Dolorido
Le resultó extremadamente difícil convencer al agente
Esteban de que se encontraba bien, estuvieron discutiendo mediante susurros más
de diez minutos hasta que se rindió a la evidencia y dio por hecho que sería
incapaz de persuadir a su superior de que buscase asistencia médica. Antes de
irse no le pasó inadvertido al detective la mueca de confusión del agente,
estaba claro que se sentía un tanto desorientado por el tono que estaban
tomando los acontecimientos. Vázquez, sin inmutarse ante esa contingencia, le
cerró la puerta en las narices y se calzó los auriculares para comenzar la
escucha.
El sonido prácticamente inaudible de la estática le
reconfortó, era como volver a entrar en una habitación caldeada por una
chimenea. Se encontraba a gusto, libre de cualquier otra atadura que no fuese
la persecución del criminal que estaba a pocos metros de él. Recordó el
siniestro del coche, tendría que pasar unos cuantos días con el vehículo de
sustitución y ofrecer unas cuantas explicaciones pero no era un asunto que le
preocupase demasiado. Se sentía cercano al fin del periplo que estaba
acometiendo, sabía que en breve tendría noticias interesantes que probablemente
aportarían algo de luz a su caso.
Siguió a la escucha mientras repasaba las notas del agente
Esteban sobre la anterior vigilancia, no había nada a reseñable o que le
llamase la atención. El objetivo había utilizado los servicios habituales de
compañía y después había dormido hasta las ocho de la mañana, se había
acicalado, o por lo menos es lo que había deducido el agente a tenor del tiempo
que había pasado en el cuarto de baño y, en apariencia, en esos instantes parecía
estar preparado para alguna reunión o recepción. El detective se congratuló de
su sentido de la oportunidad, probablemente esa mañana sería clave y él se
encontraba presente para ser testigo de primera mano de los planes de don
Manuel; a esas alturas tenía claro que había hecho bien en adelantar su turno.
Esperó pacientemente mecido por la melodía sorda de los
cascos y, a media mañana, después de alguna conversación anodina entre los
integrantes de la seguridad, sonó el timbre del piso. Don Manuel parecía seguir
en la estancia principal, probablemente leyendo la prensa, pero pareció ponerse
nervioso cuando sonó la puerta. Dio unas órdenes precipitadas, echó a los
escoltas de la estancia y sonó un ruido de papeles revueltos que probablemente
eran los periódicos que acababa de leer. Alguien entró en la habitación, don
Manuel saludó con ciertas deferencias y ofreció asiento al recién llegado. Éste
comenzó sin ambages la conversación pues saltaba a la vista que era alguien
ocupado y con poco tiempo, le explicó que Promomarketing,
la empresa a la que representaba, estaba de acuerdo en el trabajo que le
había encargado pero que resultaba imprescindible firmar un contrato de
confidencialidad y una clausula que les mantuviese a salvo de cualquier
problemática legal que pudiese producirse. Don Manuel no pareció preocuparse
por el asunto, de hecho se jactó de la situación en la que se encontraba y
predijo que resultaba imposible que, al menos hasta ese momento, tuviesen
problemas en ese sentido. El otro le recordó que todo era muy inestable en los
tiempos que corrían y le recomendó tener cuidado pues nunca se podía llegar a
saber hasta dónde podían llegar los tentáculos de la administración judicial.
Don Manuel explotó en una carcajada y le invitó a tomar una bebida que el otro
rehusó, se excusó explicándole que sería mejor empezar con los negocios y dejar
las celebraciones para el final.
El detective Vázquez había escuchado todo con atención sin
necesidad de tomar apuntes, todo se había quedado grabado en su mente y
temblaba de la rabia que le despertaba la suficiencia del personaje que investigaba. No era capaz de explicarse
cómo era posible que hubiese individuos que paseasen de esa forma por el mundo,
con esa falta de respeto y sin tener ninguna consideración para con los demás.
Pensó que quizás lo mejor sería meterle una bala entre ceja y ceja y olvidarse
del asunto, acarició la culata de su arma y sintió una punzada en la pierna
herida. Miró al suelo y comprobó que se había formado un charco de sangre de un
tamaño considerable. Después todo se volvió negro y cayó al suelo desfallecido.
Nacho Valdés
1 comentario:
Decididamente el agente está fatal y esta historia no puede acabar bien...
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