lunes, mayo 19, 2014

En el ángulo muerto Vol. 229



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La caja se estaba resistiendo más de lo que hubiese podido imaginar, siempre había pensado que esos trabajos se sacaban adelante en pocos minutos pero la realidad se imponía sobre su imaginación abotagada por el alcohol. De hecho, la noche se había impuesto y Vázquez había perdido la noción del tiempo. Durante todo ese lapso el detective se había desesperado intentando contactar con su mujer pero no había sido posible y, aunque su teléfono estaba a intervalos encendido, quedaba de manifiesto que Eva no quería hablar. Suponía que si supiese de todos los sacrificios que había tenido que hacer probablemente le comprendería e incluso, aunque esa opción ya le resultaba más remota, le apoyaría en su investigación. Sin embargo, había echado todo a sus espaldas para proteger a su familia, para mantenerles alejados de la sordidez en la que se había visto inmerso.
Dio un trago al licor y preguntó a su conocido cómo iba con la caja fuerte, el otro hizo una breve pausa y, después de sorber de la taza que tenía a un lado, le explicó que estaba a punto de terminar. – Menos mal –contestó el policía-, llevamos aquí encerrados todo el día.
-          Lo que no puedo garantizar es que lo hay en el interior haya quedado en buenas condiciones.
-          ¿Estás de broma? –Respondió el detective levantándose de un salto de la mesa en la que estaba apoyado.
-          No, hablo en serio.
-          Pero lo que busco es un papel, si se destruye todo esto no habrá servido para nada.
-          He tenido que aplicar mucha temperatura, tendremos que esperar a ver cómo ha quedado el interior.
-          Espero que no le haya pasado nada –el otro no podría asegurarlo pero le dio la sensación de que Vázquez le amenazaba.
-          Lo he hecho lo mejor que he podido –replicó bajándose la máscara que utilizaba como protección para el soplete.
Vázquez se puso realmente nervioso, no podía ser que todo el esfuerzo dedicado y el asesinato que había cometido no hubiesen servido para el fin que perseguía. Era imprescindible que el documento estuviese perfectamente pues, más allá de que sirviese de prueba, lo necesitaba para llevar a término sus indagaciones.
Repentinamente escuchó un sonido sordo, como dos metales golpeándose. El operario se echó hacia un lado y dejó la caja abierta repleta de un humo denso y de un olor tóxico que inundó la estancia. El policía abrió la ventana y no pudo esperar, se acercó e intentó dispersar la humareda que se había formado para escudriñar el interior; tosió después de aspirar los vapores e intentó mirar lo que había dentro. Lo primero que distinguió fue el metal al rojo vivo que no parecía indicar nada bueno, después vio una carpeta de cartón con algunos bordes quemados. La sacó y se acercó a la ventana donde el ambiente estaba más despejado, los folios de la documentación estaban perfectamente y suspiró aliviado pues sabía que podía haber perdido toda la información. Se puso bajo la luz y comenzó a estudiar los papeles, tiró un par al suelo hasta que encontró lo que buscaba. Su rostro cambió inmediatamente a una expresión  de concentración absoluta y en ese mismo instante un dolor de cabeza intenso se instaló en sus sienes, algo de lo que había leído le hizo quedarse lívido y sin color en su cara. Por un momento pensó que iba a desmayarse pues su mirada se enturbió, su conocido intentó sujetarle pero lo apartó de un manotazo. Después, de manera atropellada, le dio todo el dinero que llevaba encima y parte del que habían encontrado en la caja y lo acompañó hasta la salida. Por último, el detective revisó su arma y la dejó a punto en la cartuchera sobaquera; con expresión dura se acercó a su vehículo después de dejar la puerta de entraba bien cerrada.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Lastima, tendremos que esperar para saber qué había ahí...