miércoles, febrero 19, 2014

En el Backstage



Noche para disfrutar

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Hacía tiempo que este santo espacio no se veía asaltado por la crónica de algún concierto (para ser justos debo reconocer que este sitio está más bien desvalido pero, sin duda, esta es otra historia) y el pasado viernes 14 de febrero mi atractiva esposa y yo tuvimos la oportunidad de asistir al estreno hispano de los casi recién creados John the Conqueror y ésta sí que es una historia que atañe a este lugar.
La noche parecía conducirnos a través de la lluvia a algún oscuro antro de la zona del Mississippi, yo me había pertrechado con mi petaca de güisqui por lo que pudiese acontecer y empapados, en lugar de llegar a algún lugar perdido lleno de rednecks y negros oscuros como el carbón, alcanzamos el centro de Madrid donde debutaban en suelo patrio los John de Conqueror. La sala Boite, que no conocía, me pareció, además de envidiablemente ubicada, el lugar ideal para un concierto de las características del que estábamos a punto de asistir. Pequeña, con un aforo de unas trescientas personas, de sonido perfecto y con una distribución adecuada para que nadie se perdiese nada del show. El público, conformado principalmente por barbudos hipster devora magdalenas, fue respetuoso y todos pudimos convivir con tranquilidad a pesar de que se habían agotado las entradas y que el local estaba hasta la bandera.
El grupo comenzó puntual, a eso de las diez y media, con un trallazo que dejó a las claras de qué iba el asunto que nos esperaba. Blues-rock clásico, con concesiones a la dureza o a la lírica cuando se hacía necesario, y con una formación bien trabada que sabía perfectamente a qué había viajado hasta Europa. El grupo, un power trío que funcionaba a las mil maravillas, sonaba compacto y potente pero con la suficiente versatilidad como para cambiar el estilo de sus temas con unas mínimas variaciones que nos trasladaban por la senda de un blues-rock que a veces lindaba con el rhythm and blues, el soul o el funk aunque, sin duda, manteniendo un sonido de raíces que dejaba clara la marca de la casa (creo que hará de seña de identidad de este conjunto). El cantante y guitarra, pertrechado con un Ibanez de caja semihueca que sonaba increíblemente bien, se desató como un torbellino sobre el escenario con una voz protagonista del espectáculo de profundo timbre negro y tono grave y potente. El  tipo, un atractivo mulato del sur de Estados Unidos, no desentonó ni una sola vez y mantuvo el tipo durante la totalidad del concierto. De hecho, fue capaz de modular y envolver a los presentes con los cambios de fraseo y de energía de los que hizo gala. Además, por si esto fuera poco, tocaba la guitarra extraordinariamente y fue capaz de llenar, a base de riffs cortantes y pentatónicas endiabladas, el vacío que dejaba la rítmica. Una guitarra con mucho crunch y olor a válvula añeja y setentera. Por su parte, percusión (un negro gigante) y bajo (una especie de destilador ilegal de lo más profundo de Estados Unidos) hicieron lo que debían acompañando a la estrella del conjunto y dejando su rol en el lugar que les correspondía; en un segundo plano.
A la finalización del concierto, que se ciñó sobre todo a su último álbum y no ofreció concesiones en forma de versiones, los integrantes de John the Conqueror se mezclaron con los asistentes y firmaron discos mientras charlaban tranquilamente hasta que la Boite se fue quedando vacía y comenzaron a prepararse para su siguiente parada en Barcelona. Una broche perfecto para freaks como yo que agradecen este tipo de gestos que permiten conocer a los artistas de primera mano.
En definitiva, un conjunto a seguir que, al  estar en el sello de los Black Keys, a buen seguro que tendrá la difusión adecuada. Y lo más importante, tienen un sonido propio que, aunque mana de las raíces blueseras más profundas de América, adquiere personalidad propia. Es decir, un grupo auténtico que espero volver a ver por aquí para tomarme un güisqui mientras disfruto de buena música.

Nacho Valdés

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