jueves, octubre 07, 2010

Retratos (Vol. 16)

¿Qué es lo que buscamos y quién nos busca a nosotros? Gritó mi propio reflejo en un escaparate de la licorería Sanchidrián. ¿Qué extraña fuerza guía nuestros pasos? inquirió.Estuve esperando, con los brazos abiertos, al amor en la estación pero tras más de dos horas de aburrida desesperanza decidí caminar hacia el bar y regar un poco mis flores secas y marchitas. La barra estaba hasta arriba de cuerpos sin rostro que buscaban copas y de codos que apretaban los hígados de los más rezagados. Lo más llamativo de todo era que todo el mundo actuaba en silencio, llevados por guías invisibles construidas en el suelo que iban desde las botellas hasta las mesas y las sillas en un incansable y delirante bucle infinito. La ciudad me guiñó el ojo, así que recogí las rosas, ya muertas, y dejé atrás la estación del Norte. Demonios… sus canciones son demonios, decían las voces que surgían de las alcantarillas del Ayuntamiento, donde cada domingo se citaban los presos y sus mujeres para dar paseos vigilados dibujando un circulo imaginario en el asfalto. Pasé por allí lo más rápido que pude aunque no conseguí evitar que mi mente se dejara transportar también a esa horrible circunferencia que tantas veces yo mismo había ejecutado.Me di cuenta de lo poco que esta ciudad significaba para mí. Ya no era un lugar para volar entre los edificios esquivando las sabanas blancas de los cines de verano, sólo había palabras abandonadas en las esquinas donde lo mejor que podías hacer era estar callado o volarte la cabeza. Concluí correr hacia el puerto, sin mirar atrás, sin fijar la mirada prácticamente en ningún lado que no fuese hacia delante, esquivando semáforos en rojo, policías con malas pulgas, antiguos amigos de lo ajeno. Llegué hasta la zona de mercancías y tragué saliva mientras apoyaba las manos en las rodillas, había llegado a mi límite. Mi sangre era petróleo devaluado. El amor siguió sin visitarme y por fin acumulé un poco de valor y salté a la dársena sur donde lo artificial del paisaje me hizo por un momento recordar un cuerpo siliconado del pasado. Sonreí en una absurda paradoja de nerviosismo y felicidad; Dejé que el agua me envolviese, me deje llevar allí donde nadie nos gobierna sino que únicamente nos espera. Se acabo… ¿Empezamos otra vez?

2 comentarios:

Nacho dijo...

En algún momento u otro, todos sin excepción, nos hemos visto envueltos en este tipo de historias apocalípticas y autodestructivas.

Me ha gustado mucho compañero. Por momentos me he visto en el pasado desde el presente; muy evocador.

Abrazos.

Sergio dijo...

Gracias....un texto algo freak...pero en fin te agradezco las palabras....

jugón....