El hilandero
A la mañana siguiente no era capaz de moverse, se sentía
pesado y dolorido. Las horas que había acumulado doblando turnos comenzaban a
pasarle factura, además, tenía la impresión de que la vigilancia, totalmente
empapado, de la noche anterior le había hecho enfermar. Disimuló ante Eva, no
quería complicar aún más sus relaciones y, aunque su rostro denotaba el mal
trago que estaba pasando, intentó mostrar una actitud positiva. Ella se
encargaba de Marcos y, por primera vez en bastante tiempo, podrían compartir el
desayuno como si formasen una familia normal.
Cuando llegó a la central revisó la orden del día y se
reunió con el agente Esteban, debía informarle lo antes posible sobre lo que
tenía entre manos e incluirle en la importante misión que estaba seguro que iba
a cambiar el curso de sus carreras. Tomaron el vehículo asignado pero, en lugar
de ir a donde les habían indicado los responsables de planificación, se
acercaron a la zona donde residía don Manuel. Se quedaron a una distancia
prudencial para no ser detectados mientras el agente Esteban preguntaba
repetitivamente el motivo por el que no estaban donde debían. El detective
Vázquez le pidió paciencia, le dio unos prismáticos y le indicó la ventana
donde debía dirigir la vista. Su subalterno estaba comenzando a perder la
paciencia, no entendía el propósito del detective al hacerle observar una cristalera
con las cortinas corridas. Le volvió a solicitar algo más de aguante y que
siguiese vigilando, repentinamente el cortinaje se abrió y don Manuel se asomó
durante el tiempo suficiente como para que Esteban comprobase a qué se estaba
dedicando el detective Vázquez. Le devolvió los prismáticos con una sonrisa,
era conocer que todo lo referido al tipo al que rondaban, se trataba de una
apuesta personal de su superior. Acordaron meterse de lleno con esa
investigación, relegarían, en la medida de lo posible, el resto de asuntos que
tenían encomendados y aunarían esfuerzos para aclarar lo antes posible el
asunto.
Decidieron que sería mejor intentar avanzar en otros sumarios
y dejarlos paralizados de cara a sus superiores, así tendrían tiempo para
dedicarse a la investigación sobre la trama de corrupción en la que tenían la
certeza que estaba incluida su presa. Resultó una jornada agotadora, se
implicaron al máximo en los temas pendientes y recorrieron la ciudad de lado a
lado recabando datos y siguiendo pistas. Se asemejaban a artesanos que tejían
una vasta red de hilos para ofrecer un conjunto coherente que resultase
convincente en comisaría, si lograban su propósito contarían con varias semanas
para trabajar en lo que realmente les importaba. Siempre, por supuesto, que no
se produjese algún tipo de emergencia.
Cuando terminó el turno habían avanzado con la suficiente
rapidez como para ir hasta el registro de la propiedad para comprobar a nombre
de quién estaba inscrita la vivienda donde se refugiaba don Manuel. No tuvieron
ningún problema pues eran sobradamente conocidos, se trataba de un recurso
básico que utilizaban a menudo. Con los datos que consiguieron volvieron al
vehículo, se metieron justo en el instante en el que el cielo se encapotaba y
comenzaba a llover con timidez. El palacete no estaba a nombre de ningún
individuo sino que pertenecía a una sociedad anónima que respondía al nombre de
Promomarketing, ambos se observaron
un instante y comprendieron que el hilo del que estaban tirando resultaría
mucho más enrevesado de lo que esperaban. Decidieron que Esteban pasaría parte
de la noche de vigilancia y que el detective volvería a su casa para evitar
mayores problemas, al día siguiente se organizarían e intentarían hacerse con
recursos para realizar una vigilancia más estrecha.
Al regresar a casa, el detective Vázquez no pudo reprimir
una mueca de satisfacción, estaba realmente complacido de la respuesta que
había encontrado en su subordinado y se enorgulleció de que todavía existiese
gente como ellos que no dudaban en implicarse y en poner en peligro su trabajo para conseguir frenar los pies a los
déspotas que les rodeaban. Entró en su hogar y escuchó un grito de alegría de
su hijo, era lo mejor que le había pasado en las últimas semanas.
1 comentario:
¿ Qué hace en la ventana el Sr. Vázquez...?
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