lunes, junio 01, 2009
En el ángulo muerto Vol. 17
Nadie
- Es la primera vez que pasas la noche conmigo y no me pones la mano encima. ¿Te pasa algo? – Butch se recostó sobre el colchón y buscó en la mesita su paquete de tabaco.
- Estoy cansado, ayer tuve un combate. No me pasa nada. – Encendió un cigarro e inspiró profundamente, hizo una pausa y el humo salió por los orificios de su nariz. – Me gustaría quedarme aquí unos días, ¿te importa?
- Primero tendrás que decirme qué es lo que te pasa.
- Nada grave, debo dinero y tengo que desaparecer de la calle durante un tiempo. Después todo volverá a la normalidad. – El exboxeador estaba sudando, la sórdida habitación no tenía ninguna ventana y la humedad se condesaba provocando que la atmósfera se enrareciese. Normalmente se utilizaba para servicios de compañía que no solían durar más de una hora, sólo él tenía la venia para pasar noches enteras en compañía de Linda.
- Si quieres puedo prestarte algo de dinero, tengo algunos ahorros.
- Es más complicado que todo eso, no te preocupes. Lo único que quiero es que no le cuentes a nadie que me has visto y pasar un par de noches contigo.
- Espero que por lo menos me folles.
- No te preocupes, enseguida te daré lo tuyo.
Los dos estaban desnudos, sus cuerpos sudorosos se unieron en un abrazo y se abandonaron al fragor del sexo. Las noches furtivas que habían vivido hacía que se conociesen como viejos amantes que después de años vuelven a encontrarse, cada uno recuerda el sabor del otro y sabe que teclas accionar. Instintivamente Butch se dejaba llevar, estaba dolorido y sus heridas recientes no le dejaban desenvolverse con soltura, la experiencia de la prostituta era suficiente para conocer los movimientos justos que hacer en cada instante. Resultó una unión sucia y encubierta, escondían su historia de las miradas ajenas. Ambos tenían un relato personal que era desconocido para el otro, preferían no saber más de lo necesario.
Butch quedó agotado, hacía tiempo que no se sentía tan derrotado. El sexo únicamente le sirvió de bálsamo, pero en cuanto terminó sus fantasmas volvieron, no estaba habituado a huir y no pretendía pasar el resto de su existencia corriendo como un animal asustado. Dejaría pasar un par de días, reuniría algo de dinero y se iría de la ciudad, quizás pudiese empezar una nueva etapa lejos de los gimnasios, los locales nocturnos y las peleas. Algo habría que supiese hacer, podría proponérselo a Laurie y largarse para no mirar atrás, para quedar sumido en el más profundo de los olvidos. De todas formas le dolía la cabeza, pensó que lo mejor que podía hacer era dormir algo, recuperar fuerzas y urdir un plan para perderse. Se levantó desnudo, su cuerpo mostraba las cicatrices de toda una vida pasando de una pelea a otra, se acercó a una botella que había en un estante y la abrió. Era güisqui barato, no era lo que más le gustaba pero no tenía nada mejor que beber, dio un profundo trago y encendió otro cigarro. Daba vueltas en círculo sin acertar a hacer nada concreto, como una bestia enjaulada.
- ¿Qué es lo que te pasa?
- No es nada, no te preocupes por mí.
- Sé que algo tienes en la cabeza. – Linda se incorporó en la cama mostrando su cuerpo un tanto descolgado, cogió uno de los cigarros de Butch y lo prendió. Tenía intención de ayudar al boxeador a sacar lo que le rondaba. – Cuéntamelo.
- Tengo un lío con Constanza, algo peligroso.
- ¿Por qué no me los has dicho antes? Trabajo con alguno de sus hombres y quizás pueda interceder.
- Lo mejor que puedes hacer es cerrar la boca y mantenerte al margen, no te conviene estar metida en esto. – Butch prácticamente no pudo terminar la frase, sonó un portazo en el local de abajo.
- ¿Esperáis a alguien? – Dijo en voz baja. Linda negó con la cabeza, instintivamente se había cubierto con las sábanas empapadas de sudor.
Butch le hizo una seña para que se escondiese debajo de la cama, la prostituta no reaccionaba y tuvo que cogerla del brazo y obligarla a la fuerza a que se metiese debajo del colchón. Se acercó a la puerta y se quedó estático escuchando, las escaleras crujían bajo el peso de unas pisadas, eran por lo menos dos hombres. Los pasos cesaron frente a la entrada, Butch pegó su cara al suelo y vio las sombras de los sujetos que estaban fuera. Se alejó unos pasos sin saber qué hacer, la puerta estalló súbitamente por una patada, entraron dos tipos armados que se quedaron sorprendidos al ver al luchador desnudo frente a ellos. Pasaron unos segundos eternos y uno de ellos le descerrajó tres tiros a quemarropa, el boxeador cayó al suelo sangrando, su cara quedó frente a la de Linda que bajo la cama sofocó un grito. Sus ojos perdieron la vitalidad en un instante, parecían vacíos, como los de una animal que no tiene discernimiento. Uno de los hombres se acercó al cadáver, lo movió con el píe y se acuclilló para comprobar que estuviese muerto. – Éste está frito. – Le dijo al otro. – Pues vámonos, que tengo ganas de comer algo. – Los dos matones bajaron por las escaleras, Linda se quedó escondida, temblando. Butch pasó al olvido, nunca más se hablaría de él.
Nacho Valdés
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7 comentarios:
¿Qué coño te había hecho a ti Butch para darle una muerte tan oscura? ¿Qué se siente cuando uno asesina a un personaje que tenía la simpatía de los lectores?
Ni siquiera le has dejado defenderse, joder.
Sádico...
Los hombre de oro siempre mueren sólos o en todo caso acompañados de una intensa y brutal soledad.
Larga vida a Butch.
wenooo butch pasará a la historia pero sacate a otro butch con nuevas vidas y llenas de historias para que podamos seguir flipando contigoo.
un abrazoo BORJA
Besos desde el Ausias. Ya hablamos para quedar este veranito amigo Furió.
Abrazotes.
Yo te veré en la boda de María sino nos vemos antes.
Cuídate....
si si espero veros antees
un abrazoo
La muerte es la consecuencia más probable de una trayectoria consecuente. Butch hizo lo que tenía que hacer y no le quedaba otra que morirse por voluntad y obra ajena. Agradecemos al autor su honestidad. Y no obstante, por si te resulta lenitivo, Laura, debemos recordar que de entre todas las muertes posibles las peores son las que te dejan respirando. Un coñazo por muerto pero sobre todo por ese incómodo estado que es la contradicción. Sé que tú, desbordada por un espíritu simpatético que nos sorprende incluso a quienes militamos en el optimismo, te habrías llevado a casa a Butch una temporada. Pero no es una buena idea: los héroes son insoportables en el día a día.
Esta historia ha sido un regalo, Nacho, y la forma abrupta de concluir tanto interés, tensión e intriga sabiamente administrada me ha parecido excelente. Como un fogonazo (o como tres).
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