lunes, noviembre 26, 2012

En el ángulo muerto Vol. 170



Carante



Todas las semanas recibo infinidad de cartas, videos, correos y demás trabajos de artistas reconocidos o desconocidos que buscan un hueco en las monografías que preparo en las galerías y museos con los que participo. En esa ocasión andaba con la elaboración de una muestra contemporánea cuando recibí una carta que llamó mi atención puesto que estaba manuscrita con excelente caligrafía, además de caracterizarse por un volumen considerable; parecía algo de otro tiempo. Como pasaba habitualmente, sería alguien que ofrecía su obra para la muestra y, por lo tanto, se dirigía a mí como comisario de la exposición. El caso es que la aparté, quizás por la exquisita letra, quizás por un pálpito pero, después de realizar mis actividades cotidianas, tomé la misiva y la abrí para leer su contenido.
El papel era apergaminado y de excelente calidad y, solamente con los gráficos y dibujos que aparecían, ya podía ser un trabajo digno de cierto reconocimiento. El proyecto en sí recibía el nombre de Carante y después de buscar infructuosamente el término llegué a la conclusión de que era una especie de neologismo acuñado por el autor del proyecto. Me recordaba a arconte, quizás haciendo referencia a la Atenas clásica o, en un sentido más sencillo, podría relacionarse con currante o algo por el estilo. En una dirección más lírica el tema podría asemejarse remotamente a arcángel pero, finalmente el asunto era mucho más mundano y el curioso neologismo se refería a cagante que, por lo que decía el autor era alguien que cagaba. La peregrina explicación me dejo tan confuso que me vi obligado a seguir leyendo e interpretar los enrevesados gráficos que indicaban cómo realizar el montaje.
La obra que ese extraño trataba de promocionar era catalogada por él como arte orgánico aunque, a primera vista no parecía tener ningún sentido esa clasificación así que continué leyendo las aclaraciones que acompañaban a dibujos y croquis. En un primer momento el asunto era prácticamente calcado a La fuente de Duchamp pues, al igual que él hizo con un urinario, este desconocido pretendía poner en lugar privilegiado del museo un bidé firmado por él. En ese punto estuve tentado de dejar de lado el mensaje recibido e irme a casa pero, por lo que a mí respectaba, todavía mantenía ciertas dudas que quizás se aclarasen si continuaba con el pergamino que tenía entre las manos.
El bidé, si quería seguir las instrucciones del artista, debía ser totalmente operativo y estar conectado a la toma de agua de la galería. Por otro lado, también debía estar conectado a algún desagüe pues, la belleza de su creación, siempre siguiendo las palabras del desconocido autor, radicaba en que el arte orgánico era prácticamente infinito y se regeneraba con cada pase del museo. En ese punto ya estaba totalmente intrigado y debía terminar para comprender el sentido de tal montaje.
Como último punto destacado, el artífice consideraba necesaria la colaboración de la concurrencia a la muestra. El documento aclaraba el asunto con sencillez y terminaba por esclarecer qué era eso del arte orgánico y el sentido de que fuese infinito y se regenerase a diario. El caso es que aquellos que lo deseasen podían participar de su arte, únicamente tenían que sentarse en el bidé y defecar tranquilamente a la vista del resto de curiosos que hubiesen accedido al museo. Después, se tenía que abrir el grifo durante un tiempo estipulado y dejar que las deposiciones se desbordasen por el suelo del museo. Como no podía ser de otra manera me quedé patidifuso con la proposición y, por unos instantes, me sentí caduco y lejos de las más rabiosas vanguardias. Finalmente, caí en la cuenta de que no era más que una tomadura de pelo para lograr algo de notoriedad y, después de guardar cuidadosamente los pliegos en su sobre para quedármelos como recuerdo, me olvidé del asunto. A ver cuál es la siguiente propuesta que me sorprende de esta manera.

Nacho Valdés

4 comentarios:

Sergio dijo...

El arte que mueve el mundo nace de las entrañas.......aquí más que nunca, no?


p.d: ¿Qué tal el primer finde en casa with Jacob?

cristina dijo...

JA! esto sí que sería arte orgánico...me pregunto si la persona que se sentase y defecase en el bidé se convertiría en parte de la obra o pasaría a ser artista por un día...muy buen relato

raposu dijo...

En la T4 de Barajas los servicios tienen, como en todos los sitios, un lugar donde orinar y otro donde lavarse las manos. Éste último es más bajo de lo habitual y con una estética un tanto indefinida... Tanto, que un señor de cierta edad y probable origen oriental, meaba felizmente donde otros esperábamos lavarnos.

Claro que quizás era un artista...

laura dijo...

Pues yo estoy segura de que estas cosas pasan.