Mitos caídos
La historia personal de nuestra generación, supone la destrucción de la mitología que la televisión crea desde el momento en el que nacemos. Parece un juego en el que el cometido es ir descubriendo qué es falso y qué es verdadero. En la mayoría de los casos la gente es capaz de discernir la verdad de la ficción, aunque en otros no se da esta opción. Como mi abuela, que un día me preguntaba, al ver una película, si la paliza que le estaban dando a un tipo era de verdad o de mentira. Yo ya estaba crecidito y después de vacilar un poco, le confesé que no era más que una especie de baile en el que prácticamente no se tocaban.
Los mismos golpes inverosímiles y tremendas curras se sucedían en el Wrestling o Lucha libre que de pequeño veía en Telecinco. Para un niño de poco más de diez años esto suponía lo más de lo más, y aunque suene un poco gay, era increíble ver como una especie de supergladiadores hipermusculados se ponían la cara como un mapa. Por supuesto, además de creernos la historia, la reproducíamos en el colegio aunque con resultados diferentes a los de la pequeña pantalla. Mientras que a estos tipos se les ponía un poco roja la piel debido a las galletas, nosotros sangrábamos y nos lesionábamos en la más cruel de las arenas; la del colegio.
Parece ser que este espectáculo nació como una especie de deporte ambulante, como una feria en la que además de los prodigios y demostraciones de fuerza se sucedían los combates amañados en los que el secretismo de las exhibiciones era la nota predominante. Todo con la intención de crear una especie de aura de misterio alrededor de los luchadores. Con el tiempo, y ante la expectación que levantaban, comenzaron a profesionalizarse y a llenar estadios en los que el americanito medio podía desfogar sus impulsos. Por supuesto dio el salto a la televisión y, con el tiempo, a España. Aquí los niños de mi época fuimos testigos los sábados por la mañana, después de Humor Amarillo (una maravilla), de cómo unos tipos totalmente deformes de levantar mancuernas daban grandes saltos y se zurraban la badana cosa mala.
Recuerdo las discusiones con mi padre en las que el tema principal era la verdad o falsedad del espectáculo, por supuesto mi hermano y yo defendíamos la veracidad de los hechos y creíamos a pies juntillas en los hitos de nuestros héroes.
La dinámica era muy sencilla y atractiva para un niño. Después de desayunar, mientras los padres descansaban un poco más y se desperezaban, nos acercábamos al televisor y sintonizábamos en busca de la ración de hostias del fin de semana. Comenzaba el tema con el anuncio de algún combate de alto voltaje para el que había que esperar todo el programa, antes había que ver los de bajo nivel y los de parejas.
Los dos primeros combates solían enfrentar a un luchador de primera fila, es decir cachas y conocido, con un desconocido gordito y feito. Requisito para hacerse luchador era lucir, además de unos músculos de acero o una gran tripa, unas mallas feas o, en caso de estar gordo, una especie de peto ajustado con un solo tirante (de esta manera una de las tetas fláccidas del combatiente quedaba a la vista). En estos primeros combates siempre sucedía lo mismo, el desconocido ponía en jaque a uno de los favoritos y al final recibía una paliza tremenda que provocaba que quedase grogui sobre la lona. Después llegaban las parejas, gente como los sacamantecas o los hermanos roqueros (no recuerdo el nombre) se zurraban con unos pobres diablos a los que dejaban para el arrastre. En estos últimos combates la espectacularidad era tremenda, ya que los luchadores tenían ensayadas bellas coreografías con sus compañeros que terminaban con increíbles vuelos y golpetazos.
Mención aparte merecen los combates finales, aquí era donde se cortaba todo el bacalao. Gente como Hulk Hogan, Mr. Perfecto, El Enterrador o El Último Guerrero solían jugarse un título mundial que casi todas las semanas cambiaba de manos. Este era el enfrentamiento más largo, primero iba ganando uno, después el otro y, por supuesto, se reservaba una sorpresa para el final. Ésta solía consistir en un árbitro noqueado, la ayuda de algún combatiente que pasaba por ahí, el golpeo con algún objeto externo al ring, etcétera. Parte importante de estos eventos eran las particularidades de cada luchador: al Último Guerrero le daba el baile de San Vito y no sentía los golpes; Hulk Hogan sufría supercabreos y rompía su camiseta junto con el careto del contrario; El Último Enterrador resucitaba como un zombi después de recibir los golpes suficientes como para quedarse en coma. Cada uno tenía sus armas que utilizaba en el mejor momento y todos los niños de España esperábamos ese instante.
Por supuesto un buen día esto dejo de interesarme, supongo que después de descubrir que era totalmente falso.
Desde el recuerdo todo pintaba mejor, pero en los últimos tiempos ha saltado la noticia de varias muertes debido al abuso de drogas, esteroides y hormonas en este singular espectáculo. Ataques cardiacos, insuficiencias renales y demás problemas derivados del abuso de estas sustancias han provocado una verdadera epidemia de muertes en el mundo del Wrestling. Y lo peor de todo, resulta que el Último Guerrero ahora se ha afiliado a la extrema derecha y va por la América profunda dando charlas y conferencias de calado político. Definitivamente el mundo no es como lo veíamos por la tele, los pilares que sustentaron nuestra infancia no son más que una parafernalia endeble que se derrumba al mínimo movimiento. Una lástima, era todo más sencillo cuando éramos niños.
Nacho Valdés (dedicado al Comandante. ¡Ánimo!)
La historia personal de nuestra generación, supone la destrucción de la mitología que la televisión crea desde el momento en el que nacemos. Parece un juego en el que el cometido es ir descubriendo qué es falso y qué es verdadero. En la mayoría de los casos la gente es capaz de discernir la verdad de la ficción, aunque en otros no se da esta opción. Como mi abuela, que un día me preguntaba, al ver una película, si la paliza que le estaban dando a un tipo era de verdad o de mentira. Yo ya estaba crecidito y después de vacilar un poco, le confesé que no era más que una especie de baile en el que prácticamente no se tocaban.
Los mismos golpes inverosímiles y tremendas curras se sucedían en el Wrestling o Lucha libre que de pequeño veía en Telecinco. Para un niño de poco más de diez años esto suponía lo más de lo más, y aunque suene un poco gay, era increíble ver como una especie de supergladiadores hipermusculados se ponían la cara como un mapa. Por supuesto, además de creernos la historia, la reproducíamos en el colegio aunque con resultados diferentes a los de la pequeña pantalla. Mientras que a estos tipos se les ponía un poco roja la piel debido a las galletas, nosotros sangrábamos y nos lesionábamos en la más cruel de las arenas; la del colegio.
Parece ser que este espectáculo nació como una especie de deporte ambulante, como una feria en la que además de los prodigios y demostraciones de fuerza se sucedían los combates amañados en los que el secretismo de las exhibiciones era la nota predominante. Todo con la intención de crear una especie de aura de misterio alrededor de los luchadores. Con el tiempo, y ante la expectación que levantaban, comenzaron a profesionalizarse y a llenar estadios en los que el americanito medio podía desfogar sus impulsos. Por supuesto dio el salto a la televisión y, con el tiempo, a España. Aquí los niños de mi época fuimos testigos los sábados por la mañana, después de Humor Amarillo (una maravilla), de cómo unos tipos totalmente deformes de levantar mancuernas daban grandes saltos y se zurraban la badana cosa mala.
Recuerdo las discusiones con mi padre en las que el tema principal era la verdad o falsedad del espectáculo, por supuesto mi hermano y yo defendíamos la veracidad de los hechos y creíamos a pies juntillas en los hitos de nuestros héroes.
La dinámica era muy sencilla y atractiva para un niño. Después de desayunar, mientras los padres descansaban un poco más y se desperezaban, nos acercábamos al televisor y sintonizábamos en busca de la ración de hostias del fin de semana. Comenzaba el tema con el anuncio de algún combate de alto voltaje para el que había que esperar todo el programa, antes había que ver los de bajo nivel y los de parejas.
Los dos primeros combates solían enfrentar a un luchador de primera fila, es decir cachas y conocido, con un desconocido gordito y feito. Requisito para hacerse luchador era lucir, además de unos músculos de acero o una gran tripa, unas mallas feas o, en caso de estar gordo, una especie de peto ajustado con un solo tirante (de esta manera una de las tetas fláccidas del combatiente quedaba a la vista). En estos primeros combates siempre sucedía lo mismo, el desconocido ponía en jaque a uno de los favoritos y al final recibía una paliza tremenda que provocaba que quedase grogui sobre la lona. Después llegaban las parejas, gente como los sacamantecas o los hermanos roqueros (no recuerdo el nombre) se zurraban con unos pobres diablos a los que dejaban para el arrastre. En estos últimos combates la espectacularidad era tremenda, ya que los luchadores tenían ensayadas bellas coreografías con sus compañeros que terminaban con increíbles vuelos y golpetazos.
Mención aparte merecen los combates finales, aquí era donde se cortaba todo el bacalao. Gente como Hulk Hogan, Mr. Perfecto, El Enterrador o El Último Guerrero solían jugarse un título mundial que casi todas las semanas cambiaba de manos. Este era el enfrentamiento más largo, primero iba ganando uno, después el otro y, por supuesto, se reservaba una sorpresa para el final. Ésta solía consistir en un árbitro noqueado, la ayuda de algún combatiente que pasaba por ahí, el golpeo con algún objeto externo al ring, etcétera. Parte importante de estos eventos eran las particularidades de cada luchador: al Último Guerrero le daba el baile de San Vito y no sentía los golpes; Hulk Hogan sufría supercabreos y rompía su camiseta junto con el careto del contrario; El Último Enterrador resucitaba como un zombi después de recibir los golpes suficientes como para quedarse en coma. Cada uno tenía sus armas que utilizaba en el mejor momento y todos los niños de España esperábamos ese instante.
Por supuesto un buen día esto dejo de interesarme, supongo que después de descubrir que era totalmente falso.
Desde el recuerdo todo pintaba mejor, pero en los últimos tiempos ha saltado la noticia de varias muertes debido al abuso de drogas, esteroides y hormonas en este singular espectáculo. Ataques cardiacos, insuficiencias renales y demás problemas derivados del abuso de estas sustancias han provocado una verdadera epidemia de muertes en el mundo del Wrestling. Y lo peor de todo, resulta que el Último Guerrero ahora se ha afiliado a la extrema derecha y va por la América profunda dando charlas y conferencias de calado político. Definitivamente el mundo no es como lo veíamos por la tele, los pilares que sustentaron nuestra infancia no son más que una parafernalia endeble que se derrumba al mínimo movimiento. Una lástima, era todo más sencillo cuando éramos niños.
Nacho Valdés (dedicado al Comandante. ¡Ánimo!)
16 comentarios:
Muchas gracias por la dedicatoria y por recordar que te intentaba abrir los ojos, aunque sin éxito. Está claro que los desengaños son intransferibles.
Espero que el ligero toque de nostalgia de tu lunes sólo sea por dejarse llevar por dulces recuerdos, pero ¡qué lastima que las mejores cosas de la niñez sean todas falsas! El Ratoncito Perez, los Reyes Magos, Papá Noel, Supermán, El LLanero Solitario...
Besos
Felicidades por el artíuclo, realmente me ha gustado bastante. Todos crecimos idolatrando los manporros a derecha e izquierda, en mi caso, fue Goku. Siempre recordaré el mítico kame-hame-ha...
En fin, todos tenemos que crecer algún día. Maldito día.
Cada lunes que pasa me doy cuenta de lo mismo. De una manera extraña y fascinante, Nacho y yo, compartimos el mismo desván de la infancia. Por ese tipo de cosas se hacen amigos los amigos.
Gracias por tan grandes recuerdos.
Soy un asturiano más.
Buenísimo el artículo, por un momento me he trasportado al pasado y me he visto a mi mismo y los madrugones de los sabados para ver a Hulk Hoogan and Cia. dandose leches :)
He de confesar que alguna vez despues de comer me he quedado viendo el catch ese.. enga ya podeis decirme de todo ;-)Willy
No eres el único amigo Willy...
Cariño que sepas que mi comentario ha desaparecido, así que escribo éste por segunda vez, aunque lo hago encantadaporque el artículo me ha gustado un montón!!!!!!!!yo también lo veía de pequeña y creía y defendía que las peleas eran de verdad. La verdad es que cuando algún fin de semana lo vemos un rato por la mañana alucino con que pudieran hacerme creer de pequeña que eran de verdad, pero en fin supongo que eso es lo bueno de la niñez, porque es una´etapa de la vida en la que crees que todo es posible.
Un besito.
Laura.
Sigo con ganas de ponerme un guante de gomaespuma y verlo en vivo y en directo.
GDB
Besos a Laura y al GDB desde el pasado.
¿Por qué dices desde el pasado?
porque estoy en el futuro.
GDB
Queda contestada tu duda.¿Verdad Laura?
sólo dire una cosa ¡¡¡¡Chapppperrrr!!!!!
Lo de César lo entiendo, pero nosostros porque estamos en el pasado, si te acabo de ver, en todo caso estaremos en el presente, o es por nuestra casa?
CahperRRRRRRRRRRRR!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Entonces besos desde el presente.
Chappperrr...
"... están locos estos romanos..."
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