Laberintos mentales
El corredor que llevaba al estudio no parecía terminar, del
resquicio que dejaban las puertas surgía
un resplandor blanquecino que iluminaba a duras penas ese tremendo pasaje. El
detective no terminaba de comprender lo que sucedía, cómo era posible que todos
los trasteros estuviesen ocupados esa noche. Le resultaba incomprensible tamaña
coincidencia, algo no funcionaba y comenzaba a sentirse nervioso. Sacó el arma,
sería mejor que se mantuviese alerta y, aunque no tenía autorización para
realizar esa investigación, tampoco estaba dispuesto a perder la vida por una
formalidad. Sabía que trataba con delincuentes peligrosos y que, en cualquier
momento, podrían descubrirle; no pasaba nada por ser precavido y mantenerse a
buen recaudo. Siguió avanzando, a hurtadillas, procurando pisar con la máxima
delicadeza posible pero las traviesas de madera parecían quejarse y avisar de
su presencia con cada movimiento que realizaba. Estaba agotado y, a pesar del
frío que sentía, sudaba empapando su ropa que se pegaba helada a su espalda. Le
resultaba tremendamente incómodo, hubiese deseado poder darse la vuelta y
escapar de ahí pues la inseguridad estaba tornándose terror. Los colores, las
formas, todo se había alterado de manera sutil y cada metro que recorría su
meta parecía alejarse un poco más. Frenó un segundo, miró a su alrededor pues
se sentía observado y tomó aire para continuar su camino. No reparó en nada
llamativo, simplemente era presa de una emoción que relacionó con la ansiedad y
el estrés que sufría. Continuó apuntando según caminaba y, finalmente, fue
capaz de llegar a su destino, de su bolsillo sacó un enorme manojo de llaves
que tintineó aparatosamente. Resultó un sonido desproporcionado, brutal como un
golpe con una barra de hierro. No lo recordaba tan voluminoso y no atinaba con la cerradura, probó numerosas veces hasta que
por fin encontró una llave que pareció adecuarse al mecanismo. Giró lentamente
y abrió la puerta para descubrir un leve resplandor y a don Manuel y su
seguridad sentados alrededor de la mesa; en un solo movimiento apuntó y disparó
provocando un terrible eco que le hizo dar un respingo.
Se incorporó de un salto, estaba empapado sobre su cama y el sol parecía a punto de
ocultarse. Miró el reloj alarmado y constató que había pasado toda la jornada
sumido en el extraño sueño que había experimentado, no había nada qué hacer y
estoicamente aceptó la situación que se le había presentado. Además, ya se
inventaría algo para esquivar las responsabilidades. De todas formas, consideró
adecuado poner un correo electrónico a su superior pues se sentía obligado a respaldar
al agente Esteban. Camino del ordenador se encontró con Eva, estaba con Marcos
y éste pareció alegrarse enormemente al verle. Algo en su interior despertó
inmediatamente, volvió a mirar la hora y llegó a la conclusión de que tenía
tiempo sobrado para poner el correo y dedicarse a los temas que había dejado
descolgados en la central. Su mujer parecía contenta de que estuviese con
ellos, charlaron un poco y decidieron dar un paseo para tomar algo de aire. Aún
así, Eva parecía un tanto extraña y le observaba detenidamente sin que el
detective tuviese fuerzas para preguntar qué era lo que le preocupaba. Estaba abatido,
como si le faltase brío o capacidad para sacar todo lo que tenía por delante; solo
se sentía con energías para la investigación.
Cuando dejó a Eva bañando al bebé se puso a escuchar la
cinta que había grabado la noche anterior, utilizó un viejo walkman que todavía
conservaba. Conectó el aparato y solo le llegó un zumbido metálico, no había
atisbo de ninguna conversación pero, de todas formas, ese rumor que alcanzaba
sus oídos le resultaba lisérgico, como si le meciesen lentamente hasta conseguir
el sueño. Cuando tuvo claro que no iba a sacar nada en claro se levantó
impetuoso y cogió las llaves del coche, iría inmediatamente a relevar al
agente. Aunque todavía le faltaba tiempo no podía esperar más, un impulso
irreprimible le empujaba a regresar. Cuando arrancó su vehículo cayó en la
cuenta de que no se había despedido de su familia, valoró que era ridículo
volver y encendió el motor para perderse en la noche.
Nacho Valdés
1 comentario:
Para cumplir con el refrán, mucho antes de acostarme hoy, he ido corriendo a la RAE:
lisérgico, ca.
1. adj. Quím. Se dice de un compuesto químico de carácter ácido y estructura cíclica que se extrae por hidrólisis del cornezuelo y cuyos derivados sintéticos poseen propiedades alucinógenas
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