Otras ciudades
La banda esperó a Thomas toda la noche, ese día tocaron
apáticos y despreocupados por el público pues en su cabeza solo estaba presente
el joven guitarrista que había desaparecido sin dejar rastro. Esperaban que, de
forma extraordinaria, apareciese en algún momento para unirse al conjunto. Al
final, como pasa en este tipo de situaciones, acabaron por olvidarle y el club
continuó sonando a blues cuando otro guitarra ocupó el lugar que había quedado
vacante. Los viejos negros habían visto el proceso tantas veces que
prácticamente no se alteraban cuando sucedía, era normal que la gente se
esfumase sin dejar rastro. Máxime en esos tiempos convulsos en los que podía
pasar cualquier cosa y llegaban decenas de miles de negros desde el sur.
Lo único que desearon con toda su alma fue que los blancos
que fueron a buscarle no le encontrasen; había aparecido un grupo variopinto
que aguantó toda la noche en la entrada para artistas del local. Habían
aparecido borrachos y armados con palos y cadenas, seguramente se creían en la
obligación de darle un escarmiento a ese moreno que se había acostado con una
de las chicas blancas más deseadas. Los negros, cuando entraron cargados con
los instrumentos, agacharon la vista y pasaron de largo pues sabían que la
frustración y violencia que arrastraban consigo esos personajes podía estallar
en cualquier momento y afectar a cualquiera que se interpusiese en el camino de
esos tipos embrutecidos. Se enteraron por gente que asistió esa noche a la
actuación que Linda nunca más haría honor a su nombre, que los salvajes que
estaban fuera le habían dejado la cara desfigurada y le habían infringido un
tremendo castigo por probar el sabor de uno de esos negros que solo tenía
autorización para divertirles. La pobre chica no volvió a aparecer ninguna
noche y se corrió el rumor de que se casó con un blanquito adinerado que supo
darle unos cuantos hijos y alguna que otra paliza para quitarle de la cabeza la
posibilidad de volver a buscar otro amante de color.
En relación a Thomas, todos supieron a los pocos meses de él
cuando cayó en su poder un disco que se había grabado en Chicago. Sabían que
era un chaval listo y que probablemente se abriría camino sin mayores
complicaciones, solo necesitaba su
guitarra y hacer lo que llevaba haciendo los últimos meses. Había aprendido
prácticamente solo y era capaz de unirse a cualquier grupo y, sobre todo, era
capaz de contribuir pues se adaptaba con una increíble rapidez y soltura a
todos los estilos; tenía un oído especial para la creación musical. Estaban
seguros de que aprendería rápido y que se haría un hueco en la pujante
industria que estaba naciendo; de hecho, el disco que llegó de casualidad al
local no llamó la atención de nadie hasta que sonó en el equipo y reconocieron
el estilo del que había sido su compañero. Estaba claro que no podrían
asegurarlo y, por añadidura, el bajista que era el único que sabía leer les
aseguró que en los créditos no salía nadie con el nombre de Thomas. De todas
formas eso daba igual, sabían que lo normal era que los negros no apareciesen
como participantes por el trabajo que habían realizado. Lo habitual era que
cobrasen por sesión y que después desapareciesen para grabar con otro conjunto
y que, al final, acabasen sus días cirróticos y tocando en la calle a la espera
de que les sorprendiese la muerte o la esquiva fortuna.
Sin embargo, lo que habían escuchado resultaba esperanzador
y la guitarra que sonaba en ese disco de siete pulgadas les convenció de que
Thomas había sido capaz de huir y aposentarse en Chicago. Nunca más supieron de
él, por lo menos directamente, pero, siempre que podían, seguían las novedades
discográficas y en algún que otro trabajo creían reconocer al guitarra solista
con el que habían compartido escenario. Lo único que les preocupaba era el
hecho de que había probado a una blanca y sabían que, cuando eso le pasaba a un
negro, después le costaba volver con los suyos. Suponían que había aprendido la
lección pero, con los jóvenes nunca se sabía qué iba a suceder, lo más probable
es que estuviese buscando a otra chica de piel blanca como el mármol para
compartir con ella una noche de pasión. Los viejos músicos anhelaban con todas
sus fuerzas que tuviese suerte, que no cayese en manos de algún blanco ofendido
por el amor que el joven Thomas iba repartiendo.
Nacho Valdés
3 comentarios:
...un blues esperanzador entre tanta tristeza... Quizá por eso es una música que ha perdurado y que, hoy en día, sigue vigente en su conexión con los desarraigados que habitan el mundo...
Larga vida a las seis cuerdas de Thomas y al sonido sucio de Chicago...
BLUES...ahora más que nunca
Decididamente hay cosas que los negros deben de hacer mejor...
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