martes, junio 25, 2013

En el ángulo muerto Vol. 196



Sin perspectivas



El prestigio llegó temprano, con una de mis primeras obras a la que no había concedido demasiada importancia. De todas formas, este tipo de asuntos se producen cuando uno menos se lo espera y, en este caso, la gloria vino de improviso y sin que me hubiese marcado un plan previo. El caso es que se trató de algo meteórico, pasé de escribir en publicaciones mínimas a ser elogiado como uno de los referentes literarios de mi generación. La gente se peleaba por estar cerca de mí, me llovían las ofertas y con buen criterio me encomendé a un agente que me consiguió un contrato millonario del que he vivido estos últimos años.
Por supuesto, nada resulta gratuito y he trabajado duro multiplicando mis apariciones en todos los medios a los que alcanzaba mi productividad. Revistas, columnas de prensa, tertulias, conferencias y, por supuesto, una novela publicada puntualmente cada año y medio. Durante un tiempo que a mí se me antojó maravilloso mi capacidad de crear historias u opiniones fue superlativa, las ideas llegaban raudas a mi mente y me mantenía en una especie de alerta constante a la caza de nuevos argumentos u horizontes para producir mis textos. La crítica, con las típicas excepciones motivadas por la envidia, era unánime y contribuyó enormemente a mi posicionamiento entre los grandes de la literatura del país. En pocas palabras, acabé por codearme con los mejores y estos, en la mayoría de los casos y cuando no se trataba de algún engreído, respetaban mis puntos de vista y me tenían en consideración.
De todas formas, este periodo tan fructífero ha resultado ambivalente y he visto de todo. He asistido a extrañas fiestas en las que abusé del sexo, del alcohol y de la cocaína. He estado borracho en una recepción oficial ofrecida por el ministerio de cultura y en la que se encontraban los príncipes, he follado con modelos y presentadoras y ha sido tal el número de mis conquistas que prácticamente he perdido la cuenta de las famosas que han pasado por mi cama; asistí como personaje principal a bodas y eventos de todo tipo y, en definitiva, puedo garantizar que la última década ha sido tremenda para mi salud y para mi mente aunque, como buen literato, he conseguido engañar a todos aquellos que me siguen considerando como una de las cabezas creativas más importantes del momento.
En realidad todo acabó por convertirse en una farsa y mis metas y valores han ido disolviéndose a medida que ascendía en la pirámide social pues, a cada estrato que conseguía escalar, mi moral descendía de manera recíproca hasta que un día acabé por tocar fondo. Esa mañana me había despertado en la cama de una admiradora con la que me había acostado o, más bien, había intentado acostarme pues era tal mi nivel de intoxicación que creo que no llegó a levantárseme. Para el caso es lo mismo, parece ser que la tía estaba contenta de tenerme a su lado y si no fui capaz de darle algo de sexo lo que sí compartí fueron todas las drogas y perversiones que llevaba encima. La situación se complicó cuando cogí el taxi para volver a mi refugio, me dio una especie de arritmia que me asustó de verdad y a  duras penas fui capaz de refugiarme en mi apartamento para calmarme. Los latidos desbocados fueron acompañados por una fuerte punzada en el pecho que llegué a pensar que me llevaría al otro barrio, la situación se tornó tan desesperada que tomé la determinación de cambiar de vida de manera radical y volver a mis orígenes, a cuando disfrutaba escribiendo y la literatura era el fin y no el medio para alcanzar los placeres en los que me complacía.
Ingresé en una clínica privada para desintoxicarme y, además de tratarme estupendamente, acabaron con buena parte de mis ingresos. Lo que resultó más curioso de todo el asunto es que acabaron con mis vicios de manera sencilla y radical pero, por otro lado, también consiguieron deshacerse de mi creatividad. Efectivamente, cuando llegué a mi hogar y me propuse cumplir con las obligaciones que había contraído con distintas publicaciones mi mente parecía haberse disuelto y mi capacidad artística se había desmoronado de manera irremediable pues era incapaz de comenzar a escribir nada interesante; daba la sensación de que habían extirpado,  junto a mi tendencia a la desmesura, parte del intelecto.
Tras recuperarme del impacto inicial consideré la necesidad de buscar   una salida al callejón en el que me veía encerrado.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Oiga doctor, devuélvame mi depresión... J.S.