lunes, marzo 10, 2014

En el ángulo muerto Vol. 221



Horas de ausencia

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Al ponerse de pie se dio cuenta de que se había quedado helado, después de estar un tiempo indeterminado tirado en el suelo ya no sentía la pierna; se le había quedado dormida. Se palpó la extremidad herida y sintió un terrible dolor que llegaba hasta su cintura, se quejó con un lamento amortiguado y se incorporó lentamente hasta volver a sentarse en la mesa frente al equipo. Se puso los cascos y sintió una punzada en la cabeza, probablemente se había golpeado al perder el conocimiento. Volvió a apreciar el reconfortante sonido de la estática que llegaba hasta sus oídos, no había señales de vida y, después de comprobar la hora, tomó conciencia de que difícilmente podría escuchar nada pues había pasado demasiado tiempo sin sentido. Cayó en la cuenta de que el agente Esteban no había ido a hacer su turno o, en caso de haber pasado, no había sido capaz de despertarle.
Daba igual, estaba claro que finalmente solo podía confiar en sí mismo, ya hablaría con el agente cuando tuviese oportunidad. Decidió revisar la grabación del tiempo que había estado ausente, rebobinó la cinta y conectó el aparato. Después de unos minutos encontró el punto en el que había dejado la conversación de don Manuel con el tipo de promomarketing, siguió con su trabajo a ver si era capaz de entresacar algo más de ese diálogo. Don Manuel parecía dispuesto a comenzar una campaña populista de algún tipo y, aunque no dejaba entrever el verdadero motivo de ese proyecto, todo parecía apuntar a algún lavado de imagen que debía llevarle hasta la escena política. Aún así, no lo dejaba del todo claro.
Se quitó los cascos y se asomó al ventanuco del pequeño estudio, en el exterior la noche profunda tocada por el frío invernal había dejado la calle desierta. Le dolía profundamente la cabeza, como si tuviese un alambre atravesándole las sienes y no le dejase pensar con claridad. Se encendió un cigarrillo, le daba igual que le viesen desde el exterior, estaba agobiado y en ese instante no tenía capacidad para seguir reflexionando en el caso. Fumó con tranquilidad, tocando su pierna mientras exhalaba el humo, recordó que don Manuel estaba un piso por debajo y que resultaría realmente sencillo el acabar con él de un simple disparo. Era algo fácil, solo tenía que descender los escalones, eliminar a la seguridad y nadie sabría nunca nada de lo que había sucedido en esa buhardilla. Enlazó otro cigarrillo y continuó fantaseando con esa posibilidad, estaba realmente frustrado ante la idea de que don Manuel acabase por meterse en política y esquivando la ley. Aunque, si lo pensaba con detenimiento, era lo que siempre sucedía con ese tipo de personajes que están siempre bordeando la legalidad. Era evidente que tienen una tendencia a acabar sacando partido del sistema, se aprovechan de cualquier fisura que encuentran y acaban por hacerse un hueco a fuerza de presionar y forzar la situación. Apretó el puño con fuerza, le produjo una rabia indescriptible todo lo que estaba descubriendo y decidió que sería mejor dejar la investigación hasta el día siguiente.
Dejó el equipo tal cual estaba y salió cojeando al pasillo, fue arrastrando la extremidad hasta el montacargas y sin tomarse la molestia de vigilar por si había algún escolta en el descansillo tomó la salida. Recordó que no tenía coche y comenzó a vagar por la calle sin rumbo determinado, se fijo en el reflejo que le ofrecía la ventanilla de uno de los vehículos aparcados y cayó en la cuenta de que tenía una pinta miserable. El rostro pálido y  con ojeras violetas, despeinado y el pantalón destrozado empapado de sangre; si se hubiese encontrado consigo mismo hubiese cambiado de acera. Finalmente, tras un periplo por las vías desiertas que no sabía a dónde le iba a conducir consiguió parar un taxi para que le llevase a su casa. Le quedaba enfrentarse a Eva y, con un poco de suerte, podría pasar un tiempo con Marcos cuando se despertase. Ese último pensamiento le provocó la primera sonrisa que recordaba, había estado demasiado presionado y había dejado de lado lo más importante que tenía en su vida. Se sintió abochornado y decidido a dar un cambio a todo lo que le estaba envolviendo en los últimos tiempos.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Decididamente el más peligroso de esta historia es el agente Vázquez.