lunes, enero 20, 2014

En el ángulo muerto Vol. 214


Obras menores

 

En cuanto llegó divisó el vehículo del agente Esteban. El pobre hombre se había quedado dormido, recostado en el asiento, durante su turno de vigilancia. El detective, lejos de enfurecerse, comprendió a su compañero que también se estaba viendo obligado a sacar adelante una doble jornada de trabajo. Tocó en la ventanilla y el otro se sobresaltó alarmado, en cuanto cayó en la cuenta de que había sido su superior el que le había despertado se ruborizó ostentosamente. El detective Vázquez le tranquilizó con un movimiento de la mano, haciendo ver que se trataba de algo sin importancia.

Preguntó por las novedades y el agente le informó de que durante la tarde anterior pareció producirse bastante movimiento; don Manuel había recibido a por lo menos tres personas distintas a lo largo de dos horas, reuniones cortas que se habían despachado sin, en apariencia, demasiadas contemplaciones. Los tres individuos habían llegado con sus portafolios, trajeados y con el aire profesional de dedicarse a negocios o gestiones de alto nivel. Esteban había interpretado que serían gestores, abogados o algo por el estilo y que habían ido a asesorar a don Manuel para aquello que estuviese preparando. Al detective no le pareció buena señal, lamentaba no tener instalado ya su dispositivo de escucha para indagar lo que sucedía en el interior  del vetusto edificio.

Se pusieron manos a la obra, con rapidez y discreción se cambiaron y se pusieron encima de la ropa unos monos de trabajo como si fuesen albañiles u operarios. El agente cayó en la cuenta de que la ropa de faena estaba prácticamente inmaculada, nadie que fuese un poco observador se tragaría el engaño; lo comentaron y decidieron que lo mejor sería revolcarse por el suelo. Así que, sin perder más tiempo,  los dos hombres se arrojaron sobre la acera en un intento de ensuciarse y dotar de verosimilitud a sus disfraces. Gracias a la humedad que había caído por la noche consiguieron su propósito y, aunque un poco mojados, tenían un aspecto más aceptable. Cogieron el material del maletero y se dirigieron a la entrada trasera del edificio, aparentaban ser mano de obra que iba a comenzar su jornada laboral.

Al llegar a la puerta de servicio la portera estaba esperándoles, con toda seguridad había estado observándoles desde que habían llegado. Daba la impresión de que, a pesar de estar parapetada tras sus gruesos cristales, no se perdía nada de lo que sucedía alrededor de su pequeño hábitat. El detective, que ya sabía de las debilidades de la señora, llevaba preparada la cartera. En cuanto la otra vio la billetera se le iluminó la cara con un resplandor especial y, con una sonrisa, se hizo a un lado para que entrasen los dos hombres. Lo primero que hizo Vázquez fue saldar la cuenta que tenía con ella, la otra le entregó la copia de la llave que había solicitado y la buena señora comenzó a balbucear algo ininteligible. El detective no terminaba de entender qué era lo que quería, prestó atención y enseguida dedujo que lo que pasaba era que quería subir las tarifas que habían acordado. El policía se rebeló sin demasiada convicción pues sabía que estaba en manos de la portera y la otra argumentó que no sabía nada del individuo con el que había aparecido y, según su razonamiento, si iban a ser más personas resultaría más caro. El detective sacó de nuevo la cartera y tendió un billete de cincuenta euros, dejó claro por su gesto que sería el último que vería su socia si volvía a apretarle de esa manera. La otra pareció entenderlo, guardó el dinero en su delantal viejo y descolorido y volvió a su vivienda para espiar el paso de los policías desde su mirilla decimonónica.

Enseguida se concentraron en lo que tenían por delante, subieron en el montacargas y, cuando llegaron al último piso, se quedaron atentos por si había alguien vigilando. Después de la comprobación subieron rápidamente a la zona de los trasteros, abrieron la puerta y se pusieron a manos a la obra; tenían mucho trabajo por delante y poco tiempo para realizarlo.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Esto de ser poli además de cansado es carísimo...