lunes, noviembre 18, 2013

En el ángulo muerto Vol. 208



El hilandero

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A la mañana siguiente no era capaz de moverse, se sentía pesado y dolorido. Las horas que había acumulado doblando turnos comenzaban a pasarle factura, además, tenía la impresión de que la vigilancia, totalmente empapado, de la noche anterior le había hecho enfermar. Disimuló ante Eva, no quería complicar aún más sus relaciones y, aunque su rostro denotaba el mal trago que estaba pasando, intentó mostrar una actitud positiva. Ella se encargaba de Marcos y, por primera vez en bastante tiempo, podrían compartir el desayuno como si formasen una familia normal.
Cuando llegó a la central revisó la orden del día y se reunió con el agente Esteban, debía informarle lo antes posible sobre lo que tenía entre manos e incluirle en la importante misión que estaba seguro que iba a cambiar el curso de sus carreras. Tomaron el vehículo asignado pero, en lugar de ir a donde les habían indicado los responsables de planificación, se acercaron a la zona donde residía don Manuel. Se quedaron a una distancia prudencial para no ser detectados mientras el agente Esteban preguntaba repetitivamente el motivo por el que no estaban donde debían. El detective Vázquez le pidió paciencia, le dio unos prismáticos y le indicó la ventana donde debía dirigir la vista. Su subalterno estaba comenzando a perder la paciencia, no entendía el propósito del detective al hacerle observar una cristalera con las cortinas corridas. Le volvió a solicitar algo más de aguante y que siguiese vigilando, repentinamente el cortinaje se abrió y don Manuel se asomó durante el tiempo suficiente como para que Esteban comprobase a qué se estaba dedicando el detective Vázquez. Le devolvió los prismáticos con una sonrisa, era conocer que todo lo referido al tipo al que rondaban, se trataba de una apuesta personal de su superior. Acordaron meterse de lleno con esa investigación, relegarían, en la medida de lo posible, el resto de asuntos que tenían encomendados y aunarían esfuerzos para aclarar lo antes posible el asunto.
Decidieron que sería mejor intentar avanzar en otros sumarios y dejarlos paralizados de cara a sus superiores, así tendrían tiempo para dedicarse a la investigación sobre la trama de corrupción en la que tenían la certeza que estaba incluida su presa. Resultó una jornada agotadora, se implicaron al máximo en los temas pendientes y recorrieron la ciudad de lado a lado recabando datos y siguiendo pistas. Se asemejaban a artesanos que tejían una vasta red de hilos para ofrecer un conjunto coherente que resultase convincente en comisaría, si lograban su propósito contarían con varias semanas para trabajar en lo que realmente les importaba. Siempre, por supuesto, que no se produjese algún tipo de emergencia.
Cuando terminó el turno habían avanzado con la suficiente rapidez como para ir hasta el registro de la propiedad para comprobar a nombre de quién estaba inscrita la vivienda donde se refugiaba don Manuel. No tuvieron ningún problema pues eran sobradamente conocidos, se trataba de un recurso básico que utilizaban a menudo. Con los datos que consiguieron volvieron al vehículo, se metieron justo en el instante en el que el cielo se encapotaba y comenzaba a llover con timidez. El palacete no estaba a nombre de ningún individuo sino que pertenecía a una sociedad anónima que respondía al nombre de Promomarketing, ambos se observaron un instante y comprendieron que el hilo del que estaban tirando resultaría mucho más enrevesado de lo que esperaban. Decidieron que Esteban pasaría parte de la noche de vigilancia y que el detective volvería a su casa para evitar mayores problemas, al día siguiente se organizarían e intentarían hacerse con recursos para realizar una vigilancia más estrecha.
Al regresar a casa, el detective Vázquez no pudo reprimir una mueca de satisfacción, estaba realmente complacido de la respuesta que había encontrado en su subordinado y se enorgulleció de que todavía existiese gente como ellos que no dudaban en implicarse y en poner en peligro su  trabajo para conseguir frenar los pies a los déspotas que les rodeaban. Entró en su hogar y escuchó un grito de alegría de su hijo, era lo mejor que le había pasado en las últimas semanas.


1 comentario:

raposu dijo...

¿ Qué hace en la ventana el Sr. Vázquez...?