martes, abril 29, 2014

Palabras Usadas

Para este martes duelo de ingleses. Unos con sonido de raíces negras blueseras y el otro con base gospel para hacer dos tremendas interpretaciones del mismo temazo.
A disfrutar.




lunes, abril 28, 2014

En el ángulo muerto Vol. 227



Reacciones

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La presencia del cadáver sobre la mesa le recordaba lo que acababa de hacer, si no fuese por ese detalle probablemente  ni hubiese reparado en su última acción; era tal su estado que por algún extraño motivo le resultaba insultantemente lógico el haber liquidado a ese hombre. – Un hijo de puta menos –dijo entre dientes. Su intelecto parecía haberse detenido días atrás en un punto lejano y no terminaba de volver a su estado cotidiano, era como si se mantuviese en algún tipo de ensoñación lúcida. Sin embargo, ese cuerpo del que todavía manaba sangre y que pertenecía a una persona a la que no conocía y que nunca le había hecho ningún daño terminó por despertarle del letargo. Fue como si le hubiesen espabilado de una bofetada, algo parecido a una siesta de la que se levanta uno después de escuchar un sonido estridente. Se sentó al borde de la mesa donde yacía el fallecido y miró incrédulo su arma, nunca antes había hecho algo parecido y habían sido escasas las ocasiones en las que había tenido que abrir fuego contra alguien. La estancia se había inundado del olor inconfundible de la pólvora y la pistola humeaba por el cañón, Vázquez miraba a sabiendas de que por ese agujero había escapado su vida y la de su familia y que nunca podría recuperar lo que un día había tenido.
Se percató de que había una máquina con café recién hecho en una esquina, se acercó tranquilo y se puso una taza bien cargada que paladeó tranquilamente mientras pensaba en cuál sería su siguiente paso. Sacó su teléfono móvil y llamó a Eva, tal y como esperaba saltó el buzón de voz y no fue capaz de contactar con ella. Le puso un mensaje de texto, se tomó su tiempo y procuró dejar patente todo lo que sentía por su familia con los exiguos caracteres con los que contaba. Nunca más volvería a verlos, lo tenía claro o, al menos, nunca los vería como lo había hecho hasta ese momento. Terminó el café tranquilamente mientras se asomaba a la ventana y comprobaba que no había actividad en los alrededores.
Apartó el cadáver y lo dejó a un lado, después de registrarlo y no encontrar nada llamativo lo cubrió con el abrigo del propio muerto por la aprehensión que le provocaban los ojos dislocados e incrédulos con los que se había quedado. Buscó por todas partes el listado que perseguía o algo que le indicase la combinación de la caja, fue un tiempo perdido pues resultaba evidente que el tipo al que había eliminado era suficientemente inteligente como para no caer es una estupidez de ese calibre. El detective tenía claro que lo que le interesaba estaba a buen recaudo y no contaba con el instrumental necesario como para conseguir acceder a ese material. Tomó de nuevo su teléfono y rebuscó en la agenda hasta que seleccionó un número que marcó:
-          Te necesito –comenzó-. Sí, ahora mismo –hizo una pausa mientras al otro lado parecían replicar-. Me da exactamente igual –contestó con rudeza-. Sí, ahora mismo te mando la ubicación pero te necesito inmediatamente.
Bajó al piso de abajo y buscó en la recepción la llave de la entrada, no fue capaz de dar con ella pero la puerta contaba con un pestillo que echó para evitar que entrase algún despistado. Después, se sentó en la silla que dominaba la entrada y esperó pacientemente a que llegase la persona con la que había contactado; dejó el arma a punto sobre el mostrador, le daba exactamente igual tener que volver a usarla. Pasó un tiempo que se le hizo eterno hasta que, finalmente, alguien intentó abrir. El detective se puso en guardia, se acercó sigiloso apuntando en dirección a la puerta y abrió un resquicio por el que asomarse. De pie, en la calle y al raso de la noche, había un tipo de mediana edad vestido con un mono de trabajo lleno de grasa que cargaba con una caja de herramientas abollada y desvencijada.
 - ¿Me vas a dejar entrar? –Preguntó el recién llegado con desgana.
Vázquez abrió la puerta y, sin decir ni una palabra, le llevó hasta el piso de arriba. El hombre que iba detrás silbó al ver el cuerpo cubierto con el abrigo. –Menuda tienes aquí montada –como respuesta se encontró una mirada de censura por parte del policía-. Entiendo, no voy a abrir la boca.
-          Ya sabes a qué has venido, ¿no?
-          Me lo puedo imaginar, déjame verla.
El detective le mostró la caja fuerte y se hizo a un lado para que el otro echase un vistazo.
-          Esto está hecho aunque, como imaginarás, te va a costar caro… Por el muerto, más que nada. Aunque si hablamos de la caja también tiene su asunto, no te creas tú que es fácil reventar una de estas.
-          No te preocupes, el dinero no es problema.
-          Entonces nos entendemos.
Después de sus últimas palabras el tipo comenzó a rebuscar con parsimonia entre su instrumental, Vázquez se sirvió otro café y se encendió un cigarro en un intento de hacer la espera más llevadera.

Nacho Valdés

viernes, abril 25, 2014

Out the air

Este viernes dejamos un temazo del redivivo Rodriguez. Interesante historia la de su vida  magistralmente narrada en Sugar man, documental sobre las desventuras vitales y creativas de este artista.
A disfrutar.


miércoles, abril 23, 2014

Delaletra



Hasta siempre

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La primera novela que recuerdo haber leído de García Márquez fue Relato de un náufrago y, si la memoria no me falla, creo que fue una recomendación que nos hicieron en la clase de literatura del instituto. El caso es que me acerqué con cierta cautela a la obra pues, el nombre del autor, por desconocimiento más que por otra cosa, me resultaba demasiado grandilocuente y lo asociaba con obras que, por aquel entonces, valoraba como ajenas al nivel en el que me desenvolvía. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, de esa lectura surgió un flechazo literario que me ha acompañado hasta la actualidad y que me ha llevado a leer la obra completa de este autor.
De todas formas, y aunque no sea su relato más notable, por motivos sentimentales y estéticos, quería dejar esta pequeña recomendación pues tengo la certeza que se trata de un escrito que sigue vigente y que permite la introducción en los trabajos de Gabo. Relato de un náufrago resultó la primera obra publicada y de cierto éxito de Gabriel García Márquez y todavía reside en ella el sustrato periodístico de la profesión a la que se dedicaba por aquellos tiempos. De esta manera, se trata de un escrito sintético que narra las desventuras de un marino perdido en alta mar y los avatares que sufre hasta que es rescatado. El estilo es periodístico y se limita a narrar los acontecimientos de la manera más aséptica posible, aunque queda espacio para la introspección psicológica del personaje.
En la novela, de alguna manera, comienzan a vislumbrarse algunos trazos de lo que será el realismo mágico que será seña de identidad del escritor. Estos pasajes, aunque se encuentran en un trabajo apoyado en un acontecimiento real, se encuentran en la carga onírica que envuelve los momentos más duros a nivel psicológico que sufre el náufrago y que le conduce hasta la desesperación y la locura.
Con este debut Márquez logra por fin el reconocimiento y la posición para poder dedicarse a tiempo completo a la ficción y, a partir de este punto, es de donde surgirá todo el torrente narrativo del colombiano. Gracias a Relato de un náufrago  se abre la leyenda narrativa de este escritor universal e inigualable.
El otro, sin embargo, se apagó de manera definitiva esta voz que me ha acompañado durante casi toda mi vida. Solo puedo decir un hasta siempre y desear que su legado perdure para las generaciones venideras.

lunes, abril 21, 2014

En el ángulo muerto Vol. 226



Pólvora


El detective entró con el arma desenfundada en el edificio, no parecía haber nadie en la primera planta y, después de escuchar unos segundos, aparentaba estar vacío. Sonrió y apretó la culata, estaba en el lugar adecuado y en la situación perfecta para los intereses que albergaba.
Pasó frente a la recepción, el logotipo de Promomarketing estaba presente en el material de trabajo pero, más allá de ese detalle, parecía una oficina anodina dedicada a gestoría. Sabía que no era así, en esas instalaciones tenía la certeza de que se fraguaban gran parte de los problemas que había estado persiguiendo. Con todo, lo que deseaba era hacerse con el listado que se había llevado el tipo que se había entrevistado con don Manuel. Era solo una corazonada pero, tenía cierta inquietud ante lo que podía encontrarse, por un momento estuvo tentado a irse por donde había entrado y olvidarse de todo en lo que se había visto envuelto. Sin embargo era tarde, ya no tenía marcha atrás y sabía que debía llegar hasta el final si quería sentirse conforme y consecuente con la investigación que había arruinado su vida cotidiana.
Se embocó hacia unas estrechas escaleras que ascendían hacia el segundo piso, se detuvo unos instantes y recordó a su familia. Cayó en la cuenta de que la había perdido en ese periplo que había experimentado, había dejado atrás lo que más le importaba a cambio de humo y sombras. Estaba realmente frustrado, incluso tenía cierto impulso de romper a llorar; era como si en su interior se hubiese fracturado algo que sabía que nunca más recuperaría y hubiese caído en la cuenta en ese mismo instante. Se sentó en uno de los escalones, desolado y con la mente en blanco sin acertar a reaccionar de ninguna manera. Un sonido proveniente del piso superior fue lo que le sacó de su estado, dio un respingo y se puso en guardia de nuevo.
Ascendió lentamente encañonando el pasillo que se abría ante él, la planta en la que se encontraba era tan parca en decoración como la anterior. Le daba la impresión de que estaban intentando ocultar lo que realmente se inventaba tras esa fachada de humildad y, aunque no tenía la certeza, algo le decía que ahí se movía mucho más dinero que el que evidenciaba ese estrecho corredor con una planta artificial como único ornato. Al final, giraba a la derecha y no podía adivinar qué era lo siguiente que se encontraría, solamente le llegaba una voz amortiguada que parecía estar hablando por teléfono pues no escuchaba la réplica. Siguió caminando a hurtadillas y al doblar la esquina se encontró con una puerta entreabierta, a través del hueco que quedaba pudo divisar una mesa de despacho en la que alguien conversaba acaloradamente con alguien que no estaba presente. Respiró hondo y se dispuso a entrar.
Empujó la puerta con el cañón del arma, las bisagras bien engrasadas no hicieron ningún sonido y le permitieron observar durante un instante al tipo al que había seguido y que le había conducido hasta ese punto. Le apuntó y se quedó unos segundos a la espera de que le descubriese, en cuanto le vio el policía hizo un gesto que indicó que debía dejar el teléfono. El otro, sin prácticamente inmutarse, cortó abruptamente la reyerta que estaba manteniendo y, después de coger unos papeles que había sobre su mesa se dirigió a una esquina de su despacho donde abrió una caja fuerte empotrada en la pared. El detective Vázquez no tuvo tiempo de reaccionar, simplemente fue testigo de lo que sucedía sin que su mente hilase ninguno de los cabos que tenía frente a él. Después, como si no estuviese en peligro de muerte, el hombre volvió a su sitio y preguntó:                       - ¿Qué es lo que desea?
-          La lista – contestó abrupto el oficial -, quiero la lista que le entregó hoy don Manuel.
-          Acabo de ponerla a buen recaudo en la caja…
El tipo no pudo terminar de hablar, la habitación se llenó con el sonido que salió de la pistola de un Vázquez que parecía haberse quedado sorprendido con su propia reacción. El otro puso una mueca incrédula y se desplomó sobre su escritorio mientras su camisa se empapaba con su fluido vital.

Nacho Valdés

viernes, abril 18, 2014

martes, abril 15, 2014

Palabras Usadas

Para hoy un gran cover para un clásico de Rod Stewart y Ronnie Wood...
Disfruten de la jornada.






lunes, abril 14, 2014

En el ángulo muerto Vol. 225





El detective Vázquez bajó las escaleras atropelladamente y sin detenerse a comprobar si alguien se había dado cuenta de su presencia. En uno de los rellanos tuvo que esquivar a una vecina que, cargada con dos bolsas de basura enormes, le impedía el tránsito. Era tal la velocidad y descontrol que trastabilló y rodó por un tramo de empinados escalones que terminaba en un reducido espacio, la mujer, probablemente del personal de servicio, se quedó muda observando como el tipo se estampaba contra la pared. El policía gruñó por el dolor pero se levantó de un brinco y continuó su alocada carrera hasta la primera planta, ahí se encontró  con la portera que intentó detenerle pero logró apartarla de un manotazo para incrustarla contra la entrada de la portería y evitar, de esa manera, que ralentizase su avance.
Salió a toda velocidad a la calle, se dirigió hacia el coche de seguimiento destartalado que le habían prestado en jefatura  mientras rebuscaba en sus bolsillos las llaves. Consiguió introducirse en el interior y cerró la puerta sobre su gabardina, pegó un tirón y la desgarró dejando un pedazo colgando en el exterior. Comprobó que el tipo de Promomarketing estaba saliendo por el portal, debía darle caza antes de que se perdiese en el tráfico de la gran ciudad. En la acera, frente a la entrada del edificio, le esperaba una berlina de lujo en la que se introdujo con parsimonia al tiempo que buscaba su móvil. En ese mismo instante, el detective Vázquez trataba infructuosamente de arrancar el coche desvencijado que se quejaba cada vez que movía la llave. Se estaba poniendo nervioso y el hombre de Promomarketing ya había comenzado a moverse, se concentró un par de segundos y accionó el motor de arranque mientras aceleraba con suavidad. Sonó un crujido y una nube de humo blanco que salió por el escape evidenció que había logrado su objetivo; el motor no podría sonar peor. Salió dando un ligero golpe al  automóvil que tenía delante y dejando un piloto destrozado por el camino, alguien gritó a sus espaldas pero no se detuvo a comprobar qué era lo que había sucedido.
Había comenzado a llover y los limpiaparabrisas, más que apartar el agua, embadurnaban el cristal impidiendo una adecuada visibilidad. Aún así, Vázquez seguía a gran distancia al vehículo que le interesaba. Esquivaba el tráfico como podía pero la tartana en la que viajaba carecía de aceleración suficiente, a cada imprevisto estaba a punto de perder su objetivo. Cogieron la circunvalación y se alejaron hacia un polígono de las afueras, resultaba prácticamente imposible seguir el ritmo que imprimían los seguidos. Con todo, el motor cascado estaba haciendo un trabajo descomunal, la aguja de la temperatura indicaba que se estaba sobrecalentando. Llegaron a un polígono y se adentraron entre las naves, en una pequeña calle con aspecto descuidado se detuvieron y el tipo de Promomarketing se apeó para entrar en un edificio de ladrillo visto de dos alturas en el que únicamente había una placa en la entrada, por lo demás parecía una especie de almacén o finca de oficinas. El coche se alejó y Vázquez se quedó a la espera dentro de su vehículo a punto de desmoronarse.
Pasó varias horas observando la entrada, salieron un par de individuos y una mujer de apariencia joven. Sin embargo, el hombre que había seguido continuaba atrincherado en el interior. Esperó un poco más y comprobó que solo había una luz encendida y, aunque no lo tenía claro, podría ser que fuese el despacho del que seguía. Comprobó su arma, la acarició unos segundos y se dirigió hacia la entrada. Una puerta metálica de color blanco imitando a la madera le impedía el paso. Giró la manilla y comprobó que estaba abierta, no podía creer la suerte que tenía. Nada más entrar se encontró con una recepción vacía y unas escaleras que ascendían al primer piso, desenfundó el arma y comenzó el ascenso.

Nacho Valdés

viernes, abril 11, 2014

Out the Air

Para este viernes de descanso un temazo para animar la jornada...
Doy la bienvenida a este espacio a The Broken Family Band, sonido british para comenzar el fin de semana.

jueves, abril 10, 2014

En el Backstage Vol. 38



Miembros de la grey

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Independientemente de mi condición de seguidor, con más o menos pasión, de muchos grupos y cantantes siempre me cuesta entender el fenómeno fan que lleva a algunos intérpretes a convertir sus conciertos en verdaderas ceremonias en las que sus acólitos se entregan de forma desenfrenada e irracional. Aunque la música tiene algo de todo esto pues toca las emociones más recónditas de manera contundente provocando reacciones desaforadas, cuando esto sucede de manera grupal y a gran escala la cosa se asemeja más a algún tipo de rebaño absurdo guiado únicamente por el instinto y por los estímulos más bajos. De esta forma, se produce el curioso fenómeno de que estas hordas descontroladas se dejan llevar sin criterio por los caminos trillados, mil veces recorridos, y las letras insulsas para alborotar cuando su artista favorito hace cualquier guiño o gesto a esta legión que se derrite a sus pies.
Algo parecido es lo que sucedió el pasado cinco de abril en la sala La Riviera de Madrid. El motivo se encontraba en Leiva que, batiendo todas sus marcas, iba dispuesto a cerrar la tercera de las cuatro noches consecutivas con las que había abarrotado la mítica sala del Manzanares. Como era de esperar, el espacio estaba saturado por un público, cada vez más curtido, en el que no faltaban jóvenes entregadas que a buen seguro llevan coreando su nombre desde hace más de una década. El caso es que la audiencia estaba dispuesta, en la sala no cabía ni un alfiler y solo faltaba poner la música para que la velada saliese a las mil maravillas. Pero claro, aquí es donde comienzan los verdaderos problemas.
En relación a la recinto nada que destacar, se trata de uno de los mejores espacios en los que he estado con un sonido más que aceptable para su tamaño y en el que habitualmente se está cómodo. Son muchas las noches que he pasado en ese lugar viendo  a grupos de todos los pelajes y siempre, sin excepción, es un sitio al que es agradable volver para disfrutar de la música en directo. Espero regresar pronto pues, aunque estuve confortable desde el primer momento, son los pequeños detalles los que marcan la diferencia y, sin lugar a dudas, este local cuenta con infinidad de pinceladas que invariablemente dibujan un panorama para disfrutar. En otras palabras, siempre ofrece algún detalle que hace de cada concierto algo único y diferente.
En cuanto a Leiva, que realmente era a quien íbamos a ver, sigue en la línea que esperaba. Realmente se trata de un tipo que, si bien he ido aceptando a lo largo del tiempo e incluso valorando, dependiendo del momento, siempre me deja un poso de incertidumbre que hasta el otro día no sabía explicar con exactitud. El asunto me quedó más o menos claro y ya sé cuáles son los motivos por los que no soy capaz de convertirme en uno de sus fieles y ciegos seguidores. Cuando entró con una banda que contaba con vientos, percusión adicional, teclado y dos guitarras (incluyendo la suya propia) pensé que iba a sonar estupendamente y que iba a tratarse de un buen directo. Sin embargo, aunque sí que sonaban bien y tenían una más que adecuada disposición (contaban incluso con el emblemático César Pop a los teclados), algo no terminaba de cuadrar. Aunque suene un poco carca, lo primero que me enervó fue que todas las niñatas y maduritas que se habían congregado para admirar a su héroe de treinta y tres quilos no cesaban de cantar ni un instante y fui incapaz de escuchar nítidamente la voz del solista que tenía a pocos metros ofreciendo su espectáculo. Si bien el asunto no tiene mucha importancia para algunos, a mí se me antoja algo fundamental el ser capaz de enterarme de lo que pasa en el escenario pues, de la forma en la que se produjo el espectáculo, se asemejaba más a un karaoke gigante que a otra cosa. Por otro lado, y esto es algo que siempre había acusado en este tío, cuando me enteraba de lo que cantaba era incapaz de creerme ni una sola de las estrofas que iba desgranando. Todos los  lugares comunes pasan por sus composiciones y sus letras. Desde mi punto de vista, acaban por tornarse un estercolero edulcorado que parece ejercer una influencia hipnótica entre sus incondicionales. Aunque, eso sí, debo decir que tiene una buena voz que no pierde nivel a lo largo del concierto (no hay que olvidar que se trataba de su tercera noche seguida). A todo esto se añadió el asunto musical que, aunque estaba bien, se quedaba en la frontera de la medianía. De hecho, resultó ser una amalgama de múltiples influencias que acababan por resultar demasiado descarnadas como para ofrecer algo nuevo. Es decir, Leiva pasa por haberse convertido en un vampiro del rock que, si bien maneja los resortes a la perfección, debería ofrecer algo más personal para convencer a alguien que no moje las bragas cada vez que hace una de sus poses. Calamaro, la E street Band, Tarque e incluso los propios Pereza, estuvieron presentes de alguno u otra manera en el recital sin que hubiesen sido invitados. Por último, y esto sí que es más positivo, debo reconocer que Leiva ha rebajado un tanto su afectación y, aunque en ocasiones se deja llevar y no es capaz de controlarse, está un tanto más centrado en relación a la última vez que lo vi. Algo es algo.
En definitiva, un espectáculo digno que pasa del aprobado y que mantiene la progresión de este artista que, como ya predije hace unos cuantos años, es el triunfador de la dupla que formaba con Rubén Pozo.

Nacho Valdés