lunes, marzo 03, 2014

En el ángulo muerto Vol. 220



Dolorido

http://inmoabogados.files.wordpress.com/2009/04/trastero.jpg

Le resultó extremadamente difícil convencer al agente Esteban de que se encontraba bien, estuvieron discutiendo mediante susurros más de diez minutos hasta que se rindió a la evidencia y dio por hecho que sería incapaz de persuadir a su superior de que buscase asistencia médica. Antes de irse no le pasó inadvertido al detective la mueca de confusión del agente, estaba claro que se sentía un tanto desorientado por el tono que estaban tomando los acontecimientos. Vázquez, sin inmutarse ante esa contingencia, le cerró la puerta en las narices y se calzó los auriculares para comenzar la escucha.
El sonido prácticamente inaudible de la estática le reconfortó, era como volver a entrar en una habitación caldeada por una chimenea. Se encontraba a gusto, libre de cualquier otra atadura que no fuese la persecución del criminal que estaba a pocos metros de él. Recordó el siniestro del coche, tendría que pasar unos cuantos días con el vehículo de sustitución y ofrecer unas cuantas explicaciones pero no era un asunto que le preocupase demasiado. Se sentía cercano al fin del periplo que estaba acometiendo, sabía que en breve tendría noticias interesantes que probablemente aportarían algo de luz a su caso.
Siguió a la escucha mientras repasaba las notas del agente Esteban sobre la anterior vigilancia, no había nada a reseñable o que le llamase la atención. El objetivo había utilizado los servicios habituales de compañía y después había dormido hasta las ocho de la mañana, se había acicalado, o por lo menos es lo que había deducido el agente a tenor del tiempo que había pasado en el cuarto de baño y, en apariencia, en esos instantes parecía estar preparado para alguna reunión o recepción. El detective se congratuló de su sentido de la oportunidad, probablemente esa mañana sería clave y él se encontraba presente para ser testigo de primera mano de los planes de don Manuel; a esas alturas tenía claro que había hecho bien en adelantar su turno.
Esperó pacientemente mecido por la melodía sorda de los cascos y, a media mañana, después de alguna conversación anodina entre los integrantes de la seguridad, sonó el timbre del piso. Don Manuel parecía seguir en la estancia principal, probablemente leyendo la prensa, pero pareció ponerse nervioso cuando sonó la puerta. Dio unas órdenes precipitadas, echó a los escoltas de la estancia y sonó un ruido de papeles revueltos que probablemente eran los periódicos que acababa de leer. Alguien entró en la habitación, don Manuel saludó con ciertas deferencias y ofreció asiento al recién llegado. Éste comenzó sin ambages la conversación pues saltaba a la vista que era alguien ocupado y con poco tiempo, le explicó que Promomarketing, la empresa a la que representaba, estaba de acuerdo en el trabajo que le había encargado pero que resultaba imprescindible firmar un contrato de confidencialidad y una clausula que les mantuviese a salvo de cualquier problemática legal que pudiese producirse. Don Manuel no pareció preocuparse por el asunto, de hecho se jactó de la situación en la que se encontraba y predijo que resultaba imposible que, al menos hasta ese momento, tuviesen problemas en ese sentido. El otro le recordó que todo era muy inestable en los tiempos que corrían y le recomendó tener cuidado pues nunca se podía llegar a saber hasta dónde podían llegar los tentáculos de la administración judicial. Don Manuel explotó en una carcajada y le invitó a tomar una bebida que el otro rehusó, se excusó explicándole que sería mejor empezar con los negocios y dejar las celebraciones para el final.
El detective Vázquez había escuchado todo con atención sin necesidad de tomar apuntes, todo se había quedado grabado en su mente y temblaba de la rabia que le despertaba la suficiencia del personaje  que investigaba. No era capaz de explicarse cómo era posible que hubiese individuos que paseasen de esa forma por el mundo, con esa falta de respeto y sin tener ninguna consideración para con los demás. Pensó que quizás lo mejor sería meterle una bala entre ceja y ceja y olvidarse del asunto, acarició la culata de su arma y sintió una punzada en la pierna herida. Miró al suelo y comprobó que se había formado un charco de sangre de un tamaño considerable. Después todo se volvió negro y cayó al suelo desfallecido.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Decididamente el agente está fatal y esta historia no puede acabar bien...