martes, junio 16, 2009

En el ángulo muerto Vol. 19


Reencuentro

Todos escuchaban al personaje mayor que tomó la palabra en cuanto se sentaron. Héctor se hacía llamar, aunque Raúl no estaba seguro de nada de lo que se decía, todo parecía estar envuelto en el más profundo de los misterios. Todos sin excepción, algunos de manera más evidente y otros de forma más disimulada, observaron al recién llegado. Ana, consciente de la situación, cogió su mano para que se sintiese respaldado. Raúl sudaba nervioso, el traje negro que había elegido para la ocasión parecía que iba a ahogarle, movía las piernas inconscientemente, sin parar. La sala estaba absorta escuchando la arenga del supuesto líder.
- Son los pequeños detalles compañeros, los que marcan la diferencia. Si queremos acabar con este régimen despótico que está destrozando nuestra existencia tenemos que actuar desde dentro, poco a poco. – Los asistentes asentían, estaban hipnotizados ante las palabras del hombre. – Son las acciones mínimas las que pueden llevarnos al éxito, por escasa que sea nuestra contribución siempre apoyará en una dirección, hacia un horizonte común que es el desmantelamiento del líder, de esta sociedad deshumanizada en la que nos ha tocado vivir. Pocos recordaréis cómo eran antes las cosas, quizás sea el más mayor de los que hoy estamos aquí reunidos, pero puedo aseguraros que antes las cosas funcionaban mejor. Éramos un poco más libres, más autónomos. – El silencio era reverencial, cada pausa del orador era medida y seguida por cada una de las personas que estaban allí sentadas. – Sólo os pido que tengáis cuidado y os aseguro que cada uno de las exiguos actos que realicéis nos llevarán a la victoria final. Ellos son más, están más organizados pero les falta algo, les falta humanidad. Nosotros estamos progresando, nuestra red crece día a día y, sobre todo, tenemos voluntad de cambio y renovación. Todos juntos podremos acabar con esta situación. Ahora, debemos irnos, antes que el toque de queda nos impida salir a la calle y comencemos a estar en peligro. Suerte. –

Comenzaron a salir por turnos, en grupos de tres personas que se disipaban inmediatamente para evitar problemáticas con la secreta. Raúl salió junto a Ana en el segundo grupo, el hombre que había hablado durante la reunión le dio antes de salir un fuerte apretón de manos. Le miró a los ojos y le pidió que recordase sus palabras, que tuviese en cuenta todo lo que se había dicho esa tarde. Raúl asintió con la cabeza y apartó la mirada, estaba profundamente confuso y atemorizado. No sabía dónde se estaba metiendo y tenía el estómago agarrotado por los nervios y el temor, tenía la impresión de estar viviendo una especie de sueño, o mejor dicho, una pesadilla de la que deseaba despertar lo antes posible. Salieron por el corredor por el que habían entrado y, antes de volver a la calle, Ana le cogió de nuevo la mano y se acercó a él. – Gracias por acompañarme, te volveré a llamar un día de estos. – Después le besó en los labios mientras el ritmo cardiaco de Raúl se aceleraba hasta casi dispararse, una vez en el exterior se separaron y tomaron caminos distintos.
Esa noche ni siquiera cenó, las emociones que había experimentado habían hecho desaparecer su apetito. Se quedó en su sofá tirado, mirando la televisión del estado y uno de sus anodinos programas de entretenimiento. Fuera se había hecho de noche, desde que se había impuesto el toque de queda sólo alguna sirena rompía el silencio sepulcral de la ciudad, parecía que la vida desaparecía con el ocaso. Su cabeza daba vueltas en torno a lo que había experimentado, las preguntas sin respuesta se arremolinaban antes de que fuese capaz de dar contestación a ninguna de ellas. Fundamental era saber dónde se había metido por la tarde y hasta dónde podía actuar la gente que había conocido, quizás le hubiesen seguido. Tenía una extraña sensación, como si las vivencias de ese día que no terminaba no le hubiesen sucedido a él, sino a una especie de alter ego imaginario, parecía haber tomado inmediata distancia con todos los acontecimientos acaecidos. Se asomó a la ventana, en la calle, frente a su portal, había un coche negro aparcado. – Seguro que es la secreta. – pensó. Se le ocurrió que quizás estaban siguiéndole, nadie podía saberlo con seguridad, no eran extraños los casos en los que la gente desaparecía en mitad de la noche y no se volvía a saber de ellos. Después de años de sumisión, parecía que algo había despertado en su interior, se sentía violado y ultrajado, como si le hubiesen robado algo muy preciado. Sintió cierta alegría de haber conocido a gente que no aceptaban las cosas como las planteaban desde los organismos oficiales, apagó la tele y fue a su cuarto. Movió con cuidado el armario y cayeron de detrás varios vinilos envueltos en plástico, no los había escuchado desde que se había acordado la censura cultural pocos años atrás. Había logrado salvarlos de la quema de libros y demás elementos subversivos que se había realizado. No era nada del otro mundo, un par de clásicos del Soul y del Rock, pero los puso al mínimo volumen posible y le ayudaron a dormir en esa noche en la que estaba consumido por los nervios. Estaba seguro que ese pequeño detalle contribuiría a cambiar las cosas.

Nacho Valdés

3 comentarios:

laura dijo...

Cariño la historia va cogiendo ritmo, enhorabuena, esto promete!
Un beso.
Laura.

raposu dijo...

Raul no ha hecho más que contactar con el lado oscuro y ya se ha decidido a pecar y escuchar rock.
¡estos críos!

Seguimos enganchados.

Anónimo dijo...

El Raúl ese parece muy "humanista" no. En fin, veremos cuan fuerte se oye el rock.

Coincido con raposu, ¡estos críos!