lunes, octubre 19, 2009

En el ángulo muerto Vol. 32


Desarraigo

La luminosidad indicaba que estaba a punto de amanecer, la larga noche estaba dando paso al día. Raúl se sintió aliviado, le daba la impresión de haber pasado una eternidad entre tinieblas, huyendo como un animal asustado. Se había metido, sin habérselo propuesto, en un problema del que no sabía cómo salir. Realmente lo que tenía era miedo, seguía con Ana por un extraño magnetismo que esta ejercía sobre él, aunque lo más importante es que se sabía desamparado sin ella. Era conocedor de las pocas oportunidades de supervivencia con las que contaba en solitario.
La ciudad parecía tranquila, no dijo nada aunque sabía que no era un buen síntoma para la resistencia que se había levantado en armas. No se alegraba precisamente, ya que parecía encontrarse en el bando equivocado, pero en su interior, enterrada bajo capas de educación, había una leve chispa de ilusión que esperaba el cambio. Tenía claro que eran muchos los que estaban convencidos a poner todo de su lado para conseguir este paso, para derrocar el gobierno de urgencia que llevaba el timón del país desde hacía demasiado tiempo. No sabía cuál era la situación, pero no le parecía halagüeño el hecho de que no se escuchase nada y que los lugares por donde pasaban estuviesen en apariencia deshabitados. La impresión era la de una ciudad fantasma en la que los ciudadanos hubiesen desaparecido de manera milagrosa.
Ana apretaba el paso, quería llegar lo antes posible al local en el que sus compañeros habían organizado el golpe. Esperaba encontrarse con alguno de ellos, quería alguna explicación o algo de ayuda para salir de la situación en la que se encontraban. Raúl seguía la dirección que le marcaba, después de quitarse la ropa sucia ya aparentaban algo de normalidad, aunque ambos sabían que si se encontraban con los cuerpos de seguridad tendrían problemas. Por este motivo, cada vez que escuchaba algún sonido Ana se llevaba la mano a la pistola que llevaba escondida bajo la camisa. Atravesaron una zona industrial, plagada de locales destartalados y rincones llenos de basura. Ana torció por un callejón que lindaba con una gran nave y se detuvo frente a un montón de maderas y metales, Raúl esperaba a unos metros vigilando la entrada. Movió con decisión el montón de desperdicios, éste giró como si de una puerta se tratase, era una entrada camuflada que dejaba al descubierto un agujero en la pared. Se metieron y avanzaron por una nave diáfana, únicamente habitada por alguna rata y restos de maquinaría pesada que llevaba años sin utilizarse. Atravesaron el local y llegaron hasta un aseo desvencijado y lleno de excrementos. – Lo mantenemos así para que pase desapercibido. – Se disculpó Ana.
El baño contaba con lo que parecía una pequeña ducha, estaba destrozada y sólo quedaba de ella una cortina mohosa y la tubería que asomaba entre los azulejos. Su suelo estaba formado por un amasijo de maderas ennegrecidas por la humedad, sin embargo, estos tablones formaban un acceso hábilmente disimulado. Tirando de una de las esquinas se abría mediante un mecanismo de bisagras camuflado, este artificio dejaba a la vista una estrecha bajada por unos empinados escalones de madera. Parecían hundirse en el fondo de la tierra, Ana pasó primero conectando un interruptor que permitía iluminar el descenso. Raúl pasó el último, siguiendo las indicaciones de su compañera arrastró un tirador que permitía cerrar para no levantar sospechas. Llegaron a un local subterráneo, más grande de lo que pudiese parecer en apariencia. El techo tenía la altura justa para que una persona de talla normal anduviese ligeramente encorvada, había un par de mesas, varias sillas y una pequeña cocina eléctrica. El suelo estaba cubierto de papeles cubiertos de huellas de botas militares, los armarios estaban destrozados y vacíos. Aparentemente hacía tiempo que nadie pasaba por ese lugar.
- Nos han abandonado, no sé qué hacer. – Dijo Ana tirándose al suelo de rodillas.
- No es momento para esto. – Raúl le pasó el brazo por el hombro para ayudarle a levantarse. – Sígueme.

Raúl se dirigió hacia las escaleras, Ana no tuvo más remedio que seguirle para no quedarse sola.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, parece que la cosa ha cambiado de manos. Veremos que tal lo hace Raúl.

raposu dijo...

Lo dicho, Raúl acabará haciéndose dueño de la situación... al tiempo.

Va a ser nuestro héroe, y no es ningún pelele.

Unknown dijo...

Así que ahora manda Raul, ya era hora!espero que no nos defraude.
Un beso, cariño.
Laura.