martes, noviembre 01, 2011

En el ángulo muerto Vol. 121



Entrevista personal

Mientras esperábamos que llegase la bebida caliente que estaba preparando la asistenta nos mantuvimos en silencio, como si no tuviésemos nada que decirnos más allá de lo estrictamente profesional. Por otro lado, tampoco me extrañaba que ese pequeño hombre de aspecto coqueto y únicamente preocupado por sus charlas y actividades profesionales no tuviese ningún interés en que yo me inmiscuyese en sus asuntos personales. Aunque, mirándolo desde otro ángulo, odiaba la miopía y persistencia con la que rechazaba mis propuestas. Tenía la impresión, cada vez más arraigada de que mostraba únicamente lo que quería que los demás viesen, como si en su interior algo estuviese enquistado y no desease que aflorase. Aprovechando que se levantó un instante hasta un armarito que tenía detrás a coger un pequeño objeto, saqué la cámara de fotos y le hice un par de instantáneas, al darse cuenta de lo que estaba haciendo volvió a ponerse rojo de furor.
- ¿Quién le ha dado permiso para fotografiar mi casa? –Inquirió impetuoso.
- Simplemente se trata de un apoyo gráfico para el reportaje, pensé que no le importaría –yo sabía que me la había jugado pero necesitaba algo así de personal para ilustrar mi trabajo-.
- Si no le importa, cuando terminemos con esto quiero que me entregue el carrete –me observó con dureza mientras profería su amenaza-. En caso contrario no me prestaré a ninguna entrevista.
- No se preocupe, en cuanto terminemos no tengo inconveniente en entregarle los originales –por supuesto estaba mintiendo, lo único que quería era conseguir algo de tiempo para ganarme su confianza-.
La mujer que atendía al señor Garrido apareció con el juego de té primorosamente colocado en una bandeja plateada, incluso había añadido unas pastas con muy buen aspecto. Educadamente le mostré mi agradecimiento aunque solo recibí un gruñido como contestación, el anciano sirvió de la tetera y echó azúcar.
- Bueno –comencé-, ¿cuándo fue usted a Alemania?
- Me alisté como voluntario a la División Azul en 1940, cuando España todavía estaba arrasada por la guerra que habíamos sufrido.
- Pero usted siempre se ha declarado de izquierdas, ¿cómo es posible que le permitiesen enrolarse en un cuerpo de élite que iba destinado a ayudar a un gobierno nacionalsocialista? –Había sacado una libretita y no perdía ni un detalle de las contestaciones.
- Supongo que se limitaron a aceptarme y, además, anteriormente tampoco había tenido actividad política –parecía estar disculpándose cuando hablaba-.
- Pero tampoco había tenido actividad militar, resulta un tanto extraño que para un grupo de esas características aceptasen a civiles. ¿No le parece?
- Yo, en principio, iba a hacer bulto para morir en el frente oriental. Lo única que quería Franco era carne de cañón para tener a los nazis satisfechos.
- Entiendo –tomé nota de lo último que había dicho y di un sorbo al té que tenía delante-. Sin embargo, usted por lo que ha contado fue detenido por prácticas de sabotaje contra el gobierno nazi, ¿es eso así?
- Efectivamente, en cuanto pude me infiltré entre la población civil y me dediqué a trabajos de espionaje, difusión de propaganda y sabotaje de instalaciones y recursos militares.
- Pero, usted venía de una zona rural –le miré con desconfianza-, ¿cómo es posible que tuviese los recursos para realizar ese tipo de acciones?
- Entré en contacto con la resistencia alemana que, para su información, también existía –el hombre me miraba con cierto resentimiento, no le gustaban las palabras que estaba escuchando-.
- Si le digo la verdad –hice una pausa para tomar un poco más de té-, me parece usted un fraude –dejé la frase en el aire y puesto que no obtuve contestación continué- y eso precisamente es lo que me interesa de su historia.
- ¿De qué está usted hablando? ¿Cómo se atreve a insultarme así? –El hombre hizo además de levantarse pero se quedó clavado en su asiento, como esperando a ver hasta dónde llegaban mis acusaciones-.
- Si me da algún nombre que se pueda confirmar de algún compañero de resistencia, barracón o algo por el estilo creeré en usted. En caso contrario, llevaré esta investigación hasta el final y descubriré la realidad de su invención –yo me mantenía firme en mi postura, estaba decidido a poner contra la cuerdas a ese tipo que en mi opinión no era lícito-.
El señor Garrido se puso lívido, su cuerpo le traicionaba y no sabía qué decir. Lo tenía atrapado y, junto a él, a la historia que llevaba tiempo persiguiendo. Solo necesitaba darle la puntilla para lograr hilvanar todos los cabos.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Decia (porque ya es la 3ª vez que intento escribir un comentario...) que el listillo este resulta bastante inaguantable incluso para un fraude como el Sr. Garrido ¿tenemos una historia con dos antihéroes?

cristina dijo...

un fraude...who is this?