Radiografía de lo real
La situación que venimos viviendo desde hace ya
demasiado tiempo y que ha conducido a
que se separen más todavía los estratos sociales, es caldo de cultivo para la
creatividad y la reflexión pues, de manera irremediable, son los momentos más
crudos los que atizan el ingenio de manera más contundente.
Es lo que sucede con Antonio Muños Molina y Todo lo que era sólido, obra ensayística
que bucea en las problemáticas de la crisis desde el prisma personal que ofrece
este gran talento de las letras españolas. Para la confección del texto, Molina
pasó innumerables horas analizando la hemeroteca de El País y entresacando las conclusiones que ofrece en su trabajo.
Sin evadir su concepción del asunto, sin caer en
amiguismos y siendo crítico con todo aquello que supone ha sido señal
inequívoca de los tiempos que se avecinaban, este gigante literario es capaz de verbalizar con elegancia y profundidad todas aquellas
reflexiones que a todos se nos han pasado por la cabeza pero que no hemos
tenido la paciencia de analizar y ponderar.
Se trata, por tanto, de una obra reposada que va
creciendo con el lector y que nos va conduciendo, desde las vivencias del
escritor, a las vivencias genéricas en las que todos hemos estado inmersos y
que, sin embargo, habíamos pasado por alto. Se puede decir, después de la
lectura de Todo lo que era sólido,
que estamos donde nos meremos pues no habíamos caído en la cuenta de que todo
lo que nos rodeaba y que parecía estar firmemente cimentado no era más que un
sustrato de arena que se hundía bajo nuestros pies; solo hacía falta la llegada
de este temporal que, de un día para
otro, ha cambiado radicalmente nuestro paisaje.
Nacho Valdés
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