lunes, noviembre 25, 2013

En el ángulo muerto Vol. 209

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Profundizando


El detective llegó a primera hora al lugar acordado, el agente Esteban había dedicado toda la noche a la vigilancia sin más conclusiones que lo que ya conocían: a don Manuel le gustaban las prostitutas. De madrugada, como en la anterior ocasión, habían llegado un par de señoritas que probablemente satisficieron las necesidades más elementales del perseguido. Estuvo con ellas cerca de dos horas y después, tal y como acostumbraba, hizo que sus guardaespaldas las acompañasen hasta el portal. Nada más había ocurrido que resultase relevante, después de que las jóvenes dejasen el edificio la luz de la habitación se había apagado mientras que la del salón continuó encendida. El agente Esteban aventuró que con toda probabilidad siempre se mantenía uno de los acompañantes de don Manuel activo.
La noche fría había hecho mella en el agente, estaba encogido y aterido por la temperatura que había sufrido. Al detective se le antojó un problema, las vigilancias desde el vehículo, además de que no contaban con suficientes coches como para pasar desapercibidos, resultaban incómodas y no parecían una solución para la investigación que querían llevar a término. Se despidió del agente, al que encargó que pasase por comisaría antes de ir a descansar, y se quedó observando el edificio. Por los escasos avances que habían realizado ya tenía un par de cosas claras: en primer lugar, el tipo disfrutaba con cierta frecuencia de la prostitución, algo llamativo teniendo en cuenta su edad; por otro lado, no había salido en varios días de la casa y eso parecía implicar cierta previsión  para algún fin que, por el momento se le escapaba; por último, estaba claro que preparaba algo cuando se había parapetado en el edificio y probablemente mantuviese una comunicación fluida con sus contactos y colaboradores.
Con esos datos el detective tenía claro que no llegaría a ningún lugar, necesitaría algo más para poder articular su caso. Era conocedor del sumario principal y, hasta esa fecha, don Manuel solo había sido llamado a declarar y no le habían retirado el pasaporte ni había ingresado en prisión. Es decir, aunque su nombre había salido a relucir no tenían nada contra él lo suficientemente sólido como para encerrarle. Además, Vázquez tenía la certeza de que alguien de su posición era capaz de ralentizar a la justicia si lo considerase necesario. Su mente ya veía claro que había un riesgo claro de huída, con el dinero que había ido amasando tenía la capacidad de desaparecer definitivamente, hasta el punto de conseguir que nadie pudiese localizarle. El detective sabía que se trataba de una pieza clave para la construcción de algo coherente, si conseguía que cayese tenía claro que el resto de implicados cometerían algún error, se dejarían llevar por el pánico y se podría hacer una pequeña limpieza de todos aquellos que llevaban tiempo lucrándose a expensas de la ciudadanía. Había elaborado, en sus tiempos libres, un listado provisional en el que relacionaba innumerables personajes influyentes del mundo político, artístico y empresarial en una profunda trama que llevaba años arrasando los bienes públicos del país.
Se quedó observando el palacete, el piso en el que se encontraba don Manuel era el último y, a continuación, en la cubierta, se abrían unas pequeñas ventanas que probablemente pertenecían a altillos o trasteros. Pensó que esa ubicación podría resultarles ventajosa, si lograban instalarse ahí evitarían el trasiego de coches y su vigilancia sería más efectiva pues podrían trabajar con mejores recursos.
Dudó unos minutos y se adentró en la finca, un mal encuentro podría echar a perder todo el trabajo que estaba intentando sacar adelante. La entrada, amplia y lujosa, conducía hasta un ascensor decimonónico que recorría el hueco de unas escaleras de madera desgastada pero que todavía mostraba la nobleza de origen. Pensó que sería mejor subir por ellas pues la caja del ascensor era una jaula en la que quedaba a la vista de cualquiera. Se dirigió decidido hacia la subida y en ese precisamente instante se abrió la puerta de la portería, una mujer mayor con gafas de grueso cristal clavó sus ojos amplificados en el detective Vázquez.
 
Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Bueno, el detective Vázquez se toma muy a pecho la investigación, pero ¿por qué ese empeño?...