miércoles, noviembre 30, 2011

En el Backstage Vol. 31


El largo viaje de un intimista

Lleva ya muchos años el señor Krahe en la brecha, recorriendo salas, ciudades y todo tipo de locales en los que mostrar su buen hacer para con las letras y la rapsodia. Es por esto que se le debe antojar como un vicio o manía el andar por ahí deambulando a una edad, que aunque menor de lo aparentan sus canas, barbas y figura, ya no es la de un mozalbete que pueda enfrentarse como si tal cosa a los tubos de whisky que se arrea sin remisión. El caso es que recaló en Valencia, en la sala Wah Wah donde le recibimos con los honores que tamaño orador, pues difícilmente puede ser catalogado de cantante, merece desde hace lustros.
El lugar era el adecuado pues no tiene sentido introducir a este prohombre de la lírica en un lugar con mayor aforo, el local recogido era mucho más pertinente para que nos ofreciese el recital que estábamos esperando dubitativamente. La duda no respondía más que a la ignorancia, por lo menos en mi caso, pues, lejos de conocer la obra de este creador, únicamente sabía de algunos temas imperecederos y lo que mis mayores me habían contado. Toda referencia parecía representar a la leyenda, a tiempos pretéritos en los que se hacía música con un guitarra, una turuta, cuatro amigos y grandes dosis de alcohol y drogas blandas. Los tiempos han cambiado, eso no cabe ni cuestionárselo pero, lo que sí me quedó claro, es que este tipo de creaciones que juegan con el lenguaje y la ironía siempre estarán presentes y actuales para aquellos que mantengan un espíritu atento que pretenda deleitarse con las referencias culturales y poéticas, siempre de carácter mundano y banal, que realiza el señor Krahe. Es decir, en estos recitales se va alternando con gran sorna los elementos clásicos de la cultura occidental con los más cotidianos y accesibles. Ahí se encuentra la clave que Javier maneja con soltura, consigue un uso sutil y elevado del lenguaje con una métrica y una rima cuidadas hasta el máximo detalle que trata de los temas más vulgares y costumbristas. De esta manera, todos los que fuimos testigos del concierto pudimos disfrutar a carcajada viva de las ocurrencias de este tipo de barba blanca y figura escuchimizada.
El público, que era realmente variopinto y mucho más joven de lo que me esperaba en un principio, atiborró la sala y ejemplificó de manera práctica cuál es el motivo por el que Krahe es considerado como cantautor de culto. Es increíble que, en estos tiempos en los que la música en vivo sufre por abrirse camino, venga este hombre con todos los años del mundo a sus espaldas y consiga reunir a una concurrencia que inunde una sala de manera categórica. Ya fue una sorpresa saber que había vendido todo el aforo pero, mayor fue cuando comprobé que la media de edad se acercaba más a la mía que a la de Krahe. Por otro lado, es digno de mencionar el estado de forma en el que está este hombre de caústica presencia. Por un lado le acompañaban los consabidos whiskys con los que llenaba un vaso de tubo hasta el borde mismo y que iba sorbiendo a pequeños tragos y, por otro lado, la voz rota por mil pitillos con la que más que cantar entonaba sus juegos de palabras y retruécanos que nos llevaban desde lo vulgar a lo noble sin hacer pausas que permitiesen percibir el cambio de registro. Como buen trovador, no eran pocas las historias personales cargadas de ficción con las que entretuvo los entreactos y tiempos muertos. Por supuesto el resultado fue la hilaridad y la risa entusiasta de todos los que presenciamos el espectáculo.
A nivel musical la cosa era bien parca pues, además de la voz destrozada y débil del cantautor, contaba con guitarra y contrabajo que también acompañaban a los coros. Las composiciones fueron sencillas pero hicieron su labor a la perfección, permitieron que brillasen los ingeniosos embustes versificados y milimétricamente medidos con los que Krahe nos regaló una noche realmente especial. Como asunto excepcional, rescató una turuta con la que hizo alarde de su sencillo manejo en una de sus composiciones. Vamos, todo un guiño al pasado. Me quedo con tres canciones que me llamaron mucho la atención; la versión abreviada de la Odisea, la canción construida con esdrújulas y la canción protesta que criticó a listillos y demás elementos estrambóticos. Y, por supuesto, me quedo con la gran humanidad, cinismo y magnetismo que irradiaba el señor Krahe. Todo un grande.

Nacho Valdés

6 comentarios:

paco albert dijo...

Veracísima crónica sin ápice de pleonasmo. Enorme Krahe. Un placer haberlo compartido con vosotros.

Sergio dijo...

A mi nunca me ha gustado ni su música ni sus otras cosas.
Un día tuve que tragarme un concierto suyo (por llamarlo de alguna manera)en Libertad 8 y me dieron ganas de subir a estrangularle. Está a medio camino entre cantamañanas y juntapalabras que es como no estar en ninguna parte. El chiste se le terminó hace años.

!Ah¡ la crónica está bien, claro.

paco albert dijo...

Eso explica tu devoción por Drexler; todo encaja.

Sergio dijo...

Sí. Y por los músicos en general...

Muchacho_Electrico dijo...

Totalmente de acuerdo con my bro, si llevase gafas, además de cantamañanas y juntaletras podríamos llamarle gafapastas.
Muy buena crónica y que viva Drexler
Sr.Albert: No todo el que canta o toca un instrumento puede ser llamado músico.

paco albert dijo...

Por alusiones; anda y que te ondulen, fámulo electrificado. Pero espera, debe ser cierto, con todo lo que te tocas el instrumento... en fin, vamos a dejarlo