lunes, julio 11, 2011

En el ángulo muerto Vol. 110




La versión oficial

El agente Vázquez había pasado un tiempo indeterminado, que a él se le antojó eterno, recluido en uno de los hospitales militares a los que pertenecía por su condición de Guardia Civil. No es que estuviese exactamente preso pero no había recibido visitas y había disfrutado, por decirlo de alguna manera, de una habitación individual. Poco a poco su cuerpo fue respondiendo a los cuidados con los que se prodigó toda la plantilla y acabó dándose paseos por la planta para recuperar fuerza y musculatura. Finalmente, estaba preparado para dejar la institución.
Según le contaron había salvado la vida de milagro y los doctores se habían maravillado de la suerte que le había señalado pues la bala, a pesar del destrozo que había provocado, no encontró ningún obstáculo que convirtiese la herida en mortal. Aún así, le explicaron que cuando le encontraron se encontraba al límite de perder una cantidad de sangre tal que su recuperación hubiese sido del todo imposible. Aunque le habían dado el alta, la zona abdominal estaba dolorida y algunos movimientos le provocaban unos fuertes tirones que parecían indicar que la lesión estaba aún lejos de curarse completamente.
Antes de poder terminar su reposo junto a su familia y de reincorporarse al servicio, tenía que ir a prestar declaración a la Capitanía General. Le habían impuesto ese cometido como primera misión, una escolta le recogería y le conduciría directamente ante unos superiores que esperaban no sabía qué de él. Estaba un poco nervioso pues no tenía claro qué iba a encontrarse, ni qué le iban a demandar. Quizás se tratase de una simple declaración rutinaria o quizás, por el contrario, estaba metido en algún problema que repercutiría en su carrera. Se tranquilizó pues llegó a la conclusión de que realmente la víctima era él, había recibido un disparo de un compañero y, si bien este acontecimiento necesitaba de una explicación, no sería él el que tuviese que cargar con la responsabilidad de lo que había pasado. Los temores que tenía se disiparon súbitamente recordando a la extraña joven que había estado apareciendo recurrentemente en sus sueños o, más bien, pesadillas pues la mezcla de potentes narcóticos con los que le habían atiborrado y sus recuerdos habían provocado una composición explosiva que se había incidido en su debilidad. ¿Qué habría sido de ella? Se preguntó intrigado. Temía que el cabo hubiese cumplido con sus amenazas y tal vez se encontrase ahí el problema, tal vez debía declarar por un posible caso de violación y quién sabe qué más. Estaba terminando de recoger las pocas pertenencias que tenía cuando llamaron a la puerta, dos compañeros del Cuerpo le esperaban en el umbral para conducirle a la reunión en Capitanía.
Tras un incómodo trayecto durante el que se sintió prácticamente un recluso pues tuvo que acomodarse en la parte de atrás del coche, donde viajaban los detenidos, le tocó esperar un buen rato hasta que le pasaron a un amplio despacho donde se entrevistó con dos superiores mientras un secretario tomaba nota de lo que iban diciendo. El asunto resultó bastante informal o, por lo menos, eso es lo que le pareció al agente Vázquez. De hecho, le agasajaron y anunciaron su inminente ascenso. Sin embargo, algo no terminaba de cuadrar y eran sus recuerdos de aquella noche que ya le parecía antiquísima lo que preocupaba a la benemérita. Le preguntaron insistentemente por los hábitos del cabo, por la cantidad de droga que consumía y cosas por el estilo. También le comunicaron que en el momento de su ingreso en el hospital él no tenía restos de alcohol o droga en su sangre y parecía ser que ese era un detalle importante. De la mujer pelirroja no dijeron una palabra y el agente Vázquez no cometió la torpeza de sacar el tema, simplemente se dejaba llevar mientras contaba lo que él consideraba que sus superiores querían escuchar. Sobre lo único que preguntó fue sobre el cabo Julián, sobre si estaba detenido o qué había sido de él. Le comentaron que no debía preocuparse por ese asunto, el cabo Julián estaba en coma en el mismo hospital donde él había estado ingresado. Parece ser que le había encontrado encerrado en la celda, desnudo y en estado catatónico sin capacidad de responden a ningún estímulo. Cuando le hicieron el examen de tóxicos había dado positivo por consumo de cocaína y parece ser que eso le había provocado un derrame cerebral que le había postrado en un cama, lo único que no se explicaban era cómo había sido capaz de encerrarse él solo en la celda cuando la llave estaba en la zona donde habitualmente se guardaba. El agente Vázquez se encogió de hombros, no supo que contestar ante ese interrogante y, tras cumplir con unas trabas burocráticas que quedaban pendientes, le dejaron irse junto a su familia.

Nacho Valdés

6 comentarios:

laura dijo...

No me lo puedo creer! Me has dicho que éste era el final, pero dejas muchas cosas en el aire! No sirve, tienes que explicar qué pasa con la chica! Por lo demás la historia me ha gustado mucho. Un beso, cariño.
Laura.

Sergio dijo...

¡Dios mio! Era una X-MEN....

raposu dijo...

¡Lo sabía!... siempre que me he encontrado pelirrojas en pelota en mitad de la noche resultaron ser Terminator...

Son peligrosísimas, tened cuidado ahi fuera...

Sergio dijo...

Por cierto, enhorabuena por el escrito número !110¡ Eso es tesón y lo demás sopa fría.

cristina dijo...

What? Que pasa aquí? no entiendo nada...empezó el relato de una manera impactante, continuó manteniendo el suspense y la intriga, la acción después y ahora...no me digas que acaba así, no pasa nada, todo es pura burocracia...para que necesitamos saber esas obviedades.Ummmm esperaré impaciente próximos relatos cortos.

Abrazos a todos.

paco albert dijo...

Macarra, por cada final abierto que tiene una función intencionada hay diez que son producto de la vaguería, jaja.