lunes, marzo 23, 2009

En el ángulo muerto Vol. 8


Talento

Me miraba con ojos azabache, escrutaba junto a su enorme perro mestizo todos mis movimientos. Él debía medir cerca de los dos metros, negro como la noche y con esa mirada que se clavaba para después atravesarte. Iba tocado con un sombrero roído y vestía enteramente de oscuro. Me llamó la atención, además de por su aspecto, porque era de los pocos que se habían acercado a ese local de mala muerte a oírnos tocar.
No movía ni un músculo, parecía estar absorto en mí y, aunque procuraba no percibir su figura, ésta me asaltaba mediante la silueta que se recortaba al fondo de la sala. Nadie parecía prestarle atención, ni tan siquiera los pocos borrachos del pueblo hediondo en el que habíamos recalado. Intenté olvidarlo, centrarme en la guitarra, pero no podía escapar de esa mirada inquisitiva que sin decir nada parecía comunicarme todo.

Al terminar la actuación miré de nuevo a donde estaba sentado, no había nadie, incluso llegué a pensar que nunca había existido, pero el erizamiento de mi vello me indicó que la visión, o lo qué fuese, había calado en mí. No era capaz de olvidarlo, la imagen que había proyectado en mí se había convertido en indeleble.
– ¿Me puede poner una cerveza? – Estaba exhausto, llevábamos cerca de tres semanas girando con el último trabajo. El dueño del local me la puso de mala gana, probablemente, y dado el triste éxito que habíamos tenido, estaría pensando en cobrármela.
- No hay problema. A ésta invito yo. - Parecía que, al menos, algo de suerte había tenido.

El resto estaba ya recogiendo, no sé si era por ser el mayor, pero cada día que pasaba me sentía más desvinculado del proyecto. Quizás albergaba dudas, a veces me preguntaba si no tenía la capacidad para triunfar, para, por lo menos, ser alguien de segunda fila con algo parecido a un público. No componía, no era especialmente virtuoso y solía mostrarme indolente a la hora de ensayar. Estaba claro que mi tren había pasado.
– Ei, tío échanos un cable para cargar la camioneta.
– Dejar lo mío, ahora mismo termino la cerveza y me pongo.

Deliberadamente estaba haciendo tiempo para recoger solo, no me apetecía hablar con nadie. Después me haría el dormido camino del hotel. En ese mismo instante lo veía como irremisible, no sé qué alegaría en mi defensa pero dejaría la ridícula gira. Sería mejor para todos, yo me dedicaría a otra cosa y ellos podrían encontrar a alguien que no supusiese un lastre. Cuando hubieron terminado me fui al escenario a recoger, hice un par de viajes y reuní todo el material en el aparcamiento.

Sólo una de las farolas funcionaba, parpadeaba, se mostraba inestable y parecía ralentizar mis movimientos.
– Yo no seguiría con ellos. - La voz sonó a mi espalda, potente y ocre. Me giré y vi al negro junto a su enorme perro. El animal me gruñía casi imperceptiblemente, mostraba su dentadura acobardándome. El negro movió su mano y se calló.
- ¿A qué se refiere? - Mi contestación sonó vacilante.
- Tú puedes llegar más lejos sin ellos. Te he estado observando y veo algo en ti.
- ¿El qué?
- Veo ambición. - Mostró la dentadura increíblemente blanca con una extraña sonrisa, a continuación abrió uno de los estuches y sacó una guitarra acústica.
La melodía que sacó del instrumento me pareció inconcebible, era una especie de tema sureño que nunca había escuchado. La técnica que utilizó y la velocidad con la que sus enormes manos se movían por el mástil salían fuera de toda comprensión. Cuando hubo acabado me tendió el instrumento.
–Tú también puedes. Puedo darte lo que quieres. - Me increpó.
Asentí con la cabeza. Y lo que vino a continuación no podría describirlo con palabras. Un dolor inmenso me sobrecogió, caí sobre el asfalto a los pies del individuo que veía tranquilamente como me revolvía. Levanté la vista implorando ayuda y un fogonazo me dejó cegado. No sé cuánto tiempo estuve revolviéndome en ese sucio aparcamiento, pero se me hizo eterno, parecía como si un tren de mercancías estuviese pasando por encima de mí. Intenté estirar el brazo para mendigar algo de ayuda, cogí el zapato del negro y le imploré que parase lo que había comenzado. Con un puntapié, totalmente despectivo, alejó mi mano que se retorcía en busca de un apoyo.

Súbitamente todo terminó, tan rápido como empezó. Me incorporé torpemente mientras el negro se alejaba y se difuminaba en la oscuridad, sólo el perro se giró para mostrarme el destello de su mirada. Ni tan siquiera entré a decir nada, arranqué la camioneta y me alejé en la noche. Tenía la impresión de comenzar una nueva vida, algo que nunca hubiese llegado a imaginarme.

Nacho Valdés

8 comentarios:

Sergio dijo...

Tremendamente inquietante esta historia. Creo entrever hacia dónde se dirige aunque no quiero precipitarme. Tiene muy buena pinta, enhorabuena.
Tan prolífico como siemore.

raposu dijo...

Toi de acuerdo, muy buena historia y muy bien contada. Creo que mejoras historia a historia.

Me temo que nos la vas a jugar otra vez y NO la vas a continuar. Si es así, quizás podrías sugerir a los seguidores que la continúen ellos/nosotros, en pequeños trozos de comentarios.

Sergio dijo...

Sabias palabras del Comandante...

laura dijo...

Al principio pensaba que en lugar de talento le iba a hacer daño! Yo también creo que deberías continuar la historia!
Un besazo.
Laura.

Nacho dijo...

Ya veremos cómo continúa. De todas maneras, invito a cualquiera que esté interesado en especular a incluir comentarios con un posible final.

Besos.

raposu dijo...

Ahi va uno:
Al dia siguiente el protagonista nota cosas muy raras a su alrededor, nadie le entiende cuando habla, la gente parece decirle adiós cuando llega, los coches marchan al revés. En la guitarra todo suena fatal hasta que descubre que poniendo las cuerdas en modo zurdo y afinándolas por quintas de repente el mástil revela todos sus secretos.

Se encuentra con el protagonista de "Enrevesado" y descubren que son almas gemelas, las únicas capaces de entenderse en un mundo de locos.

El de "Enrevesados" tocaba la gaita irlandesa en los ratos libres, así que entre los dos montan un grupo folk y se arruinan estrepitosamente, pero son felices...

Nacho dijo...

Uff, creo que a alguien le ha dado mucho el sol en la cabeza. O quizás esa persona esté lanzando puyitas para que continúe con los relatos.
¿Quién sabe?

raposu dijo...

Como me dijo una vez un jefe "...no sé a qué te refieres...".

Es una frase muy útil y he estado aguardando el momento de poder utilizarla.