lunes, mayo 27, 2013

En el ángulo muerto Vol. 192



Presidente de la desesperación


El coche volaba por la carretera secundaria, el chofer daba muestras de un manejo exquisito pues no aflojaba el ritmo y era capaz de deslizarse por la calzada llena de socavones.
-          Supongo que ya queda poco, hemos dejado hace un rato la autopista –rompió el silencio el hombre joven.
-          No debe quedar demasiado –el otro no pareció hacerle demasiado caso y volvió a sumergirse en los datos que mostraba la tableta que llevaba sobre el regazo.
-          Creo que esto es una estupidez –volvió a la carga el joven mientras sujetaba ostentosamente el dossier que le habían entregado.
El hombre de la gafas se giró, dejó lo que estaba haciendo y le atravesó con la mirada intentando contener el caudal verbal que parecía a punto de estallar.
-          Quiero decir –balbuceó-, que quizás no sea imprescindible que me aprenda esta retahíla de datos.
-          Escúchame bien –le interrumpió el tipo mayor-, eso que tienes entre las manos es lo que supone la diferencia entre el éxito y el fracaso –su tono parecía haberse relajado-. Si eres capaz de hacerte con este tipo de informaciones conseguirás hacerte con la gente. Son los pequeños detalles.
-          Pero para qué quiero saber datos sobre la producción de cereales de la zona o si hay un índice de paro elevado.
-          Me parece que estoy equivocándome contigo –hizo una pausa buscando las palabras-, aquí hay que venir con la escopeta cargada. No sabemos lo que nos vamos a encontrar.
-          Y esto qué tiene que ver con lo que me cuentas –contestó sujetando los papeles.
-          Eso es tu munición, ¿no te das cuenta?
-          Creo que voy haciéndome la idea –la cara del individuo joven no mostraba expresión, era como si una oveja mirase los coches al pasar por la carretera.
-          Ni tan siquiera te acercas a lo que es la idea, la información es lo que te va a catapultar hacia nuestros objetivos. Si no sabes a qué te enfrentas no tendrás ninguna posibilidad.
-          Bueno, vamos a una zona rural y creo que seré capaz de manejar a esa gente…
-          No digas tonterías –le cortó abruptamente-, la mierda de másteres y carreras que has hecho en las universidades privadas que te pagó tu papá no sirven de nada a pie de calle.
-          Bueno, llevamos trabajando juntos una buena temporada y creo que siempre he sido capaz de salir de los atolladeros en los que nos hemos visto.
-          Ahora es distinto, la has jodido y estás en el punto de mira.
-          Llevan unos días sin hablar del asunto, parece que se está enfriando –repuso sin demasiada convicción.
-          No sabemos quién habrá llegado, cuando pasan estas cosas ya sabes que todos se acercan con el cuchillo entre los dientes y tú eres la víctima propicia. Te pueden borrar de un plumazo y así se encontrarán con uno menos en la carrera.
-          ¿Y en qué me ayuda el conocer todos estos datos?
-          Así parece que te interesas de manera sincera por los problemas de la gente, ¿no lo entiendes? El hecho de que sepas con quién estás tratando te da un grado de verosimilitud que puedes utilizar contra tus adversarios.
Cada cual volvió  a sus quehaceres mientras el conductor seguía concentrado en el asfalto que se abría al frente, el vehículo parecía flotar sobre esa carretera alejada de la civilización.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Pues no, ni electricistas, ni mecánicos... pero tampoco brokers.

Yo ya tengo una idea.

Sergio dijo...

Esto promete...y lo hace más acompañado por la banda sonora...

Veremossss