lunes, mayo 06, 2013

En el ángulo muerto Vol. 189



La defunción prolongada


Taormina pronto recuperó su ritmo normal y la gente se habituó al nuevo enfrentamiento latente que parecía estar fraguándose. Resultaba curioso comprobar cómo el espíritu humano acaba por adaptarse a cualquier situación, daba igual lo complicado que se presentase el porvenir pues siempre se resistía ante lo que llegaba. Ahora bien, no todos aguantaban la situación de la misma manera.
Tommaso había aumentado su ascendencia sobre la población y, para escándalo silencioso de los vecinos, ocupaba un lugar principal en la basílica del pueblo. También era habitual verle acompañado del alcalde y los concejales y cualquiera que quisiese hacer negocio en el territorio pues, como otra curiosidad en el ánimo de las personas, éstas poseen cierta cadencia hacia la complicación. Es decir, todos los que se acercaban al viejo patriarca acaban quemándose pero, como si de polillas se tratase, siempre había alguien que iba volando a su encuentro para después abrasarse. Giordano y Cesare estaban siempre cerca de su protector, la competitividad entre ellos era manifiesta aunque el primero, además de perder los dedos, había conseguido parar con su cuerpo las balas dirigidas a Tommaso y esto le confería cierta superioridad sobre el otro. Aún así, Cesare aparentaba tranquilidad y siempre iba impecablemente vestido sin que nada le turbase. Ahora bien, se sabía que se trataba de un sanguinario asesino que no dudaba en utilizar la tortura cuando así lo requería la situación. De los dos era, sin duda, el más temido.
En el extremo opuesto, no solo de la basílica, pues se situaba en el último banco, sino de la situación que se había desencadenado, estaba Domenico junto a su familia. Se habían convertido en una especie de parias intocables perdiendo todos sus contactos y relaciones con sus convecinos. El padre de familia había adelgazado ostensiblemente y su cara estaba siempre surcada por un rictus amargo que era incapaz de borrar, sobre todo porque siempre que asistía a misa o se cruzaba con sus verdugos, estos le sonreían ostensiblemente mostrando una falsa humildad y compasión cargada de rencor. El carnicero se consumía como su negocio, la explotación ganadera estaba a un paso de la extinción y la  carnicería hacía tiempo que había cerrado, había intentado vender el local para comer pero la única oferta que recibió fue la de un Tommaso que se pavoneaba ufano ante él. Por supuesto, pues su honor rural no le permitía otra salida, había rechazado el ofrecimiento y había preferido echar el cierre antes que tocar el sucio dinero que le ofrecía para alimentar a los suyos. Cuando se levantaba siempre deseaba que le hubiesen matado, pensaba que al menos así no estarían apartados y podrían seguir haciendo una vida normal.
Una de esas mañanas pensó que lo mejor que podía hacer era eso mismo, acabar con la situación que él  había creado debido a su obstinación. Debía haber pagado cuando pudo, no le quedaba otra salida que solucionar el asunto de la única forma que podía hacerlo. Salió muy temprano, pasó por su negocio y recuperó la macheta con la que había mutilado a Tres dedos. A continuación, ajeno a cualquier posible mirada de la vecindad, subió la calle en dirección a la villa de Tommaso. A pesar de la hora el cacique estaba esperándole tomando un café en su terraza, a izquierda y derecha se encontraban Cesare y Giordano que se mantenían expectantes ante el acontecimiento que estaba a punto de producirse. Tommaso invitó al carnicero a sentarse a su mesa con una sonrisa socarrona que no hizo sino soliviantar aún más al pobre trabajador, éste se lanzó hacia el otro con el cuchillo en ristre. Dicen que no dio más de dos pasos, Cesare y Giordano, individuos de gatillo fácil, acribillaron al desgraciado que cayó fulminado al instante.
Se trataba de un asunto que Domenico no podía disponer de otra forma, sabía que las cuestiones de honor solo pueden cerrarse con sangre y que el arreglo que había encontrado ofrecería a su familia la posibilidad de una existencia digna en Taormina.

 Nacho Valdés

3 comentarios:

raposu dijo...

Pues Nacho, como suele hacer, nos plantea una historia de género, la aliña, le añade un toque personal diferente, la prolonga... y un buen lunes, cuando ya ha decidido que el ejercicio no da para más, va y la termina.
Asi, sin más, el carnicero va a que le peguen dos tiros y ya está.

Pues como acreditado lector de esta sección RECLAMO que la próxima historia sea al revés: me gustaría un largo, largo final.

nacho dijo...

Patinas friend, todavía quedan entregas...

raposu dijo...

Pues me alegro de ello...