lunes, noviembre 28, 2011

En el ángulo muerto Vol. 125


Deus ex machina

Que el mundo actual está mal es un hecho palmario, no hay más que ver lo que sucedió este verano cuando las juventudes católicas quisieron celebrar los valores humanistas cristianos junto al Papa y fueron tachados de invasores. ¿Cómo es posible que tal como van las cosas se den este tipo de ataques indiscriminados? ¿Cómo se pueden permitir estos atropellos contra aquellos que mantienen la concordia en este mundo que se va a pique?
En fin, preferiría no hablar de estos temas, y menos en estos términos tan duros, pero considero que la crisis económica y política que estamos sufriendo está íntimamente relacionada con la decadencia espiritual que asola Europa desde hace por lo menos doscientos años. Es inconcebible la manera en que el ateísmo y la sinrazón se han ido apoderando de todas las esferas sociales, me da la sensación de que Dios ha pasado de moda y que ya no resulta adecuado mostrarse como un católico de base que ama y respeta al prójimo (eso sí, siempre que sea creyente y practicante). Es cuanto menos extraño que algo que, desde mi opinión y la de cualquiera con dos dedos de frente, resulta positivo para todo el entorno sea rechazado y atacado sin piedad. Yo, desde mi humilde posición estoy intentando revertir este momento impío con todas las fuerzas y recursos que tengo a mi disposición. Por ejemplo, en mi empresa, que es una constructora mediana, me he dedicado a realizar entrevistas, cuestionarios e incluso seguimientos para saber de los hábitos de mis empleados. Se sorprenderían ustedes de la cantidad de basura a la que se puede acceder únicamente ingresando en las redes sociales de la gente y, por otro lado, me resulta todavía más increíble que dada la cantidad de perversiones de las que se hace alarde público en estos lugares, no sean clausurados y sus promotores encarcelados por atentar contra la moral y las buenas costumbres. O, más bien, deberíamos regresar a los felices tiempos en los que se celebraban autos de fe y los apostatas y demás herejes eran quemados vivos para que expurgasen sus pecados. Tampoco quiero dejarme llevar por la emoción pero, desde mi situación, intento contribuir a que los valores del cristianismo primitivo vuelvan a estar vigentes. Para este fin, tal y como estaba contando, me valgo de todos los recursos a mi alcance. Por ejemplo, los domingos mis empleados deben acudir a la parroquia a la que perteneczo para comulgar, escuchar la homilía y, sobre todo, para someterse al sacramento de la confesión pues no quiero a mi alrededor a nadie que pueda, por su irreverencia o errores cometidos, contaminar mi entorno. Se puede decir que he creado una especie de burbuja en la que prevalece la bondad y los intereses católicos. No han sido pocos los que he despedido por culpa de estos asuntos y he pagado la indemnización gustosamente pues he pasado muchos años en los que mi precariedad no me permitía hacer lo que consideraba correcto. Ahora, por fin, tengo la sartén por el mango.
Últimamente creo que he logrado el lugar perfecto para el trabajo pues considero que todos los integrantes de mi pequeña comunidad, así me gusta llamarla, están en el mismo proyecto común que va más allá de la construcción de viviendas. Además, contribuyen con parte de su sueldo a las obras caritativas que estoy emprendiendo con la fundación que creé hace menos de dos años. Es maravilloso comprobar como, por iniciativa personal, pues prácticamente no tengo que presionarles, donan ese dinero con el que estoy llevando mis ideas un paso más allá. Si todo marcha como espero quizás ese proyecto sea el que mantenga mi nombre vivo y, quién sabe, quizás acabe siendo beatificado para acabar incluido en el canon del santoral. En fin, será mejor no dejarme llevar por mi vanidad y que no fantasee con estos asuntos tan serios.
El problema real, lo que me preocupa, es la sociedad que estamos creando para nuestros hijos y nietos. El nihilismo, el descreimiento y la falta de perspectivas para con un proyecto común está haciendo del mundo un lugar peor. A veces, cuando estoy en mi cama después de rezar mis oraciones me gustaría ser americano y poder llevar un arma para deshacerme de toda la inmundicia que veo en mi entorno. De verdad, dispararía contra todos esos liberales que se piensan que pueden andar por el mundo sin respetar a nada ni nadie, cómo disfrutaría. Sin embargo, sé que esos pensamientos son maliciosos y no puedo llevarlos a efecto. Por ese motivo me mortifico, para evitar que algún día haga lo que mi mente me lleva a considerar con seriedad; conseguir un arma y matar, qué se yo, a todos los mierdas que van a un concierto o que hacen botellón sin ningún tipo de consideración. Cuando no puedo más de la rabia me levanto, cojo un pequeño látigo que tengo y me abraso la espalda hasta que me tranquilizo. Así me encuentro mejor y la maldad innata que hasta yo mismo llevo en mi interior se disuelve, justo en esos momentos es cuando me siento más cercano a nuestro Señor.

Nacho Valdés

5 comentarios:

cristina dijo...

Oh sí! y en el "AÑO MARIANO" todos estos sentimientos afloran todavía más.

AMEN

raposu dijo...

Como el volumen anterior estaba escrito con voz propia, al principio pensé que éste también y he estado a punto de llamarte para ver si te habias pasado en alguna fumata o qué... Pero he seguido leyendo.

Laudemos deo, benedictionis, no te pasa nada.

Anónimo dijo...

Leyendo a mi antiguo profesor he recordado a un tal Weber. No he recordado su ética de la responsabilidad, esa la dejo a un lado ahora, sino cuando habló, en su tiempo, del desencanto del mundo cuando la Religión cedió ante la Política. ¿Estaremos en otro desencanto?

Sergio dijo...

Gran tipo el prota de la historia monologuera. Verdades como puños. Suscribo todo lo dicho.

Pitufet ¿Te refieres a Mark Weber no?

SALUDOS

laura dijo...

Uf cariño, me ha pasado lo mismo que a tu padre y me estaba quedando flipada, menos mal que he seguido leyendo...
UN BESO.