lunes, febrero 17, 2014

En el ángulo muerto Vol. 218



Laberintos mentales

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El corredor que llevaba al estudio no parecía terminar, del resquicio que dejaban las puertas  surgía un resplandor blanquecino que iluminaba a duras penas ese tremendo pasaje. El detective no terminaba de comprender lo que sucedía, cómo era posible que todos los trasteros estuviesen ocupados esa noche. Le resultaba incomprensible tamaña coincidencia, algo no funcionaba y comenzaba a sentirse nervioso. Sacó el arma, sería mejor que se mantuviese alerta y, aunque no tenía autorización para realizar esa investigación, tampoco estaba dispuesto a perder la vida por una formalidad. Sabía que trataba con delincuentes peligrosos y que, en cualquier momento, podrían descubrirle; no pasaba nada por ser precavido y mantenerse a buen recaudo. Siguió avanzando, a hurtadillas, procurando pisar con la máxima delicadeza posible pero las traviesas de madera parecían quejarse y avisar de su presencia con cada movimiento que realizaba. Estaba agotado y, a pesar del frío que sentía, sudaba empapando su ropa que se pegaba helada a su espalda. Le resultaba tremendamente incómodo, hubiese deseado poder darse la vuelta y escapar de ahí pues la inseguridad estaba tornándose terror. Los colores, las formas, todo se había alterado de manera sutil y cada metro que recorría su meta parecía alejarse un poco más. Frenó un segundo, miró a su alrededor pues se sentía observado y tomó aire para continuar su camino. No reparó en nada llamativo, simplemente era presa de una emoción que relacionó con la ansiedad y el estrés que sufría. Continuó apuntando según caminaba y, finalmente, fue capaz de llegar a su destino, de su bolsillo sacó un enorme manojo de llaves que tintineó aparatosamente. Resultó un sonido desproporcionado, brutal como un golpe con una barra de hierro. No lo recordaba tan voluminoso y no atinaba con  la cerradura, probó numerosas veces hasta que por fin encontró una llave que pareció adecuarse al mecanismo. Giró lentamente y abrió la puerta para descubrir un leve resplandor y a don Manuel y su seguridad sentados alrededor de la mesa; en un solo movimiento apuntó y disparó provocando un terrible eco que le hizo dar un respingo.
Se incorporó de un salto, estaba empapado  sobre su cama y el sol parecía a punto de ocultarse. Miró el reloj alarmado y constató que había pasado toda la jornada sumido en el extraño sueño que había experimentado, no había nada qué hacer y estoicamente aceptó la situación que se le había presentado. Además, ya se inventaría algo para esquivar las responsabilidades. De todas formas, consideró adecuado poner un correo electrónico a su superior pues se sentía obligado a respaldar al agente Esteban. Camino del ordenador se encontró con Eva, estaba con Marcos y éste pareció alegrarse enormemente al verle. Algo en su interior despertó inmediatamente, volvió a mirar la hora y llegó a la conclusión de que tenía tiempo sobrado para poner el correo y dedicarse a los temas que había dejado descolgados en la central. Su mujer parecía contenta de que estuviese con ellos, charlaron un poco y decidieron dar un paseo para tomar algo de aire. Aún así, Eva parecía un tanto extraña y le observaba detenidamente sin que el detective tuviese fuerzas para preguntar qué era lo que le preocupaba. Estaba abatido, como si le faltase brío o capacidad para sacar todo lo que tenía por delante; solo se sentía con energías para la investigación.
Cuando dejó a Eva bañando al bebé se puso a escuchar la cinta que había grabado la noche anterior, utilizó un viejo walkman que todavía conservaba. Conectó el aparato y solo le llegó un zumbido metálico, no había atisbo de ninguna conversación pero, de todas formas, ese rumor que alcanzaba sus oídos le resultaba lisérgico, como si le meciesen lentamente hasta conseguir el sueño. Cuando tuvo claro que no iba a sacar nada en claro se levantó impetuoso y cogió las llaves del coche, iría inmediatamente a relevar al agente. Aunque todavía le faltaba tiempo no podía esperar más, un impulso irreprimible le empujaba a regresar. Cuando arrancó su vehículo cayó en la cuenta de que no se había despedido de su familia, valoró que era ridículo volver y encendió el motor para perderse en la noche.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Para cumplir con el refrán, mucho antes de acostarme hoy, he ido corriendo a la RAE:

lisérgico, ca.
1. adj. Quím. Se dice de un compuesto químico de carácter ácido y estructura cíclica que se extrae por hidrólisis del cornezuelo y cuyos derivados sintéticos poseen propiedades alucinógenas