lunes, noviembre 02, 2009

En el ángulo muerto Vol. 34


Vuelta al camino

- Ya tenía ganas de volver a vernos las caras. – Raúl ni siquiera contestó.
- Eso es, mejor que no digas nada. Total, para lo que te va a servir.
El hombre minúsculo que había arrasado el apartamento de Raúl parecía divertido con la escena, llevaban horas encerrados en los sótanos del Ministerio cultural y ni tan siquiera se había quitado el sombrero y la gabardina, su cara estaba perlada por el esfuerzo. Observaba a Raúl oscilar de la cadena de la que colgaba, su robusto compañero estaba en mangas de camisa, golpeándole cada vez que su pequeño compinche daba la orden pertinente.
- Se te acusa nada más y nada menos que de asesinato, con el agravante de que la víctima era uno de los personajes notables que con su dedicación ayudó a levantar nuestra gloriosa nación. Además, cayendo en el parricidio. Me resulta repulsiva la manera en que actuáis los revolucionarios, no respetáis a nada ni nadie. ¡Vergonzoso!
El individuo se acercó con los ojos cargados de furia, soltó un puñetazo que Raúl casi ni sintió puesto que llevaba horas recibiendo golpes. Estaba hundido, destrozado física y moralmente. Lo habían encontrado llorando, abrazado al cuerpo sin vida del único familiar que le quedaba con vida. Nunca se hubiese imaginado que Ana sería capaz de llegar hasta el punto del asesinato y, a pesar de que conocía la importancia de su padre, no sabía lo imbricado que estaba en la organización estatal. Desde que la secreta le había detenido, todo había sido un devenir de sorpresas y revelaciones que nunca hubiese esperado descubrir.
- Nos vas a contar quién fue tu cómplice. Las pruebas demuestran que tú no fuiste el ejecutor, que otra persona disparó por ti. Si no nos lo cuentas cargarás tú solo con la acusación. – Raúl estaba cansado, llevaba un tiempo que no podría delimitar colgado de los brazos. Hizo un gesto sumiso y agachó la cabeza.
- ¿No sé si sabes que lo más probable es que se pida la pena capital por este delito?
- Soy abogado. – Contestó desganado.
El pequeño agente hizo un gesto para que la tortura continuase, su enorme secuaz comenzó a golpearle las espinillas con una porra metálica. Cada impacto provocaba un nuevo grito, ahogado y reprimido pero imposible de aguantar en su interior. La pesadilla estaba durando demasiado pero Raúl no estaba dispuesto a colaborar, su mente era un hervidero de contradicciones y lo único que tenía claro es que era él el que deseaba la venganza. Si salía con vida se encargaría de buscar a Ana, quería saber el porqué de su traición, el motivo por el que le había utilizado sin contemplaciones. Se sentía como un muñeco, un títere en manos de los distintos poderes. Tenía la sensación de que los acontecimientos que le habían llevado hasta donde estaba no habían sido fortuitos, como si de alguna forma le hubiesen empujado hasta la situación en la que se encontraba.
Se abrió la puerta, Raúl no tenía fuerzas para mirar quien había entrado. – Bajadlo de ahí. – Dijo el recién llegado con tono autoritario.
El timbre le resultó familiar, Raúl levantó la vista y vio a un hombre de uniforme que no pudo identificar al primer vistazo pues tenía los ojos hinchados por los golpes recibidos. El tipo se acercó a él y cariñosamente le acarició el pelo, se trataba de Xavier, que había sido amigo de su padre desde que él tenía recuerdo. Había forjado una carrera en el ejército que le había aupado hasta las más altas esferas, su prestigio era enorme y los hombres que hasta hace un momento estaban torturándole se retiraron a un rincón.
- Ya ha terminado todo. Yo te ayudaré a salir de aquí.
- Gracias. – Fue lo único que pudo contestar, sus ojos se cerraron de puro agotamiento. Se quedó dormido en el regazo de Xavier, como si fuese un niño que no aguanta más despierto.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

La historia es como un río que avanzara cuesta arriba recorriendo al revés los innumerables afluentes que lo forman. El capítulo de hoy me parece especialmente bien escrito.