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La caja se estaba resistiendo más de lo que hubiese podido
imaginar, siempre había pensado que esos trabajos se sacaban adelante en pocos
minutos pero la realidad se imponía sobre su imaginación abotagada por el
alcohol. De hecho, la noche se había impuesto y Vázquez había perdido la noción
del tiempo. Durante todo ese lapso el detective se había desesperado intentando
contactar con su mujer pero no había sido posible y, aunque su teléfono estaba
a intervalos encendido, quedaba de manifiesto que Eva no quería hablar. Suponía
que si supiese de todos los sacrificios que había tenido que hacer
probablemente le comprendería e incluso, aunque esa opción ya le resultaba más
remota, le apoyaría en su investigación. Sin embargo, había echado todo a sus
espaldas para proteger a su familia, para mantenerles alejados de la sordidez
en la que se había visto inmerso.
Dio un trago al licor y preguntó a su conocido cómo iba con
la caja fuerte, el otro hizo una breve pausa y, después de sorber de la taza
que tenía a un lado, le explicó que estaba a punto de terminar. – Menos mal
–contestó el policía-, llevamos aquí encerrados todo el día.
-
Lo que no puedo garantizar es que lo hay en el
interior haya quedado en buenas condiciones.
-
¿Estás de broma? –Respondió el detective
levantándose de un salto de la mesa en la que estaba apoyado.
-
No, hablo en serio.
-
Pero lo que busco es un papel, si se destruye
todo esto no habrá servido para nada.
-
He tenido que aplicar mucha temperatura,
tendremos que esperar a ver cómo ha quedado el interior.
-
Espero que no le haya pasado nada –el otro no
podría asegurarlo pero le dio la sensación de que Vázquez le amenazaba.
-
Lo he hecho lo mejor que he podido –replicó
bajándose la máscara que utilizaba como protección para el soplete.
Vázquez se puso realmente nervioso, no podía ser que todo el
esfuerzo dedicado y el asesinato que había cometido no hubiesen servido para el
fin que perseguía. Era imprescindible que el documento estuviese perfectamente
pues, más allá de que sirviese de prueba, lo necesitaba para llevar a término
sus indagaciones.
Repentinamente escuchó un sonido sordo, como dos metales
golpeándose. El operario se echó hacia un lado y dejó la caja abierta repleta
de un humo denso y de un olor tóxico que inundó la estancia. El policía abrió
la ventana y no pudo esperar, se acercó e intentó dispersar la humareda que se
había formado para escudriñar el interior; tosió después de aspirar los vapores
e intentó mirar lo que había dentro. Lo primero que distinguió fue el metal al
rojo vivo que no parecía indicar nada bueno, después vio una carpeta de cartón
con algunos bordes quemados. La sacó y se acercó a la ventana donde el ambiente
estaba más despejado, los folios de la documentación estaban perfectamente y
suspiró aliviado pues sabía que podía haber perdido toda la información. Se
puso bajo la luz y comenzó a estudiar los papeles, tiró un par al suelo hasta
que encontró lo que buscaba. Su rostro cambió inmediatamente a una
expresión de concentración absoluta y en
ese mismo instante un dolor de cabeza intenso se instaló en sus sienes, algo de
lo que había leído le hizo quedarse lívido y sin color en su cara. Por un
momento pensó que iba a desmayarse pues su mirada se enturbió, su conocido
intentó sujetarle pero lo apartó de un manotazo. Después, de manera
atropellada, le dio todo el dinero que llevaba encima y parte del que habían
encontrado en la caja y lo acompañó hasta la salida. Por último, el detective
revisó su arma y la dejó a punto en la cartuchera sobaquera; con expresión dura
se acercó a su vehículo después de dejar la puerta de entraba bien cerrada.
Nacho Valdés
1 comentario:
Lastima, tendremos que esperar para saber qué había ahí...
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