lunes, marzo 24, 2014

En el ángulo muerto Vol. 222



Soledad

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Después de pagar al taxista entró en casa con sumo cuidado, había perdido la noción del tiempo y no tenía claro si podía despertar a su familia. Se sentía como un adolescente que llegaba tarde, tenía la impresión de que en cualquier instante le sorprenderían cruzando el umbral y sería duramente reprimido. No sucedió nada de eso, simplemente entró y se le hizo patente una profunda sensación de soledad que hacía mucho tiempo que no caía sobre sus hombros. No recordaba la última vez que le había pasado pero resultaba una emoción reconocible; estaba aislado, no tenía dudas al respecto. El interior estaba extrañamente fresco, rozó el radiador y comprobó que no estaba encendida la calefacción. Le resultó extraño, no era habitual que Eva dejase esos detalles al azar. Continuó entrando a hurtadillas y llegó hasta el salón, todo estaba recogido y no había señales de vida en ningún rincón de su hogar. La situación comenzaba a intranquilizarle. De camino a las habitaciones se cruzó con su propio reflejo en el espejo del pasillo, estaba hecho una catástrofe  y casi deseaba que nadie le viese en esa disposición. Aún así, estaba realmente intranquilo ante su hogar vacío. Llegó al cuarto de Marcos y descubrió que su hijo no dormía en su cuna, después fue a la habitación principal y halló su cama perfectamente recogida con una sucinta  nota sobre la almohada que rezaba: - Estamos en casa de mi madre, no soporto ni un minuto más aquí sola. Te llamo mañana.
El recado que le había dejado Eva terminó de hundirle, se había quedado sin nada de lo que apreciaba por perseguir a un tipo contra el que probablemente no reuniese pruebas suficientes. Palpó de nuevo su arma reglamentaria, hacía mucho que no disparaba y realmente era lo único que le pedía el cuerpo: destrozar a don Manuel y quitarse de encima ese problema que ya comenzaba a pasarle una factura demasiado elevada. Desestimó la idea, era demasiado arriesgado y no quería perder definitivamente a los suyos al ingresar en prisión.
Se aseó, afeitó y se cambió la ropa destrozada. A pesar de las ojeras violetas y el rostro demacrado, tenía bastante mejor aspecto. Debía dar un giro definitivo a la situación si no quería acabar consumiéndose definitivamente. Cogió dinero y pidió un taxi, en comisaría conseguiría algún vehículo mientras le devolvían el suyo. Llegó a la central para quedarse a la espera de que terminase el turno nocturno, pensó que sería una buena idea practicar con el arma en la galería del sótano. Bajó y comprobó que su puntería seguía intacta, hizo varias dianas imaginando que se trataba de don Manuel y sus escoltas. Después dedicó un buen rato a limpiar su arma y se tomó un café, pidió un cigarrillo a un compañero al que apenas conocía y se lo encendió en las mismas oficinas sin preocuparse de las posibles consecuencias. Daba igual, no había nadie para echárselo en cara. Los fluorescentes bajo los que se encontraba provocaban un resplandor azulado que ofendía a sus ojos insomnes, de buena gana hubiese apagado la luz y se hubiese echado sobre una mesa a descansar.
Comenzó a deshacerse de trabajo atrasado y consiguió avanzar en los asuntos pendientes a los que no había prestado atención. Si lograba quitarse de encima informes y demás burocracias estaría libre de nuevo para dedicarse a don Manuel. Justo en ese instante entró el agente Esteban por la puerta. El detective le fulminó con la mirada mientras el otro se parapetaba tras su ordenador y procuraba esquivar su inquisitiva atención.                   
         Deberías estar vigilando. – Le dijo Vázquez mientras le atemorizaba con una expresión de odio.
-          No creo que sea buena idea, el asunto nos está superando – respondió tímidamente el otro.
-          Estás fuera – indicó con tono contenido el detective -, a partir de ahora te dedicarás a los asuntos que teníamos pendientes. Ya hablaremos cuando termine este asunto.
Después se alejó con una sonrisa hasta su escritorio y siguió con lo que estaba haciendo.

Nacho Valdés
                                                                                              

1 comentario:

raposu dijo...

¿para qué necesita familia si ya tiene a Don Manuel?...