lunes, febrero 03, 2014

En el ángulo muerto Vol. 216



Terrores nocturnos

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El detective fue invadido por una profunda desazón cuando se quedó solo, fue algo inmediato que le asaltó cuando el agente Esteban abandonó la habitación. No sabría explicarlo pero era algo así como una losa de soledad que le había caído encima, una especie de melancolía que le atrapó súbitamente. Tenía claro que se había embarcado en una extraña cruzada que no tenía ni idea de a dónde le iba a conducir pero, más que angustia por no conocer el final de esa historia, lo que echaba de menos era la compañía de su familia. Tomó conciencia de que en ese mismo instante comenzaba el verdadero trabajo, las guardias interminables y las ausencias que sabía que le iban a procurar no pocos problemas. Recordaba a Eva, sola y desesperándose y tenía presente a Marcos, con el que no había tenido casi contacto. Valoró durante un instante si lo que estaba haciendo merecía la pena y, de un plumazo, borró las dudas que le embargaban. Decidió que sería mejor concentrarse en lo que tenía por delante y acabar de una vez por todas con lo que se estaba convirtiendo en su obsesión.
Por los auriculares no le llegaba nada, quizás un rumor de electricidad estática que acabó por incrustarse en su mente como una aguja punzante y afilada. La cabeza comenzó a latirle, notaba el flujo sanguíneo y los nervios provocaron que una de sus piernas comenzase a temblar sin control. Estaba entrando en un estado de ansiedad provocado por la situación con la que se había comprometido. El espacio reducido, la oscuridad que solo se rompía por la precaria iluminación que llegaba desde el exterior y el frío que había hecho acto de presencia, estaban haciendo mella en su paciencia. Se quitó los cascos, se sentía ridículo escuchando el silencio, se asomó a la ventana y vio la calle húmeda, desierta y mal iluminada por las farolas. Le hubiese gustado salir, dar una vuelta y regresar a su casa junto a los suyos. Tenía la sospecha de que estaba a punto de sufrir un ataque de angustia, los estremecimientos estaban empeorando y era incapaz de controlar sus extremidades. Encendió un cigarro, la punta rojiza iluminaba brevemente el lugar en el que se encontraba y, a cada calada que daba, rebajaba la ansiedad de la que era presa. Enlazó un pitillo con otro y, después de toser intensamente, volvió a su puesto.
Se conectó de nuevo a la grabadora, los cascos continuaban ofreciendo un sonido estático que no ayudaba a mantener la tranquilidad. Aún así, armándose de paciencia, consiguió dominarse y concentrarse en la labor que estaba desempeñando. Creía percibir algo, un bisbiseo que no llegaba a rumor pero que parecía hacerse más intenso según pasaba el tiempo. Después de unos minutos no terminaba de tener claro si era un sonido real o si se trataba de un producto de su imaginación aunque, repentinamente, se manifestó una conversación de manera nítida. Se trataba de la seguridad de don Manuel. – No sé si el viejo querrá hoy a alguna fulana. ¿Tú qué crees? – Dijo uno. – No tengo ni idea pero ya estoy harto de estar metido en esta casa, me gustaría algo más dinámico… dar una vuelta, movernos. No sé, esto está empezando a pasarme factura y cada día fumo más. – Repuso el otro. – Bueno, tenemos que tener paciencia, cuando reciba todos los que quedan estaremos listos. Por lo demás no nos podemos quejar, está muy bien pagado. – Contestó.
El detective Vázquez se congratuló de haber sido capaz de escuchar esa conversación, ya tenía claro que el dispositivo de vigilancia, aunque trasnochado, funcionaba perfectamente. Lo que no podía dilucidar era si podría llegar a todos los lugares de la casa mas, de todas formas, había constatado que don Manuel hacia vida en la estancia principal y cuando tenía algo que tratar de lo que le interesaba que se enterasen, mandaba a sus escoltas al descansillo a que fumasen mientras él despachaba sus asuntos. Una sonrisa cruzó la cara de Vázquez, ya se veía como comisario después de desarmar los negocios corruptos de ese tipo despreciable.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Uno de los problemas del formato semanal es que justo en un momento que parece a punto de ocurrir algo... ¡chas!