lunes, noviembre 16, 2009

En el ángulo muerto Vol. 36


Desencuentro

Cuando se abrió la puerta metálica le sorprendió la oscuridad en la que estaba sumida la habitación, la vista de Raúl tardó unos instantes en acostumbrarse a la penumbra. Comenzó a distinguir varias siluetas en una celda que se le antojó prácticamente medieval, perteneciente a una época que creía superada. De pie, con aire distraído estaba el agente que le había golpeado cuando fue torturado. En una de las esquinas, sentado sobre una banqueta desvencijada estaba el pequeño policía que dirigía la situación, en su expresión asomaba una sonrisa que a Raúl le pareció de superioridad, exhibía cierta satisfacción en su actitud, disfrutando del momento. En el suelo, hecha un guiñapo, estaba tirada Ana. La identificó al instante, de un vistazo fue capaz de reconocer su silueta descompuesta. Se quedó paralizado, a pesar de que le habían adelantado este instante no estaba preparado para lo que tenía delante. La joven tenía el cuerpo destrozado, estaba cubierta de sangre y heridas, ni tan siquiera tuvo capacidad para levantar la vista.
- Será mejor que os dejemos solos. Supongo que tendréis cosas de las que hablar. – Dijo Xavier mientras hacía un gesto para que los policías abandonasen la mazmorra.

Raúl se quedó un momento cavilando, sin saber qué hacer o decir. Dio un par de vueltas alrededor del cuerpo, intentando averiguar si Ana todavía respiraba o estaba sin vida. Se acercó a ella, le cogió la barbilla y le miró directamente a los ojos. Estaba despierta, esperando el momento de enfrentarse al que había sido su amante.
- ¿Estás bien? – Preguntó Raúl en un intento de comenzar la conversación.
- He estado mejor.
- Te advertí que esto sucedería.
- Es el coste que se paga por un sueño, estoy segura de que al final lograremos alcanzarlo.
- ¿A qué precio?
- Al que haga falta, hay intereses superiores a los de cualquier fin particular. – Raúl mudó su expresión, se volvió sombría.
- ¿Estás diciendo que todo en lo que me has metido lo tenías planeado?
- No exactamente.
- ¡Explícate! - Raúl profirió un grito, su paciencia estaba agotándose.
- Necesitaba acercarme a ti para, de esta manera, acercarme a los líderes.
- Pero, asesinaste a mi padre a sangre fría. Le conocías.
- Ya te he dicho que tenemos que dejar de lado nuestra sentimentalidad para lograr objetivos más altos, es lo primero que nos enseñan cuando entramos en el grupo.
- Sois una panda de lunáticos, sois pero que la secreta o cualquiera de las tácticas que utilizan los líderes para crear terror.
- No puedes compararnos, nuestros objetivos son claros y te aseguro que son compartidos por gran parte de la población, lo único que pasa es que la gente tiene miedo.
- Incluyen asesinar a ancianos, no me hagas reír. Lo que me dices es increíble, me has utilizado y has acabado con mi familia. Espero lo peor para ti, no busques mi ayuda porque no vas a encontrarla.
- No te necesito, acepto lo que me depare la revolución. Además, se necesitan mártires para concienciar a la gente, ya verás como los caídos servimos para despertar a los que están dormidos.
- Estás loca.

Raúl se dio la vuelta, comenzó a aporrear la puerta. – Abran. – Gritó.
Del otro lado esperaba Xavier con los dos agentes. – Yo me voy. ¿Puedo largarme ya a mi casa?
- Paciencia. Pronto podrás salir de aquí. – Respondió Xavier. - ¿Qué quieres que hagamos con ella?
- A mí como si le pegan un tiro en la cabeza. – Xavier hizo un gesto a los dos secuaces. – Ya habéis oído.
Entraron en la celda y a renglón seguido se escuchó un disparo, Raúl se estremeció de pies a cabeza. Nunca había sido partícipe de un crimen similar, a pesar del resentimiento que albergaba se descompuso anímicamente.
- Ella se lo había buscado. Le hubiese pasado de todas maneras.
- No quiero hablar del tema, ¿puedo ir a mi celda?
- Será mejor que vayamos a buscar tus cosas y que te escolten hasta tu casa. Tómate un par de días y ya hablaremos.

Raúl se alejó por el pasillo alumbrado por fluorescentes, en su cabeza únicamente se escuchaba el zumbido eléctrico de la iluminación y el eco del revólver que había disparado.

Nacho Valdés

3 comentarios:

raposu dijo...

Bueno, pues me alegro de que el relato no vaya por donde mis paranoias, hubieran sido un laberinto cada vez más dificil de resolver.
Quizás esto nos permita ir cerrando cabos... o no.

La escena me ha parecido muy bien dibujada (al final la división del relato en entregas semanalas provoca que se vean escenas, es inevitable

Nacho dijo...

¿Por dónde iban tus paranoías?
Que tengo curiosidad.

Besos.

raposu dijo...

Pues "apoyándome" en que Raúl realmente no llegó a ver a Ana disparar a su padre, porque la tenía de espaldas, mi paranoia es que realmente no fue ella y que huyó por miedo. Que todo era una trampa de los propios para que pareciera lo que no es....

¿ves como era una paranoia?