martes, junio 10, 2008

Nueva York sin Queso ( Corazones Hambrientos)

En el mundo del boxeo, el corazón es el músculo más difícil de formar. Muchas veces se convierte en un cable a tierra que impide lograr golpes selectos y definitivos.
Conocí, en el sur del país, a un viejo boxeador de lujo retirado ya de la vida moderna. Tenía el cuerpo magullado como el motor de un coche de segunda mano. Sus ojos ya ni siquiera divisaban los saludos más cercanos. También su cerebro parecía estar calcinado y agotado. Sin embargo, había conservado el corazón intacto, sin apenas rasguños, como si fuese todavía un adolescente enamorado de una actriz de cine. Llevaba casado 37 años.
Su mujer, de pelo ya plateado, mostraba orgullosa los retratos de los días de gloria en periódicos antiguos. Me fui de allí convencido de recuperar a Soledad y de realquilar la suite nupcial del Hotel Habana.
Pocas semanas después, conocí la noticia del fallecimiento del campeón. Perdió su primer combate en un siglo. Su mujer le siguió dos semanas después.
La causa de su muerte fue, por cierto, un ataque al corazón.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanto tiempo sin estos grandes relatos, se echaba en falta ya. En fin, la vida del boxeo es así de dura.

Nacho dijo...

Benditos Nueva Yorks. Llevaba tiempo esperando uno de estos micro-relatos con lírica concentrada, la espera ha merecido la pena. Gran historia, de los mejores que he leido.

Como siempre, enhorabuena.

Anónimo dijo...

Cómo echaba de menos Nueva York sin Queso!!!!!!!!Seguro que si le cuentas a Soledad la historia del campeón, volveréis a reencontraros en vuestra suite.Un beso.Laura.

Anónimo dijo...

En ocasiones, hasta los músculos más formados no pueden impedir un ateque directo al corazón.Pero vivir escondiéndolo siempre, será mucho peor...Tal vez se le acabó el amor...

Sergio dijo...

Amo profundamente este tipo de comentarios anónimos.
Besos