Hasta siempre...
viernes, febrero 28, 2014
lunes, febrero 24, 2014
En el ángulo muerto Vol. 219
Sin trascendencia
Condujo a toda velocidad mientras fumaba compulsivamente, se
miró al espejo retrovisor y comprobó que, independientemente de haberse aseado,
tenía un aspecto lamentable surcado por unas ojeras profundas que le otorgaban
un aire de decrepitud. En el poco tiempo que llevaba trabajando en el caso
parecía haber envejecido varios años y unas bolsas de piel violeta surcadas de
arrugas se habían instalado bajo sus ojos; además, le daba la sensación de que
había aumentado el número de canas que poblaban su cabeza. Parecía increíble
que el tipo que aparecía en el reflejo fuese él, parecían haber pasado
muchísimos años desde la última ocasión en la que había dedicado unos segundos
a cuidarse mínimamente.
Pegó un chasquido y devolvió la vista a la carretera para
darse cuenta de que iba directo contra una furgoneta. Dio un frenazo y las
gomas protestaron con un chillido acompañado de olor a quemado. No fue capaz de
evitar el impacto y, aunque había rebajado las consecuencias, resultó lo
suficientemente violento como para recibir sobre el parabrisas una lluvia de
fragmentos que salieron volando a toda velocidad desde infinidad de puntos
mientras un profundo crujido atravesaba su vehículo. Se quedó unos segundos
aturdido, mirando hacia el capó doblado del que emergía un vapor denso con
aroma a aceite para, finalmente, desabrocharse el cinturón y salir a la autovía
en un intento de comprobar los daños. Al poner pie a tierra cayó en la cuenta
de que la rodilla izquierda le dolía, se palpó y sintió la humedad cálida de la
sangre que resbalaba por su pantorrilla hasta inundar el zapato. El pantalón
estaba rasgado y, sin que supiese cómo se había producido esa desagradable
herida, se percató de que tenía la carne abierta y de que por ahí manaba un líquido
denso y oscuro. Fue al maletero maldiciendo y de un golpe lo abrió para sacar
un paño, se lo puso en la extremidad y se acercó cojeando hasta el otro
conductor. Se trataba de un hombre mayor que todavía estaba asustado por lo que
había sucedido y, por suerte para él, la vetusta furgoneta que conducía aguantó
el impacto sin mayores consecuencias. Sin embargo, el coche del detective
parecía haber quedado para el desguace. El parachoques delantero se había
hundido destrozando el radiador del que brotaba agua hirviendo que caía sobre
el motor ardiente. Así, esto causaba una humareda blanca que no parecía augurar
nada bueno. Además, una de las ruedas delanteras estaba torcida en una posición
absurda y la cubierta estaba rajada debido a la chapa de la aleta que se le
había incrustado. Evidentemente, de ahí no podría salir con ese coche.
Llamó al servicio técnico mientras arreglaba el papeleo con
el anciano, éste no sabía bien cómo actuar y se dejaba llevar por el detective
que con buenas palabras trataba de aligerar el trámite. Repentinamente, llegó
una patrulla de carretera que se dirigió a los accidentados para pedirles la
documentación. En ese punto Vázquez vio una posible salida, discretamente
mostró su placa a los agentes que rebajaron su tono inmediatamente. El
detective les explicó que estaba sumido en una investigación importante y que
debían hacerse cargo del vehículo siniestrado hasta la llegada del servicio
técnico. Los dos hombres se observaron un instante y, a la vista de que estaban
por debajo en el escalafón, tuvieron que ceder ante las pretensiones del
detective Vázquez. En cuanto acordó el asunto salió corriendo hacia la mediana
de la autopista y, después de saltar peligrosamente a los carriles que iban en dirección
opuesta, paró a un taxista al que le indicó la dirección de don Manuel.
Después del trayecto entró, como de costumbre, por la puerta
de atrás del edificio y nada más atravesar el dintel se dio de bruces con la
portera parapetada tras sus gafas de grueso cristal. La mujer, que daba
muestras de cierta inquietud, le explicó que estaban poniendo en peligro su
puesto de trabajo y que la situación estaba desbordándose con tantas entradas y
salidas. Después, como si no supiese qué decir, quedó a la espera de la réplica
del policía que, sin abrir la boca, sacó un billete de cincuenta euros que puso
en la mano de la otra. Después, sin ni siquiera mirarle a la cara, se dio la
vuelta y tomó el camino hacia el montacargas.
A duras penas fue capaz de subir el último tramo de
escaleras, tenía la pierna dolorida y no era capaz de frenar la hemorragia.
Cuando llegó ante su trastero, sin llamar a la puerta, entró directamente para
sorpresa del agente Esteban que se quedó sin habla al verle de esa guisa.
Nacho Valdés
viernes, febrero 21, 2014
miércoles, febrero 19, 2014
En el Backstage
Noche para disfrutar
Hacía tiempo que este santo espacio no se veía asaltado por
la crónica de algún concierto (para ser justos debo reconocer que este sitio
está más bien desvalido pero, sin duda, esta es otra historia) y el pasado
viernes 14 de febrero mi atractiva esposa y yo tuvimos la oportunidad de
asistir al estreno hispano de los casi recién creados John the Conqueror y ésta sí que es una historia que atañe a este
lugar.
La noche parecía conducirnos a través de la lluvia a algún
oscuro antro de la zona del Mississippi, yo me había pertrechado con mi petaca
de güisqui por lo que pudiese acontecer y empapados, en lugar de llegar a algún
lugar perdido lleno de rednecks y negros oscuros como el carbón, alcanzamos el
centro de Madrid donde debutaban en suelo patrio los John de Conqueror. La sala Boite, que no conocía, me pareció,
además de envidiablemente ubicada, el lugar ideal para un concierto de las
características del que estábamos a punto de asistir. Pequeña, con un aforo de
unas trescientas personas, de sonido perfecto y con una distribución adecuada
para que nadie se perdiese nada del show. El público, conformado principalmente
por barbudos hipster devora magdalenas, fue respetuoso y todos pudimos convivir
con tranquilidad a pesar de que se habían agotado las entradas y que el local
estaba hasta la bandera.
El grupo comenzó puntual, a eso de las diez y media, con un
trallazo que dejó a las claras de qué iba el asunto que nos esperaba.
Blues-rock clásico, con concesiones a la dureza o a la lírica cuando se hacía
necesario, y con una formación bien trabada que sabía perfectamente a qué había
viajado hasta Europa. El grupo, un power trío que funcionaba a las mil
maravillas, sonaba compacto y potente pero con la suficiente versatilidad como
para cambiar el estilo de sus temas con unas mínimas variaciones que nos trasladaban
por la senda de un blues-rock que a veces lindaba con el rhythm and blues, el
soul o el funk aunque, sin duda, manteniendo un sonido de raíces que dejaba
clara la marca de la casa (creo que hará de seña de identidad de este conjunto).
El cantante y guitarra, pertrechado con un Ibanez de caja semihueca que sonaba
increíblemente bien, se desató como un torbellino sobre el escenario con una
voz protagonista del espectáculo de profundo timbre negro y tono grave y
potente. El tipo, un atractivo mulato
del sur de Estados Unidos, no desentonó ni una sola vez y mantuvo el tipo
durante la totalidad del concierto. De hecho, fue capaz de modular y envolver a
los presentes con los cambios de fraseo y de energía de los que hizo gala.
Además, por si esto fuera poco, tocaba la guitarra extraordinariamente y fue
capaz de llenar, a base de riffs cortantes y pentatónicas endiabladas, el vacío
que dejaba la rítmica. Una guitarra con mucho crunch y olor a válvula añeja y
setentera. Por su parte, percusión (un negro gigante) y bajo (una especie de
destilador ilegal de lo más profundo de Estados Unidos) hicieron lo que debían
acompañando a la estrella del conjunto y dejando su rol en el lugar que les
correspondía; en un segundo plano.
A la finalización del concierto, que se ciñó sobre todo a su
último álbum y no ofreció concesiones en forma de versiones, los integrantes de
John the Conqueror se mezclaron con
los asistentes y firmaron discos mientras charlaban tranquilamente hasta que la
Boite se fue quedando vacía y comenzaron a prepararse para su siguiente parada
en Barcelona. Una broche perfecto para freaks como yo que agradecen este tipo
de gestos que permiten conocer a los artistas de primera mano.
En definitiva, un conjunto a seguir que, al estar en el sello de los Black Keys, a buen seguro que tendrá la difusión adecuada. Y lo más
importante, tienen un sonido propio que, aunque mana de las raíces blueseras
más profundas de América, adquiere personalidad propia. Es decir, un grupo
auténtico que espero volver a ver por aquí para tomarme un güisqui
mientras disfruto de buena música.
Nacho Valdés
martes, febrero 18, 2014
Palabras Usadas
Para este martes un temazo de blues clásico que los Nirvana volvieron a poner de moda con su unppluged.
Disfruten del día.
Disfruten del día.
lunes, febrero 17, 2014
En el ángulo muerto Vol. 218
Laberintos mentales
El corredor que llevaba al estudio no parecía terminar, del
resquicio que dejaban las puertas surgía
un resplandor blanquecino que iluminaba a duras penas ese tremendo pasaje. El
detective no terminaba de comprender lo que sucedía, cómo era posible que todos
los trasteros estuviesen ocupados esa noche. Le resultaba incomprensible tamaña
coincidencia, algo no funcionaba y comenzaba a sentirse nervioso. Sacó el arma,
sería mejor que se mantuviese alerta y, aunque no tenía autorización para
realizar esa investigación, tampoco estaba dispuesto a perder la vida por una
formalidad. Sabía que trataba con delincuentes peligrosos y que, en cualquier
momento, podrían descubrirle; no pasaba nada por ser precavido y mantenerse a
buen recaudo. Siguió avanzando, a hurtadillas, procurando pisar con la máxima
delicadeza posible pero las traviesas de madera parecían quejarse y avisar de
su presencia con cada movimiento que realizaba. Estaba agotado y, a pesar del
frío que sentía, sudaba empapando su ropa que se pegaba helada a su espalda. Le
resultaba tremendamente incómodo, hubiese deseado poder darse la vuelta y
escapar de ahí pues la inseguridad estaba tornándose terror. Los colores, las
formas, todo se había alterado de manera sutil y cada metro que recorría su
meta parecía alejarse un poco más. Frenó un segundo, miró a su alrededor pues
se sentía observado y tomó aire para continuar su camino. No reparó en nada
llamativo, simplemente era presa de una emoción que relacionó con la ansiedad y
el estrés que sufría. Continuó apuntando según caminaba y, finalmente, fue
capaz de llegar a su destino, de su bolsillo sacó un enorme manojo de llaves
que tintineó aparatosamente. Resultó un sonido desproporcionado, brutal como un
golpe con una barra de hierro. No lo recordaba tan voluminoso y no atinaba con la cerradura, probó numerosas veces hasta que
por fin encontró una llave que pareció adecuarse al mecanismo. Giró lentamente
y abrió la puerta para descubrir un leve resplandor y a don Manuel y su
seguridad sentados alrededor de la mesa; en un solo movimiento apuntó y disparó
provocando un terrible eco que le hizo dar un respingo.
Se incorporó de un salto, estaba empapado sobre su cama y el sol parecía a punto de
ocultarse. Miró el reloj alarmado y constató que había pasado toda la jornada
sumido en el extraño sueño que había experimentado, no había nada qué hacer y
estoicamente aceptó la situación que se le había presentado. Además, ya se
inventaría algo para esquivar las responsabilidades. De todas formas, consideró
adecuado poner un correo electrónico a su superior pues se sentía obligado a respaldar
al agente Esteban. Camino del ordenador se encontró con Eva, estaba con Marcos
y éste pareció alegrarse enormemente al verle. Algo en su interior despertó
inmediatamente, volvió a mirar la hora y llegó a la conclusión de que tenía
tiempo sobrado para poner el correo y dedicarse a los temas que había dejado
descolgados en la central. Su mujer parecía contenta de que estuviese con
ellos, charlaron un poco y decidieron dar un paseo para tomar algo de aire. Aún
así, Eva parecía un tanto extraña y le observaba detenidamente sin que el
detective tuviese fuerzas para preguntar qué era lo que le preocupaba. Estaba abatido,
como si le faltase brío o capacidad para sacar todo lo que tenía por delante; solo
se sentía con energías para la investigación.
Cuando dejó a Eva bañando al bebé se puso a escuchar la
cinta que había grabado la noche anterior, utilizó un viejo walkman que todavía
conservaba. Conectó el aparato y solo le llegó un zumbido metálico, no había
atisbo de ninguna conversación pero, de todas formas, ese rumor que alcanzaba
sus oídos le resultaba lisérgico, como si le meciesen lentamente hasta conseguir
el sueño. Cuando tuvo claro que no iba a sacar nada en claro se levantó
impetuoso y cogió las llaves del coche, iría inmediatamente a relevar al
agente. Aunque todavía le faltaba tiempo no podía esperar más, un impulso
irreprimible le empujaba a regresar. Cuando arrancó su vehículo cayó en la
cuenta de que no se había despedido de su familia, valoró que era ridículo
volver y encendió el motor para perderse en la noche.
Nacho Valdés
viernes, febrero 14, 2014
miércoles, febrero 12, 2014
Delaletra
Palabras mayores
El contacto con las obras elevadas de la literatura siempre
me produce una enorme satisfacción y, en este sentido, suele ser habitual, para
conseguir esta sensación, el recurso a los clásicos. Sin embargo, existen joyas
contemporáneas que, desde mi punto de vista, solo necesitan tiempo para
conseguir esta catalogación.
En esta dirección apunta Los
detectives salvajes de Roberto Bolaño, escritor chileno que, en mi opinión,
está muy por encima de la producción literaria actual (lástima su desaparición
en plena eclosión productiva). La obra mencionada reconstruye las cloacas y
pasos del realvisceralismo,
movimiento poético sudamericano de tercera fila y nulo éxito. Las desventuras
literarias de los integrantes de este grupo se van componiendo en la novela
mediante los testimonios de una infinidad de personajes que van deambulando por
las páginas magistrales del chileno. Lo fantástico de la estructura es que cada
uno del más de centenar de caracteres tiene su propia voz, su propio estilo que
hace del conjunto una amalgama de testimonios que van dibujando el semblante de
unos protagonistas que nunca aparecen de manera directa. De esta manera, Bolaño
consigue la constitución de un puzle en el que el lector tiene un papel
principal; el de componer una de las innumerables historias metaliterarias que,
a buen seguro, han atravesado el devenir de este campo creativo.
En definitiva, una obra con mayúsculas que se me antoja como
inexcusable y que esconde innumerables dobleces en su elaboración. Secretos
que, por supuesto, suponen un estímulo para el lector.
lunes, febrero 10, 2014
En el ángulo muerto Vol. 217
Horas de sueño
Llamaron casi imperceptiblemente a la puerta, el detective
había adormecido su conciencia y rebajado su actividad de forma que estaba
prácticamente dormido sobre el tablero en el que estaba la grabadora y el
cableado desperdigado en todas direcciones. A pesar de lo incómodo de la silla,
su cuerpo se había hecho a la postura y había conseguido relajarse durante un
tiempo en el que no había sido consciente de nada. La cinta seguía girando
mientras grababa por lo que no podía haber pasado más de cuarenta y cinco
minutos, nada comparado con las horas interminables que había estado encerrado
en ese observatorio. Volvieron a llamar, en esa ocasión con más intensidad y,
después de mirar el reloj, cayó en la cuenta de que se trataba de Esteban que
iba a sustituirle.
El agente entró con cara de preocupación, había estado tocando
discretamente y le había costado que su superior se percatase de su presencia.
Miró a la mesa y cayó en la cuenta de que el detective había estado fumando
toda la noche, un cenicero improvisado rebosaba de las colillas consumidas y el
ambiente estaba cargado por la fragancia de la nicotina. Se dio cuenta de que
Vázquez no tenía buena cara, las pronunciadas ojeras de color violeta y la
barba de dos o tres días le hacían parecer desaliñado. Lo curioso era que la
noche anterior, cuando le había dejado en el puesto de vigilancia, tenía una
presencia mucho más cuidada y no parecía tan hundido pues daba la impresión de
haber recibido una noticia pésima que le hubiese dejado abatido. Además, tenía
pinta de estar desorientado y perdido y, a todas luces, se había quedado
dormido en su puesto. Tampoco era para darle más importancia, los dos estaban
muy cargados de trabajo, pero le parecía curioso dada la profesionalidad de la
que siempre había hecho gala el detective.
Vázquez volvió a sentarse en el puesto que acababa de dejar,
se volvió a poner los auriculares y su expresión viró hacia la concentración.
Parecía intentar captar algo de lo que sucedía abajo, un último esfuerzo antes
de dejar que el agente Esteban se hiciese con el puesto. Desistió a los pocos
segundos, el sonido de la estática que llegaba por los micrófonos se había
instalado en su cabeza y le estaba procurando un dolor de cabeza intenso y
punzante. Se levantó de nuevo y sacó el casete, tenía que enterarse de lo que
había sucedido durante el lapso que había estado ausente. Tosió con fuerza en
un intento de despejar su pecho anegado por el tabaco y se dirigió al agente.
Le explicó que no podía perder detalle, que cualquier conversación resultaría
susceptible de relevancia y que no podía dejar la silla por nada del mundo.
Después, como si tal cosa, señaló una botella de líquido amarillento que había
bajo la mesa dando a entender que era lo que tenía que usar si tenía alguna
necesidad imperiosa. Por último, con un tono entrecortado, insistió en el requisito
de marcar las cintas con la fecha, hora y demás datos para después hacer una
escucha cronológica. Le explicó que pasaría por su casa para asearse y que
después iría a comisaria, ahí se encargaría de disculparle para que pudiese
dedicar el día a su misión.
Vázquez bajó las escaleras con precaución pero decidido a
darse una ducha lo antes posible, se sentía incómodo y le dolía todo el cuerpo.
Parecía estar cayendo enfermo o, al menos, sentirse debilitado por la noche
prácticamente en vela que había pasado. Cuando llegó a su casa no había nadie,
ya eran más de las diez de la mañana y parecía que Eva había salido con Marcos
a dar una vuelta. Se alegró de no verse obligado a dar explicaciones, mejor
dejar la discusión para un momento en el que se encontrase un poco mejor. Entró
en el baño deshaciéndose de la ropa a su paso y, después de ducharse y
afeitarse, se dirigió al cuarto para cambiarse y salir para la comisaria
inmediatamente. Se sentó en la cama un instante para calzarse y el colchón
ejerció su irresistible magnetismo que le obligó a recostarse, se dijo a sí
mismo que no serían más de diez minutos pero en cuanto cerró los ojos se perdió
en una bruma oscura y densa.
Nacho Valdés
viernes, febrero 07, 2014
Out the Air
Para comenzar el fin de semana con buen pie un temazo del último disco de los Sidonie: No mires atrás.
Disfruten del tiempo libre.
Disfruten del tiempo libre.
martes, febrero 04, 2014
Palabras Usadas
Para esta semana volvemos a los clásicos de mano de la Credence y uno de los grupos que proliferó en San Francisco a partir del aterrizaje de los Beatles en EEUU. La premisa era sencilla; hazlo tú mismo. Así nació el Rock de garaje que, de alguna manera, democratizó la música contemporánea.
lunes, febrero 03, 2014
En el ángulo muerto Vol. 216
Terrores nocturnos
El detective fue invadido por una profunda desazón cuando se
quedó solo, fue algo inmediato que le asaltó cuando el agente Esteban abandonó
la habitación. No sabría explicarlo pero era algo así como una losa de soledad
que le había caído encima, una especie de melancolía que le atrapó súbitamente.
Tenía claro que se había embarcado en una extraña cruzada que no tenía ni idea
de a dónde le iba a conducir pero, más que angustia por no conocer el final de
esa historia, lo que echaba de menos era la compañía de su familia. Tomó
conciencia de que en ese mismo instante comenzaba el verdadero trabajo, las
guardias interminables y las ausencias que sabía que le iban a procurar no
pocos problemas. Recordaba a Eva, sola y desesperándose y tenía presente a
Marcos, con el que no había tenido casi contacto. Valoró durante un instante si
lo que estaba haciendo merecía la pena y, de un plumazo, borró las dudas que le
embargaban. Decidió que sería mejor concentrarse en lo que tenía por delante y
acabar de una vez por todas con lo que se estaba convirtiendo en su obsesión.
Por los auriculares no le llegaba nada, quizás un rumor de
electricidad estática que acabó por incrustarse en su mente como una aguja
punzante y afilada. La cabeza comenzó a latirle, notaba el flujo sanguíneo y
los nervios provocaron que una de sus piernas comenzase a temblar sin control.
Estaba entrando en un estado de ansiedad provocado por la situación con la que
se había comprometido. El espacio reducido, la oscuridad que solo se rompía por
la precaria iluminación que llegaba desde el exterior y el frío que había hecho
acto de presencia, estaban haciendo mella en su paciencia. Se quitó los cascos,
se sentía ridículo escuchando el silencio, se asomó a la ventana y vio la calle
húmeda, desierta y mal iluminada por las farolas. Le hubiese gustado salir, dar
una vuelta y regresar a su casa junto a los suyos. Tenía la sospecha de que
estaba a punto de sufrir un ataque de angustia, los estremecimientos estaban
empeorando y era incapaz de controlar sus extremidades. Encendió un cigarro, la
punta rojiza iluminaba brevemente el lugar en el que se encontraba y, a cada
calada que daba, rebajaba la ansiedad de la que era presa. Enlazó un pitillo
con otro y, después de toser intensamente, volvió a su puesto.
Se conectó de nuevo a la grabadora, los cascos continuaban
ofreciendo un sonido estático que no ayudaba a mantener la tranquilidad. Aún
así, armándose de paciencia, consiguió dominarse y concentrarse en la labor que
estaba desempeñando. Creía percibir algo, un bisbiseo que no llegaba a rumor
pero que parecía hacerse más intenso según pasaba el tiempo. Después de unos
minutos no terminaba de tener claro si era un sonido real o si se trataba de un
producto de su imaginación aunque, repentinamente, se manifestó una conversación
de manera nítida. Se trataba de la seguridad de don Manuel. – No sé si el viejo
querrá hoy a alguna fulana. ¿Tú qué crees? – Dijo uno. – No tengo ni idea pero
ya estoy harto de estar metido en esta casa, me gustaría algo más dinámico… dar
una vuelta, movernos. No sé, esto está empezando a pasarme factura y cada día
fumo más. – Repuso el otro. – Bueno, tenemos que tener paciencia, cuando reciba
todos los que quedan estaremos listos. Por lo demás no nos podemos quejar, está
muy bien pagado. – Contestó.
El detective Vázquez se congratuló de haber sido capaz de
escuchar esa conversación, ya tenía claro que el dispositivo de vigilancia,
aunque trasnochado, funcionaba perfectamente. Lo que no podía dilucidar era si
podría llegar a todos los lugares de la casa mas, de todas formas, había
constatado que don Manuel hacia vida en la estancia principal y cuando tenía
algo que tratar de lo que le interesaba que se enterasen, mandaba a sus
escoltas al descansillo a que fumasen mientras él despachaba sus asuntos. Una
sonrisa cruzó la cara de Vázquez, ya se veía como comisario después de desarmar
los negocios corruptos de ese tipo despreciable.
Nacho Valdés
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