Para este viernes un clasicazo que nunca pasa de moda.
Pasen un buen fin de semana.
viernes, enero 31, 2014
miércoles, enero 29, 2014
Delaletra
El comienzo de la madurez hispana
El pronunciamiento militar, algo recurrente en la historia española
contemporánea, supone uno de los mecanismos mediante los que se hace posible el
acceso al poder en este país de características personalísimas en relación a su
entorno; exceptuando, claro, la cuenca
mediterránea. Sin entrar en pormenores, queda claro que la supeditación
de la política al ejército, tal y como
ha pasado por nuestras tierras durante largos períodos de tiempo, es una excepción
que en el ámbito europeo parece haber sido superada.
Sin embargo, no hace tanto tiempo, el pueblo español estuvo en jaque
durante una larga noche mientras un grupo armado perteneciente a las fuerzas de
seguridad del Estado irrumpía en el Congreso durante la sesión de investidura
de Calvo Sotelo que tomaba el poder que cedía un quemado Adolfo Suárez. El caso
es que ese momento aciago de la historia reciente ha quedado más o menos
olvidado y sepultado bajo toneladas de indiferencia ante los avances
conseguidos en estos escasos treinta años.
Javier Cercas recupera este momento en el ensayo novelado Anatomía de un instante. El autor,
testigo como el resto de adultos del momento de este delicado trance, desgrana
con maestría todos los elementos y protagonistas de este intento de
pronunciamiento que, por fortuna, no
cuajó tal y como habían aventurado sus ideólogos y artífices.
La obra, que partiendo del recuerdo televisivo de Cercas, se detiene en
ese instante precioso en el que el mundo congelado de la memoria individual
muestra todas sus aristas y particularidades. Un Suárez hierático, un Carrillo
cínico y resabiado, el capitán general Gutiérrez Mellado ultrajado y, el denominado por
Carrillo como caballo de Pavía, Antonio Tejero. A todos estos personajes públicos,
se les unen los más o menos oficiosos Alfonso Armada, Miláns del Bosch y el
propio Juan Carlos I.
Cercas se encarga de diseccionar y retratar con habilidad y elegancia a
todos estos personajes y las motivaciones que cada uno de ellos encerraba;
también acomete la tarea de recordarnos que el Estado de Derecho es algo frágil
y efímero que debe cuidarse para que perviva. Para mí la mejor obra de este
autor y una de las mayores creaciones literarias de los últimos años;
imprescindible.
Nacho Valdés
lunes, enero 27, 2014
En el ángulo muerto Vol. 215
Bricolaje
En cuanto se metieron en la pequeña estancia soltaron las
herramientas y el equipo sobre la mesa desvencijada. A continuación comenzaron
a hacer la selección de los elementos que necesitaban y a proyectar, de la
mejor manera posible, el modo en el que debían realizar la instalación. Los dos
hombres se movían con lentitud y cautela, tenían la impresión de estar siendo percibidos
por aquellos a los que debían vigilar. El detective comenzó a merodear para
intentar hacerse una idea de cómo podría recoger el sonido del piso de abajo,
pensó que no sería mala idea comprobar la sensibilidad de los micrófonos
colocándolos sobre el suelo, a ver si de esa manera eran capaces de registrar
algo de lo que sucedía.
Indicó al agente Esteban dónde ubicar el artilugio mientras
se ponía los cascos para intentar rastrear algún sonido; no tuvo suerte y no
fue capaz de escuchar nada. El detective dudó de que el aparato funcionase, le
pidió a su compañero que dijese algo en el receptor. El agente emitió un
susurro prácticamente imperceptible para el oído humano pero que retumbó en los
cascos, con un gesto de dolor se quitó el dispositivo de su cabeza y decidió
que lo mejor sería esperar a que hubiese algo de acción en el piso inferior. Se
sentaron en silencio sobre el suelo, manteniéndose a la espera por si se
enteraban de algo. Repentinamente, un leve rumor sonó cercano a la pareja sin
que ninguno fuese capaz de identificar la procedencia exacta. Escucharon con
atención, no sabrían decir qué era pero estaba claro que algo estaba con ellos
en la reducida habitación. El detective comenzó a ponerse nervioso pues no
entendía lo que estaba sucediendo. ¿Se estarían convirtiendo ellos en la presa?
De un salto, que por inesperado le sobresaltó, el agente Esteban avanzó hacia
una de las esquinas que se formaba entre las vigas del entramado del techo. El
detective no tenía ni idea de qué era lo que sucedía y se mantenía a la
expectativa moviéndose nervioso alrededor, súbitamente una nube de plumas
comenzó a flotar en el ambiente y el agente se dio la vuelta con una sonrisa en
la boca y una paloma entre las manos. Ambos se quedaron maravillados, cómo era
posible que les hubiese pasado desapercibido un animal tan lozano y lustroso.
De hecho, según el criterio del detective, se trataba del ave de esa especie
más voluminosa y de plumón más brillante que había visto. Decidieron que lo
mejor sería dejarla volar por el agujero de la cristalera, con un poco de
suerte el susto que se había llevado le haría desistir de volver por ese lugar.
Siguieron con la escucha, estaba claro que no tenían nada
que hacer si en el piso de abajo no sucedía nada. El detective tomó la
determinación de hacer la instalación e ir probando, consideraba que era la
única opción con la que contaban. Pusieron en el centro de la mesa la grabadora
para después tirar el cable hasta los dos micrófonos que habían situado, según
su criterio, de manera estratégica para que no se escapase nada de lo que
dijese don Manuel. El plan era sencillo, debían hacer una hendidura en los
tableros del suelo sin que llegase a agujerear el techo para, con
posterioridad, poner los micros en el hueco que quedase. De esta manera, si
todo salía como esperaba, tendría un mejor registro del sonido y la posibilidad
de seguir las conversaciones del perseguido. Realizaron la operación son sumo
cuidado, a pequeñas rachas que impidiesen localizar en origen del ruido que
estaban produciendo. Estaban empapados en sudor debido a la tensión que habían
acumulado y, además, la operación resultaba sumamente incómoda por lo reducido
del espacio con el que contaban. Finalmente lograron su objetivo, supuestamente
tendrían la posibilidad de grabar todo lo que sucediese al otro lado del suelo
que pisaban. El último detalle fue cambiar la cerradura del estudio, el
detective no se fiaba de la portera y quería evitar a toda costa que algún
indiscreto descubriese lo que estaban organizando. Para cuando terminaron ya
había anochecido, esa madrugada Vázquez la pasaría intentando desvelar lo que
estaba emprendiendo don Manuel.
Nacho Valdés
viernes, enero 24, 2014
Out the Air
Para este fin de semana un poco de blues rock con tacones y pelo cardado. Disfruten del fin de semana y las muñecas yonquis de Nueva York.
martes, enero 21, 2014
Palabras Usadas
Esta semana, después de un paréntesis más que justificado, vuelvo a la carga con un duelo de altura. The Who (con la ayuda de Elton John) versus Rod Stewart (cuando molaba, claro).
lunes, enero 20, 2014
En el ángulo muerto Vol. 214
Obras menores
En cuanto llegó divisó el vehículo del agente Esteban. El
pobre hombre se había quedado dormido, recostado en el asiento, durante su
turno de vigilancia. El detective, lejos de enfurecerse, comprendió a su
compañero que también se estaba viendo obligado a sacar adelante una doble
jornada de trabajo. Tocó en la ventanilla y el otro se sobresaltó alarmado, en
cuanto cayó en la cuenta de que había sido su superior el que le había
despertado se ruborizó ostentosamente. El detective Vázquez le tranquilizó con
un movimiento de la mano, haciendo ver que se trataba de algo sin importancia.
Preguntó por las novedades y el agente le informó de que
durante la tarde anterior pareció producirse bastante movimiento; don Manuel
había recibido a por lo menos tres personas distintas a lo largo de dos horas,
reuniones cortas que se habían despachado sin, en apariencia, demasiadas
contemplaciones. Los tres individuos habían llegado con sus portafolios,
trajeados y con el aire profesional de dedicarse a negocios o gestiones de alto
nivel. Esteban había interpretado que serían gestores, abogados o algo por el
estilo y que habían ido a asesorar a don Manuel para aquello que estuviese
preparando. Al detective no le pareció buena señal, lamentaba no tener
instalado ya su dispositivo de escucha para indagar lo que sucedía en el
interior del vetusto edificio.
Se pusieron manos a la obra, con rapidez y discreción se
cambiaron y se pusieron encima de la ropa unos monos de trabajo como si fuesen
albañiles u operarios. El agente cayó en la cuenta de que la ropa de faena
estaba prácticamente inmaculada, nadie que fuese un poco observador se tragaría
el engaño; lo comentaron y decidieron que lo mejor sería revolcarse por el
suelo. Así que, sin perder más tiempo, los dos hombres se arrojaron sobre la acera en
un intento de ensuciarse y dotar de verosimilitud a sus disfraces. Gracias a la
humedad que había caído por la noche consiguieron su propósito y, aunque un
poco mojados, tenían un aspecto más aceptable. Cogieron el material del
maletero y se dirigieron a la entrada trasera del edificio, aparentaban ser
mano de obra que iba a comenzar su jornada laboral.
Al llegar a la puerta de servicio la portera estaba
esperándoles, con toda seguridad había estado observándoles desde que habían
llegado. Daba la impresión de que, a pesar de estar parapetada tras sus gruesos
cristales, no se perdía nada de lo que sucedía alrededor de su pequeño hábitat.
El detective, que ya sabía de las debilidades de la señora, llevaba preparada
la cartera. En cuanto la otra vio la billetera se le iluminó la cara con un
resplandor especial y, con una sonrisa, se hizo a un lado para que entrasen los
dos hombres. Lo primero que hizo Vázquez fue saldar la cuenta que tenía con
ella, la otra le entregó la copia de la llave que había solicitado y la buena
señora comenzó a balbucear algo ininteligible. El detective no terminaba de
entender qué era lo que quería, prestó atención y enseguida dedujo que lo que
pasaba era que quería subir las tarifas que habían acordado. El policía se
rebeló sin demasiada convicción pues sabía que estaba en manos de la portera y
la otra argumentó que no sabía nada del individuo con el que había aparecido y,
según su razonamiento, si iban a ser más personas resultaría más caro. El
detective sacó de nuevo la cartera y tendió un billete de cincuenta euros, dejó
claro por su gesto que sería el último que vería su socia si volvía a apretarle
de esa manera. La otra pareció entenderlo, guardó el dinero en su delantal
viejo y descolorido y volvió a su vivienda para espiar el paso de los policías
desde su mirilla decimonónica.
Enseguida se concentraron en lo que tenían por delante,
subieron en el montacargas y, cuando llegaron al último piso, se quedaron
atentos por si había alguien vigilando. Después de la comprobación subieron
rápidamente a la zona de los trasteros, abrieron la puerta y se pusieron a
manos a la obra; tenían mucho trabajo por delante y poco tiempo para
realizarlo.
Nacho Valdés
viernes, enero 17, 2014
Out the air
Para este fin de semana un tema enorme que no deja de rondarme...
El lunes estamos de vuelta.
El lunes estamos de vuelta.
miércoles, enero 15, 2014
Delaletra
Diseccionando occidente
No es que lo diga yo, es que es algo sabido por todos: si ha
habido una mente preclara en el pensamiento occidental esa es la de Friedrich
Nietzsche (en este caso para desenmascarar lo que esconde la cultura
occidental). En ese sentido, uno de los principales pilares de nuestra cultura
con el que el alemán intenta derribar el entramado intelectual europeo es el
relativo al cristianismo. Así, este asunto se va a convertir en una de sus
principales preocupaciones u obsesiones sobre el que volvería una y otra vez en
sus escritos.
Quizás el vistazo que dio más allá del atrezo que envuelve
nuestra sociedad fue lo que provocó que perdiese la salud mental pero el caso
es que, antes de dejar la conciencia y pasar los últimos años de su vida en un
estado prácticamente vegetativo, había dejado obras preparadas para su
publicación; en ese grupo es en el que se engloba El Anticristo: maldición al cristianismo.
En este trabajo aforístico, ágil, vivaz y plagado de
síntomas de extrema lucidez se disecciona la construcción cultural cristiana
como un elemento de dominio mediante el que los poderosos han podido perpetuar
su ascendencia sobre la mayoría gracias a la subversión de los valores que
Nietzsche consideraba originales. De esta manera, el culto a la muerte, al más
allá y el abandono de esta vida fundamentado en una moral del rebaño, del
perdón y de la redención vital, llevan a lo que el filósofo de Röcken
consideraba como el triunfo de la aniquilación vital que se eleva desde los
comienzos del pensamiento racional que se inicia en la Grecia clásica.
De esta manera, lejos de propugnar un ataque gratuito frente
a los valores imperantes, más allá de buscar la supremacía del más fuerte
mediante una ética (o más bien una ausencia de la misma) que solo defiende lo
terrenal, lo instintivo y lo natural; lo que pretende Nietzsche es la denuncia
de la mayor estafa de la historia de la humanidad que ha permitido la
elaboración de un sistema que ha pervivido durante milenios bajo distintos
pelajes provocando el mayor de los males: la renuncia a la vida. Así, El Anticristo: maldición al cristianismo
supone un grito desesperado contra la injusticia que pudo detectar Friedrich
Nietzsche antes de perder la cabeza.
martes, enero 14, 2014
lunes, enero 13, 2014
En el ángulo muerto Vol. 213
Planeando
Esa noche Eva tardó bastante en irse a la cama, habían
pasado unos momentos agradables y quizás ahí se encontrase el motivo de su
retraso. Pensó que sería una de las pocas ocasiones en la que podría disfrutar
de su familia, tenía presente que las siguientes semanas estarían cuajadas de
un trabajo desbordante que no le permitiría ni un momento libre. Suspiró
profundamente, era conocedor de que esa situación iba a traerle problemas pero moralmente no podía
renunciar al trabajo en el que estaba zambulléndose. Si al menos tuviese la
ayuda del departamento, si pudiese dirigir una investigación normal, gozaría de
una oportunidad para crear unos turnos que le diesen un pequeño respiro. Tenía
la certidumbre de que el tema que había tocado era especialmente sensible y que
en ese punto se encontraba la explicación a la problemática; jamás, mientras
don Manuel fuese tan influyente, podría hacer una labor policial adecuada.
Un instante después
de que su mujer se quedase dormida en el sofá la despertó con una caricia, le
indicó que tenía que ir a la cama para descansar y ella con una sonrisa
aturdida obedeció lánguidamente. Vázquez pensó que no sabía lo que se le
avecinaba, le dio cierta lástima por no poder compartir con ella lo que sentía
pero sabía que era lo mejor, si trataban ese tema acabarían discutiendo como comenzaba
a ser costumbre. Dejó pasar un tiempo prudencial y a hurtadillas salió a su coche,
llevó al interior la bolsa de deportes y tiró los cacharros que había recogido
en el suelo. Comenzó a husmear en ese montón de basura y creyó tener un
conjunto adecuado para la vigilancia que se había propuesto, estaba claro que
no se trataba de la última tecnología pero si funcionaba resultaría suficiente.
Abrió la grabadora y cayó en la cuenta de que no tenía casete mas, por suerte, aún
guardaba una vieja colección de cintas que se había negado a tirar en la
mudanza y que podía servirle. La había guardado durante años como si fuese un
tesoro y, aunque no podía escucharlas pues no tenía equipo, las mantenía
acumuladas en una caja a la espera de no sabía qué. Probó el aparato, dijo unas
palabras y las pudo reproducir a continuación; se escuchó a sí mismo con
nitidez. Conectó el micro e hizo la misma comprobación para dejar patente que
también funcionaba adecuadamente, con una sonrisa tiró el cable hasta la
habitación donde descansaba Eva y lo conectó a la grabadora en la que también
había instalado unos cascos anacrónicos con aspecto de no haber funcionado
jamás. Prestó atención y comenzó a sentir la respiración de su mujer, los
micros que había conseguido, si bien de un tamaño desproporcionado, tenían una
sensibilidad más que notable. Y, por otro lado, aunque tenía el problema de los
casetes a lo que había que dar la vuelta cada hora y media de grabación, tenía
en su mano la posibilidad de escuchar las conversaciones que don Manuel pudiese
mantener en su refugio. Guardó todo cuidadosamente y se fue a descansar, al día
siguiente comenzaría el periodo más duro de su investigación.
A la mañana siguiente Eva estaba radiante, había dormido
plácidamente y el hecho de que el policía estuviese a su lado al despertar
resultó ser un excelente placebo para su relación. Además, cuando le anunció
que desayunarían juntos y que incluso podrían dar un pequeño paseo con Marcos
no se lo podía creer, le dio un abrazo y un beso en los labios que gozaba de la
espontaneidad que habían perdido tiempo atrás. De todas formas, bajo la fachada
afable y sonriente del detective, bullía el operativo que tendrían que
desplegar para lograr la detención del pez gordo al que perseguía. Confiaba en
que el agente Esteban hubiese hecho la vigilancia tal y como le había encargado
y, en cuanto se viesen un poco más tarde, podrían comenzar a programar las
siguientes jornadas con la novedad del refugio que había conseguido. Recordó
que tendría que pasar por el cajero antes de ir a su puesto, seguro que la
portera estaba esperándole para que le pagase lo que habían apalabrado e,
independientemente de lo caro que le estaba resultando, sabía que esa
avariciosa mujer resultaba una pieza clave de su plan maestro.
Nacho Valdés
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