. El anciano salió de la cocina arrastrando los pies, estaba abatido y comenzaba a valorar la posibilidad de que su esposa hubiese perdido la razón. Al llegar al salón se quedó rezagado a la espera de que le pidiesen algo de beber, pudo comprobar cómo la conversación parecía  subir de tono mientras el continuaba descomponiéndose y sus rodillas comenzaban a temblar. No tenía ni idea de a dónde podría llevar la discusión que se estaba desatando como una tormenta lejana.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Sergio dijo...

como diría Batman: A big storm is comming...

Esperemos que Phineas y señora tenga un buen final

raposu dijo...

Yo apuesto por Ruth... algo sabe que los demás ignoran.

laura dijo...

Yo también confío en Ruth, las mujeres tenemos un sexto sentido...