lunes, octubre 24, 2011
En el ángulo muerto Vol. 120
Callejones
El señor Garrido me recibió atravesándome con la mirada y con el ceño fruncido. Yo, mantenía una sonrisa afable en un intento por conectar con el anciano pero él seguía con una expresión inamovible que me daba a conocer de manera continua su inconformidad con mi visita. La mujer con la que había hablado, un poco más joven que el octogenario, debía ser su asistenta o algo por el estilo. También tenía una edad avanzada y, además de tener un aspecto brutal y desagradable, me observaba con un odio sincero que resultaba intimidador. Por mi parte, le sonreí y avance hacia lo que parecía ser el salón.
La casa era antigua y, aunque estaba en orden, denotaba el paso del tiempo y el abandono que parecía haber sufrido en los últimos años. No era demasiado amplia pero sí luminosa pues se encontraba en el último piso del edificio. El papel pintado de las paredes tenía un tono amarillento y, en algunas zonas, la humedad había dejado manchas oscuras que se extendían hasta el rodapié. La decoración era sencilla, una lámpara de cristal de imitación de brazos dorados en el techo, una pequeña televisión bastante antigua que no tenía pinta de funcionar y, sobre todo, una cantidad ingente de libros que rebosaban por todos los lados. Gran parte del espacio estaba cubierto por estanterías donde se apilaban cientos de volúmenes e incluso, desde el suelo, se levantaban un par de pilas que debían llegar al metro de altura. Por lo demás, además de unas flores secas que intentaban servir de decoración, había alguna foto en la que el señor Garrido estaba con algún personaje importante o recogiendo alguna de las distinciones a las que se había hecho asiduo en los últimos tiempos. El detalle me llamó la atención profundamente pues, al contrario de lo que cabría esperar, no detecté ningún retrato de juventud o familia y eso me resultaba por lo menos llamativo. El hombre, que vigilaba nervioso mis movimientos, me pidió que me sentase en una de las butacas.
- Usted dirá qué quiere pues ya comienzo estar un poco harto de la persecución a la que me está sometiendo.
- Ya se lo comenté –le contesté lo más amable que pude- lo único que deseo es hacer un entrevista y, si vemos que la cosa funciona, podríamos hacer algo más grande.
- ¿A qué se refiere?
- Un libro o un reportaje más extenso. Yo creo que su historia debe ser conocida por todo el mundo.
- Estoy de acuerdo, a eso estoy dedicándome con mis conferencias y actividades. – Dijo con acritud.
- Desde mi punto de vista podríamos conseguir una mayor promoción y alcance… - El tipo me cortó con un movimiento seco de su mano y mostrando la furia contenida en su interior. Su bigote teñido parecía temblar debido a la tensión.
- Escúcheme –comenzó a decir con voz oscilante-, en ningún momento le he pedido ayuda para promocionar mi historia pues me valgo yo solo para llevar mis asuntos.
- En fin, no se sulfure –continué-. Solo serán unas cuantas preguntas y después seguiré yo solo con mi investigación. Haré algún tipo de reportaje y lo apoyaré con su testimonio. ¿Qué le parece la idea? – El hombre se mantuvo unos segundos pensativo valorando la posibilidad de la pequeña audiencia.
- Está bien –dijo al fin-, si cuando terminemos con este engorroso asunto usted sale de mi vida yo me comprometo a contestar a lo quiera
- Estoy de acuerdo –respondí-.
- Carmen –gritó el anciano- tráiganos cuando pueda un par de tés. Supongo que le gustará el té –me dijo el señor Garrido-.
- Sí, compartiremos un té –le contesté a pesar de que no era mi bebida favorita ni muchísimo menos.
Nacho Valdés
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2 comentarios:
Bueno, todavia no le han cruzado la cara al intrépido e impertinente periodista... todo se andará.
He estado desconectada del blog un tiempo, pero me doy cuenta que la historia todavía está calentando motores...Nacho, tomate tu tiempo, aquí nos tienes a todos enganchados, fieles a tus escritos.
Abrazos.
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