Terrores nocturnos
El detective fue invadido por una profunda desazón cuando se
quedó solo, fue algo inmediato que le asaltó cuando el agente Esteban abandonó
la habitación. No sabría explicarlo pero era algo así como una losa de soledad
que le había caído encima, una especie de melancolía que le atrapó súbitamente.
Tenía claro que se había embarcado en una extraña cruzada que no tenía ni idea
de a dónde le iba a conducir pero, más que angustia por no conocer el final de
esa historia, lo que echaba de menos era la compañía de su familia. Tomó
conciencia de que en ese mismo instante comenzaba el verdadero trabajo, las
guardias interminables y las ausencias que sabía que le iban a procurar no
pocos problemas. Recordaba a Eva, sola y desesperándose y tenía presente a
Marcos, con el que no había tenido casi contacto. Valoró durante un instante si
lo que estaba haciendo merecía la pena y, de un plumazo, borró las dudas que le
embargaban. Decidió que sería mejor concentrarse en lo que tenía por delante y
acabar de una vez por todas con lo que se estaba convirtiendo en su obsesión.
Por los auriculares no le llegaba nada, quizás un rumor de
electricidad estática que acabó por incrustarse en su mente como una aguja
punzante y afilada. La cabeza comenzó a latirle, notaba el flujo sanguíneo y
los nervios provocaron que una de sus piernas comenzase a temblar sin control.
Estaba entrando en un estado de ansiedad provocado por la situación con la que
se había comprometido. El espacio reducido, la oscuridad que solo se rompía por
la precaria iluminación que llegaba desde el exterior y el frío que había hecho
acto de presencia, estaban haciendo mella en su paciencia. Se quitó los cascos,
se sentía ridículo escuchando el silencio, se asomó a la ventana y vio la calle
húmeda, desierta y mal iluminada por las farolas. Le hubiese gustado salir, dar
una vuelta y regresar a su casa junto a los suyos. Tenía la sospecha de que
estaba a punto de sufrir un ataque de angustia, los estremecimientos estaban
empeorando y era incapaz de controlar sus extremidades. Encendió un cigarro, la
punta rojiza iluminaba brevemente el lugar en el que se encontraba y, a cada
calada que daba, rebajaba la ansiedad de la que era presa. Enlazó un pitillo
con otro y, después de toser intensamente, volvió a su puesto.
Se conectó de nuevo a la grabadora, los cascos continuaban
ofreciendo un sonido estático que no ayudaba a mantener la tranquilidad. Aún
así, armándose de paciencia, consiguió dominarse y concentrarse en la labor que
estaba desempeñando. Creía percibir algo, un bisbiseo que no llegaba a rumor
pero que parecía hacerse más intenso según pasaba el tiempo. Después de unos
minutos no terminaba de tener claro si era un sonido real o si se trataba de un
producto de su imaginación aunque, repentinamente, se manifestó una conversación
de manera nítida. Se trataba de la seguridad de don Manuel. – No sé si el viejo
querrá hoy a alguna fulana. ¿Tú qué crees? – Dijo uno. – No tengo ni idea pero
ya estoy harto de estar metido en esta casa, me gustaría algo más dinámico… dar
una vuelta, movernos. No sé, esto está empezando a pasarme factura y cada día
fumo más. – Repuso el otro. – Bueno, tenemos que tener paciencia, cuando reciba
todos los que quedan estaremos listos. Por lo demás no nos podemos quejar, está
muy bien pagado. – Contestó.
El detective Vázquez se congratuló de haber sido capaz de
escuchar esa conversación, ya tenía claro que el dispositivo de vigilancia,
aunque trasnochado, funcionaba perfectamente. Lo que no podía dilucidar era si
podría llegar a todos los lugares de la casa mas, de todas formas, había
constatado que don Manuel hacia vida en la estancia principal y cuando tenía
algo que tratar de lo que le interesaba que se enterasen, mandaba a sus
escoltas al descansillo a que fumasen mientras él despachaba sus asuntos. Una
sonrisa cruzó la cara de Vázquez, ya se veía como comisario después de desarmar
los negocios corruptos de ese tipo despreciable.
Nacho Valdés
1 comentario:
Uno de los problemas del formato semanal es que justo en un momento que parece a punto de ocurrir algo... ¡chas!
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