lunes, febrero 07, 2011

En el ángulo muerto Vol. 89



Abandono

Amablemente decliné la invitación de la azafata, realmente no necesitaba nada más que resolver las dudas que me embargaban y a las que no podía dar respuesta. No necesitaba ninguna bebida, ni nada que hiciese el vuelo más llevadero. Después de haber hablado con Roberto me sentía profundamente arrepentido por haberle contado el altercado con el viejo, para mi sorpresa había declinado mi petición de ayuda y había decidido alejarse del posible problema que parecía estar fraguándose. Me había quedado solo pues él era la única persona en la que podía confiar para tratar este asunto tan delicado. Lo que quedaba de mi familia, mi madre, no podría aguantar una noticia de tal calibre y máxime teniendo en cuenta que, con toda probabilidad, me cargarían con el presunto delito. Algo así acabaría con ella. De todas maneras yo era inocente, en caso de que el viejo estuviese muerto, lo que había hecho era defenderme, huir de la agresión a la que me estaba sometiendo. Suponía que la policía tendría forenses y alguien que pudiese dilucidar cómo se había producido el altercado pero, ante mi inseguridad, había tomado la determinación de seguir con el proyecto que me había propuesto. Además, no tenía nada que hacer en España. Sólo esperar mi detención.
Esperaba, cuando llamé a Roberto, que me ayudase a solucionar este entuerto en que me había visto envuelto y, puesto que éramos amigos desde hacía años, suponía que me prestaría al menos su consejo. En lugar de esa reacción que anhelaba para tranquilizarme me había dejado totalmente tirado a mi suerte, había visto en su cara el terror de lo que se me venía encima y excusándose en que se trataba de un asunto muy serio me instó a que me entregase para desvincularse de mi confesión. Por supuesto, después de una acalorada discusión, decidí largarme no sin antes hacerle prometer que mantendría esa historia en secreto. Su reacción, hasta donde yo podía esperarme, me había dejado confuso pues consideraba que estaba más cuajado y que él me daría alguna solución.
El caso es que estaba solo y no veía una salida factible para el asunto. Acudir a las autoridades no entraba en mis planes, no veía sencillo que me involucrasen y solo Roberto era el que conocía esta historia. Lo único que consideraba posible era continuar con el proyecto en el que me había embarcado, resolver la muerte de mi abuelo y sacar de esa tarea mi primera novela. No tenía ni idea de cuánto tiempo me quedaba de libertad, así que lo mejor era coger el primer vuelo hacia la zona de la que provenía mi familia para dilucidar las enigmáticas condiciones en las que se había producido su fallecimiento. Lo que hice fue pedir algo de dinero a mi madre, despedirme de mi trabajo precario y cobrar otra pequeña cantidad y robar, reunir o buscar otra mínima suma que consideraba sería suficiente. Tardé tres días en planear el viaje y mi presupuesto no llegaría más allá de una semana, en ese tiempo tendría que sacar las conclusiones necesarias para la novela que traía entre manos. La idea era tomar el vuelo que me encontraba hasta Salzburgo y de ahí, mediante una ruta de autobús, llegaría a Hackett, el pueblo natal de mi familia. Una vez allí tendría que indagar acerca de la familia Humboldt, que era el apellido de mi abuelo y que creía me permitiría avanzar en alguna dirección.
Por desgracia la cosa había empezado mal. No tenía la seguridad de si se trataba de lo que había dejado atrás o a consecuencia de lo que me esperaba a mi llegada, pero el caso es que estaba hecho un manojo de nervios que me llevaban a no parar de sudar en mi butaca mientras me movía inquieto mirando e en todas las direcciones. Desde que había salido de la casa del anciano había desarrollado cierta paranoia que me hacía estar inquieto y con la certeza de que estaba siendo observado. Aunque era una tontería, pues me hubiesen detenido en España, no podía quitármelo de la cabeza. Únicamente me tranquilicé un poco cuando tomamos tierra en Austria, si el vuelo durase unas horas más no hubiese aguantado la presión a la que estaba sometido. Cogí el equipaje de mano, que era lo único que llevaba conmigo y me acerqué a la salida con rapidez. No aguantaba ni un segundo más en ese avión.

Nacho Valdés

4 comentarios:

raposu dijo...

Bien, este es un capítulo de transición que nos va a cambiar de escenario pero seguro que no de complicaciones. No sé si Nacho planifica detalladamente lo que escribe o lo va "descubriendo" cada semana, pero este relato cobra interés en cada entrega.

Creo que Muchacho_Electrico ha cogido un autobús y está acercándose también al nuevo decorado...

Muchacho_Electrico dijo...

El Muchacho, es este caso, es una azafata de clase bussines rubia y de ojos azules. Seguro que durante el trayecto le ha servido mas de un whisky a nuestro protagonista.

Sergio dijo...

Hoy en día ya no se respeta nada....

laura dijo...

Me he quedado de pidra!Un beso, cariño.
Laura.