Burn under the water
El pasado 18 de octubre, unos pocos testigos, fuimos cómplices de una trabada velada dedicada al Rock patrio. En escena, uno de esos grupos que han hecho de la música su seña de identidad, un conjunto que sigue vivo tras más de treinta años, innumerables desgraciadas personales y distintas formaciones. El único denominador común a todos estos años ha sido hacer del rock en castellano una forma de vida y entenderlo como la posibilidad de mostrar unas historias pequeñas y cercanas que no dejan a nadie indiferente.
Desde el nacimiento de Burning sus componentes se han caracterizado por ser la seña de identidad del rock en este país, son los que forjaron con su esfuerzo el camino para que en España se produjese una renovación musical que llegaba con más de dos décadas de retraso. Sus letras, siempre referidas a relatos cotidianas, insertos en la vida cercana de la barra del bar o del barrio que nos ha visto crecer, son dedicadas a todos los perdedores que poblamos el mundo y que disfrutamos con unos buenos temas de rock. Con estas premisas marcadas a fuego durante un verano de 1974, se plantaron en Burjassot buscando compartir con el escaso público esta forma personal de vivir la vida y la música.
El cartel estaba formado por Burning y Morcillo Bellaco. El segundo, toda una institución en el rock valenciano, me lo perdí ya que estaba tomando unas cervecitas y un bocata para aguantar la noche inolvidable que supuestamente íbamos a vivir. Cuando llegué al Auditorio de la Casa de la Cultura de Burjassot me encontré con la primera sorpresa, se trataba de un concierto al aire libre y la noche no auguraba una climatología benigna para los componentes eléctricos. Sin preocuparnos demasiado por el asunto nos metimos en el recinto y nos preparamos para disfrutar de la música, suponíamos que como en otras ocasiones el paganismo del rock nos protegería ante los nubarrones que se veían a lo lejos.
Lo primero que hice fue ir a la barra y enchufarme un cubata, como había poca gente y el recinto era pequeño se podía disfrutar de la música mientras se pedía algo de beber. Sobre el escenario, con gafas de sol y pantalones pitillo, Johnny Cifuentes tocaba el teclado y cantaba mientras animaba al personal con sus movimientos de pelvis. Lo primero que destacaba era el oficio de este gran músico que, acompañado por una banda más que solvente, atacaba los temas clásicos que habían hecho famosa a esta mítica formación madrileña. El sonido y el lugar, escalonado para que todos pudiésemos disfrutar de la actuación, eran los adecuados para que esta banda rockera pudiese lucirse.
Todo iba de maravilla, adornos por parte del tremendo guitarrista, bailes y un ritmo trepidante por parte de Johnny, además de alguna pequeña historia personal que rememoraba tiempos mejores. Incluso, cuando la batería se rompió y tuvimos que esperar a que se reanudase el concierto, Cifuentes nos entretuvo con historias de su barrio y nos explicó como Simpathy for the Devil provocó que se enamorase sin remedio de la música rock. A destacar también la ilusión con la que este hombre, con cientos de conciertos a sus espaldas, vivió esta noche en un pueblo de mala muerte y con no más de cincuenta testigos. A mí por lo menos me resultó increíble y fue capaz de contagiar a todos con su espíritu y recursos de viejo lobo rockero.
Pero como todo lo bueno tiene alguna pega, comenzó a llover de manera brutal y el concierto comenzó a peligrar. Tras un par de temas pasados por agua, Johnny anunció la intención de la organización de suspender la actuación por motivos de seguridad. Pero antes de la retirada todavía tuvimos tiempo para disfrutar con Mueve tus caderas y Qué hace una chica como tú en un sitio como este, dos de los grandes hitos de la música de este país. Por fin, tras una decena de temas increíblemente ejecutados, el concierto tuvo que ser suspendido. Esperamos, incrédulos, a que volviesen al escenario, pero la situación ya no tenía remedio, sólo quedaba volver a casa con el recuerdo de lo que fue y podía haber sido. Curiosamente, después de que la banda abandonase el recinto del Auditorio, dejó de llover. Esta vez fueron los elementos los que vencieron al Rock and Roll, únicamente queda esperar que vuelvan a subirse al escenario para que disfrutemos de una banda legendaria.
El pasado 18 de octubre, unos pocos testigos, fuimos cómplices de una trabada velada dedicada al Rock patrio. En escena, uno de esos grupos que han hecho de la música su seña de identidad, un conjunto que sigue vivo tras más de treinta años, innumerables desgraciadas personales y distintas formaciones. El único denominador común a todos estos años ha sido hacer del rock en castellano una forma de vida y entenderlo como la posibilidad de mostrar unas historias pequeñas y cercanas que no dejan a nadie indiferente.
Desde el nacimiento de Burning sus componentes se han caracterizado por ser la seña de identidad del rock en este país, son los que forjaron con su esfuerzo el camino para que en España se produjese una renovación musical que llegaba con más de dos décadas de retraso. Sus letras, siempre referidas a relatos cotidianas, insertos en la vida cercana de la barra del bar o del barrio que nos ha visto crecer, son dedicadas a todos los perdedores que poblamos el mundo y que disfrutamos con unos buenos temas de rock. Con estas premisas marcadas a fuego durante un verano de 1974, se plantaron en Burjassot buscando compartir con el escaso público esta forma personal de vivir la vida y la música.
El cartel estaba formado por Burning y Morcillo Bellaco. El segundo, toda una institución en el rock valenciano, me lo perdí ya que estaba tomando unas cervecitas y un bocata para aguantar la noche inolvidable que supuestamente íbamos a vivir. Cuando llegué al Auditorio de la Casa de la Cultura de Burjassot me encontré con la primera sorpresa, se trataba de un concierto al aire libre y la noche no auguraba una climatología benigna para los componentes eléctricos. Sin preocuparnos demasiado por el asunto nos metimos en el recinto y nos preparamos para disfrutar de la música, suponíamos que como en otras ocasiones el paganismo del rock nos protegería ante los nubarrones que se veían a lo lejos.
Lo primero que hice fue ir a la barra y enchufarme un cubata, como había poca gente y el recinto era pequeño se podía disfrutar de la música mientras se pedía algo de beber. Sobre el escenario, con gafas de sol y pantalones pitillo, Johnny Cifuentes tocaba el teclado y cantaba mientras animaba al personal con sus movimientos de pelvis. Lo primero que destacaba era el oficio de este gran músico que, acompañado por una banda más que solvente, atacaba los temas clásicos que habían hecho famosa a esta mítica formación madrileña. El sonido y el lugar, escalonado para que todos pudiésemos disfrutar de la actuación, eran los adecuados para que esta banda rockera pudiese lucirse.
Todo iba de maravilla, adornos por parte del tremendo guitarrista, bailes y un ritmo trepidante por parte de Johnny, además de alguna pequeña historia personal que rememoraba tiempos mejores. Incluso, cuando la batería se rompió y tuvimos que esperar a que se reanudase el concierto, Cifuentes nos entretuvo con historias de su barrio y nos explicó como Simpathy for the Devil provocó que se enamorase sin remedio de la música rock. A destacar también la ilusión con la que este hombre, con cientos de conciertos a sus espaldas, vivió esta noche en un pueblo de mala muerte y con no más de cincuenta testigos. A mí por lo menos me resultó increíble y fue capaz de contagiar a todos con su espíritu y recursos de viejo lobo rockero.
Pero como todo lo bueno tiene alguna pega, comenzó a llover de manera brutal y el concierto comenzó a peligrar. Tras un par de temas pasados por agua, Johnny anunció la intención de la organización de suspender la actuación por motivos de seguridad. Pero antes de la retirada todavía tuvimos tiempo para disfrutar con Mueve tus caderas y Qué hace una chica como tú en un sitio como este, dos de los grandes hitos de la música de este país. Por fin, tras una decena de temas increíblemente ejecutados, el concierto tuvo que ser suspendido. Esperamos, incrédulos, a que volviesen al escenario, pero la situación ya no tenía remedio, sólo quedaba volver a casa con el recuerdo de lo que fue y podía haber sido. Curiosamente, después de que la banda abandonase el recinto del Auditorio, dejó de llover. Esta vez fueron los elementos los que vencieron al Rock and Roll, únicamente queda esperar que vuelvan a subirse al escenario para que disfrutemos de una banda legendaria.
Nacho Valdés (que hace un chico como yo en su sitio como este)
8 comentarios:
Jamás he escuchado a este grupo, pero por lo que dices y por el entusiasmo con el que hables de ellos intentaré hacerme con alguna de sus obras.
P.D: La canción de la semana podría ilustrarme sobre este grupo.
En realidad, ya lo hizo. Chequea la canción de la semana Vol. 12
Estupenda crítica. Me ha cautivado el momento Hunter S. Thompson de "Lo primero que hice fue ir a la barra y enchufarme un cubata" .Y es que tocando Burning es lo que se debe hacer.
Tengo envidia sana de no haber asistido.
hola, fui testigo junto con el compañero Valdes de ese concierto breve pero intenso. Solo añado algo a esta insuperable crítica, jhonny y compañia se despidieron del público con "una noche sin ti", una de las mejores canciones del rock en nuestro idioma y que ya hice mención tanto escrita como visual en mi última y ya lejana(pero no olvidada) sección de Discos de Antes
Queremos el regreso de discos de antes...
Queremos el regreso de discos de antes...
Queremos el regreso de discos de antes...
Un día le dije a Ignacio/Nacho (la dualidad es un misterio) que se me había ocurrido algo así como "Cuentame como sonó", es decir, una canción y un breve relato de cómo y cuando la escuchó alguien.
Luego me di cuenta que eso en realidad era "Discos de antes", así que....
"Queremos el regreso de discos de antes..."
La crónica de Burning inspirada y húmeda. Me ha gustado.
El concierto de burning fue genial,"y la compañía fue inmejorable", yo me lo pasé super bien y desde entonces me declaro fan de este grupo (o lo que queda de él)
Un besazo.
Laura.
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