lunes, marzo 01, 2010

En el ángulo muerto Vol. 49


Reflejos

Todavía no ha amanecido, voy a tientas hasta el baño, tropiezo con la pata de la cómoda y sofoco la queja para no despertar a mi mujer. No sé porqué me contengo, será para no tener que escuchar sus quejas. Últimamente sólo discutimos. Enciendo la luz, el espejo de cuerpo entero me devuelve mi imagen. Lo que veo no me gusta; estoy sin afeitar, el pelo negro enmarañado y el pijama arrugado. Me desnudo y muestro mi cuerpo un tanto ajado, ya no es el de antes, la incipiente barriga comienza a asomar, el pecho más caído, me da la sensación de que el pelo está en retroceso. Pienso que debería volver al gimnasio, pero enseguida recapacito y decido que estoy harto. Estudio las imperfecciones de la cara, las bolsas debajo de los ojos, la piel grasienta y mi físico que comienza el declive; se me tuerce el gesto, no puedo remediarlo.
Me siento en el suelo, me aguanto la cabeza entre las manos y me hundo un poco más en la miseria de la falsedad. De la mediocridad en la que vivo, de las mentiras en las que he fundamentado mi vida, la farsa de la que nace mi familia y de la que no puedo huir. Me asqueo por la imagen que proyecto, el eterno triunfador, una cáscara sin nada dentro, vacío de cualquier contenido; caigo en que eso es lo que sucede, que no tengo nada que ofrecer, vivo en una ficción de la que ya no puedo escapar.
Me levanto y me meto en la ducha, dejo que el agua resbale y me relaje, pero no soy capaz de dejar mi mente en blanco, sin preocupaciones. Escucho como mi hijo protesta en su cama, temo que algún día me descubra, que sepa cómo soy y a qué me dedico. Llegará el momento en que la verdad se haga patente, que su admiración se diluya y que vea que el referente que respetaba no era más que un ilusión que no sirve, que está obsoleta. Me viene una arcada, creo que no puedo soportar la introspección a la que estoy sometiéndome, la lucidez con que de repente se me muestra lo que me rodea, lo que he creado.
Oigo que mi mujer se levanta, irá a hacerse el desayuno y a despertar a nuestro hijo. No me habla, únicamente delante del crío se muestra cordial, sabe lo de Estefanía, de eso estoy seguro. Me da exactamente igual, no aguanto a ninguna de las dos, ese es uno de los motivos por el que todo se ha ido al garete. Las malditas mujeres y todo lo que las acompaña, sus caprichos, su sexualidad y su sed de poder me han dejado seco, sin la fuerza de la que antaño hacía gala. Los años han pasado y no me queda nada, sólo la imagen que se derrumba día a día.
Me vuelvo a mirar al espejo, me afeito y me echo crema en la cara. Parece que tengo mejor aspecto, no creo que me dure mucho. Únicamente vestido con la toalla que envuelve mi cintura me siento huérfano, sin mi reloj caro, el traje de diseño y sin ir sentado en mi potente coche. Todos los que me ven piensan que soy feliz, que me he comido el mundo, aunque la realidad es que el mundo me ha devorado y me ha escupido. Eso es, soy el escupitajo del mundo, una sobra, algo sin valor y creen que estoy por encima, que soy la élite. Si supiesen la verdad dejarían de respetarme o, más bien, de tenerme envidia, de desear todo lo que tengo y anhelan. Ese es mi poder, la posición envidiable, las bellas mujeres que me rodean, mi familia intachable y el motor de mi coche que ruge en la carretera. Me miran a mi paso, sonrío, pero cuando veo mis ojos en el retrovisor veo la verdad, mi mirada ya no puede mentirme más, ya he descubierto mi propia falsedad; el agujero negro en el que estoy inmerso.
Salgo recién duchado, ella me mira con desprecio, de arriba abajo y se detiene un instante en la barriga. Que hija de puta es, estoy seguro que lo hace a propósito. Me enfundo el traje, cojo una corbata llamativa que resalta mi bronceado perpetuo y practico la sonrisa que tiene que salvarme durante el día. Cojo el maletín, prácticamente sin nada en el interior, pero tengo que vender humo y la imagen es fundamental. Salgo por la puerta, suspiro y pienso que este será otro día de mierda.

Nacho Valdés

4 comentarios:

laura dijo...

Madre mía que vértigo me ha dado asomarme a esa vida,la verdad es que así es como siempre me he imaginado a los vendedores de humo.
Un besazo.
Laura.

paco albert dijo...

Esta habilidad tuya para describir el carácter de los personajes y sus abismos insondables me asombra pero me preocupa. Lo primero por tu pericia, claro; y lo segundo no sé por qué. Nosce te ipsum, sin duda. Pero nada de lo humano me es ajeno. Qué extraños lugares destilan nuestros deseos y temores cuando vienen aparejados, que es a menudo.

raposu dijo...

Pues yo a este personaje le veo algo positivo: no se engaña a sí mismo, que es mucho más de lo que hace(mos?) la mayoría de la humanidad.

Claro que la fuerza que da esa posición puede conducir con igual contundencia a un renacer como a un desastre.

Muy bien contado.

Sergio dijo...

Da miedo y vértigo una vida asi... El alma humana debe de alimentarse con emociones para sobrevivir. Todo lo demás es eso, humo.

SALUDOS